¿Quiénes teníamos la obligación de contarle al país lo que había sucedido en Bojayá o en Puerto Asís, Turbo y Toribío? ¿Quiénes teníamos la responsabilidad de que en Antioquia, Caldas o Santander conocieran los horrores de la violencia en Cauca o Nariño o el abandono del Putumayo y Vaupés?

Por los resultados en el plebiscito de ayer es posible pensar que los periodistas no lo hicimos bien. No de otra forma me explico que en aquellas poblaciones donde la violencia, la muerte y el miedo forman parte de la rutina haya ganado el Sí, mientras en el resto lo haya hecho el No. Y que a más del 60 por ciento de los colombianos el plebiscito les fuera indiferente y se abstuvieran de votar.

Tal parece que no logramos que las muertes ajenas, las violaciones a niñas y mujeres y el reclutamiento forzado de menores fueran lo suficientemente dolorosos para que quienes no viven esta tragedia entendieran que la orfandad, la mutilación y el desplazamiento suceden en un país que nos pertenece a todos.

Creo que si hubiéramos vivido la misma guerra habríamos sentido el dolor para querer gritar no más, como lo hizo ayer Bojayá donde el Sí ganó con el 96 por ciento de la votación, o Toribío, donde el apoyo a los acuerdos de paz de La Habana fue del 84 por ciento, por no hablar de Tumaco donde 71 por ciento de los votos fue a favor del Sí, o en Chocó, Cauca y Nariño donde el Sí se impuso con votaciones superiores al 60 por ciento.

En estos lugares que también son Colombia la gente se agotó con la muerte y tal vez los periodistas no fuimos lo suficientemente buenos para que sus voces se escucharan en todo el país, para que sus historias nos dolieran a todos. Tal vez ahora que al parecer seguirán las negociaciones para seguir buscando la paz, tengamos una segunda oportunidad y dejemos de registrar las mentiras de los políticos que han causado tanta muerte, pobreza e indiferencia, y les demos el micrófono y las cámaras a quienes han puesto sus piernas, sus cuerpos, sus hijos, sus familias, sus casas, sus tierras y lo cadáveres en esta violencia atroz.

Creo que los periodistas deberíamos reflexionar sobre lo que hemos hecho y pensar si no valdría la pena aprovechar a tantos hombres y mujeres que en este país saben narrar historias con voces, imágenes y palabras para que nos cuentan una vez más esta guerra, pero ahora en grupo y en voz alta, no como hombres y mujeres solitarios que a empujones se han abierto espacios en los medios y que han seguido su sueño de contar el dolor ajeno para que otros lo hagan propio y decidan terminarlo de una vez por todas.

¿Qué tal si muchos medios del país se unen durante una semana para empezar a crear memoria? ¿Qué tal si por ocho días silenciamos a Uribe, a Santos, a Benedetti, a “Timochenko”, a Roy Barreras y escuchamos únicamente a las víctimas? ¿Qué tal si registramos cada muerte con la dignidad que se merece cada vida? ¿Qué tal si volvemos noticia la decisión de dejar atrás que demostraron ayer las poblaciones donde el horror arrasa? Podríamos contar durante una semana con 30 periodistas en el Cauca para que hablen con quienes lloran hoy por el No, y otra veintena en Urabá, donde a diferencia del resto de Antioquia el Sí se impuso, para que todos entendiéramos sus razones y sus sueños de futuro, y 50 más en Tumaco para ver si en Colombia entendemos que todos tenemos el mismo derecho a morirnos de viejos.

Podríamos durante una semana juntar a varios estrategas digitales para que volvieran viral en las redes las palabras del alma de las víctimas y para que diseñaran memes que nos conmovieran a todos. Podríamos dejar que quienes interpretaran la realidad en los programas de radio fueran los huérfanos y las viudas y no solo los analistas desde sus rincones académicos.

También podríamos invitar a varios de los grandes columnistas del país a ceder por ocho días sus espacios a quienes han conocido la violencia más de cerca y que las grandes entrevistas fueran a soldados y guerrilleros que quedaron heridos y limitados en combates.

Tal vez los resultados de ayer sean una nueva oportunidad para empezar, tal vez sea cierto que Santos va a trabajar con todos, tal vez sea cierto que el cese al fuego se va a mantener, tal vez sí quede algo de esperanza y ojalá entendamos de una vez por todas que las verdaderas protagonistas son las víctimas y amplifiquemos sus historias como si fuéramos sus megáfonos.