Una regla de oro del buen periodismo es mostrar siempre las dos caras de la moneda y hacer lo posible por escuchar a todas las voces que intervienen en un hecho. Esto se hace porque la realidad es compleja y la verdad no es tan sencilla como para pintarla únicamente con blanco y negro.

Pero este tipo de información ha perdido protagonismo, porque comenzó a compartir tarima con los youtubers, los tuits, los memes y lo clics, con lo cual se ha hecho un revuelto entre periodismo y entretenimiento que ya no se sabe qué es qué, se ve como el enredo de una madeja de hilo. Si alguien se entretiene con ciertas noticias o reportajes o entrevistas, muy bueno, pero ojalá, por encima de todo, encuentre información seria y responsable.

Por ejemplo, en un medio de comunicación en el que trabajé celebraron con mucho orgullo haber logrado en su momento una cifra récord de un millón de usuarios únicos en su versión digital, pero nunca se detuvieron a analizar con qué calidad de información la habían alcanzado. Los jóvenes profesionales que trabajaban en la página web quedaron convencidos de que en eso consiste el buen periodismo: en aumentar las cifras.

No. Hoy todos sabemos que los estrategas digitales conocen cómo convertir un tema en la tendencia del día, saben cómo y en qué momento aumentar el tráfico de sus páginas y cómo hacer de un hecho en un contenido que se expande como un virus por la red. Estos estrategas trabajan en los medios de comunicación, en las empresas, en los gobiernos y con los enemigos del gobierno. Están en todos lados, reciben muy buenos sueldos y están cotizados. Eso está muy bien, ese es su trabajo, pero muchas veces el buen estratega digital no es un periodista, porque su objetivo no es necesariamente informar, su función es poner a rodar contenidos que funcionen, sí, que funcionen, con esas palabras.

La pelea por el mayor alcance se da con los tuits llamativos, no necesariamente precisos y rigurosos, con las horas a las que se postea una información, con los temas que sí se comparten, con las palabras claves que se utilicen en sus textos para que aparezcan de primeras en los buscadores, con una serie de dinámicas muy lejanas de la misión de informar. Muchos de los tuiteros famosos consiguen patrocinio y con ello publican contenidos que no siempre son independientes y equilibrados.

Lo peor es que estudios que se han adelantado sobre comportamientos en redes sociales han concluido que los usuarios reducen sus opiniones y los contenidos que comparten a ideas y posiciones similares a las propias, no se exponen a cuestionamientos y entonces creen ser los dueños de la verdad.

Resulta muy paradójico, entonces, que en esta época de tanta información, los ciudadanos estemos más expuestos al riesgo de estar muy mal informados. Si no sabemos escoger las fuentes, si no somos selectivos, no contaremos con los fundamentos necesarios para entender lo que pasa en nuestra ciudad, en nuestro país, en el mundo.

Sí, las redes son maravillosas para que personas que antes no tenían voz sean escuchadas, para acceder más fácilmente a información de todo el mundo y de fuentes mucho más diversas de lo que era posible antes de la era digital. Es claro que han democratizado la información, pero en este mar de datos no todo lo que brilla es oro y es necesario saber pescar para encontrar el pez más gordo.

Los periodistas no podemos comernos el cuento de que lograr con un trabajo muchas lecturas en redes nos convierte inmediatamente en buenos profesionales o que debemos sacrificar la exactitud en aras de conseguir más retuits.

En una actitud que muchos podrán calificar como ingenua, creo que ahora más que nunca quienes escogimos el oficio de informar a otros tenemos una gran responsabilidad y debemos concentrarnos en hacer muy bien nuestro trabajo sea cual sea el formato que utilicemos: audio o video o la palabra escrita. Creo firmemente que debemos alejarnos del entretenimiento, debemos dejarle eso a las empresas que están en el negocio, para eso cuentan con sus propios estrategas digitales que compartan contenidos que funcionen.

Todavía quiero soñar con que sí existen lectores y usuarios que se tomarán el tiempo para escuchar, ver o leer periodismo serio y responsable; quiero soñar con que tarde poco a poco los medios alternativos crezcan sus audiencias y logren tomar distancia de esta polarización en muchas partes del mundo por cuenta de la información fragmentada y desordenada que recibe el público.

Sí, las nuevas generaciones no lee, lo veo en mis alumnos, pero ven montones de videos y podemos producirlos con calidad y seriedad para que tengan herramientas a la hora de analizar y entender el mundo. Cuando la juventud descubre altos estándares, a medida que crece ya no se conforma con la mediocridad y esa es nuestra tarea.