¿Alguien está deprimido y tiene miedo de contárselo a otros? ¿Alguien más sufre de ansiedad o trastornos de pánico y los vive en solitario porque cree que será juzgado si pide ayuda en estos momentos? ¿Alguna mujer acaba de tener un hijo y está aterrada con pedir ayuda porque sus emociones no corresponden con el amor de madre que debería sentir y a cambio tiene ganas de morir?
Todas estas personas tienen derecho a hablar sobre lo que sienten, a expresar sus emociones sin ser juzgadas ni rechazadas, pero no lo hacen porque el estigma social es muy fuerte, porque los enfermos mentales suelen ser calificados por otros como inútiles, ineptos, vagos, incapaces. Muchas familias prefieren esconder a sus enfermos antes de pedir apoyo porque los consideran un motivo de vergüenza.
Pacientes con depresión han querido suicidarse, otros lo han intentado y muchos lo han logrado. Tal vez para ellos y para sus familias todo habría sido más fácil si hubieran podido nombrar lo que les sucedió, su hubieran podido expresarse sin sentirse culpables. Porque este es uno de los sentimientos más horribles que puede experimentar un enfermo mental, creer que todo lo que le sucede es por su culpa, por su culpa, por su culpa. No, los latigazos son muy malos consejeros y es necesario que abramos espacios donde podamos explicar que la depresión no se siente a voluntad, que nadie quiere sumergirse por cuenta propia en ese horror en el que la vida no tiene sentido, en ese desamor y esa desesperanza que todo lo agota.
Nadie se deprime porque le falte una vida espiritual, porque sea ateo o porque se haya comportado mal. Es una enfermedad que todavía está en estudio, sí, pero lo cierto es que por encima de cualquier cosa es eso, una enfermedad, y los vilipendiados medicamentos le ha servido a un porcentaje de la población para salir de la crisis y retomar la vida.
Seguramente para todos los pacientes sobrellevar sus duros momentos resultaría más fácil si la sociedad aceptara que ir al siquiatra es como ir al dermatólogo y que necesitar medicamentos para reducir la ansiedad no hace indigno al ser humano. La ignorancia al respecto es muy grande y familias enteras viven estos dramas en silencio y asustadas. Incluso muchos médicos no siquiatras desconocen por completo de qué se tratan estas enfermedades y maltratan a los pacientes y a sus propios colegas. En esta sociedad en la que la razón prima por encima de cualquier valor, es necesario recuperar la esencia del ser humano como bien supremo y establecer el acto generoso de amar como el hecho que nos devuelve la verdadera razón, la razón de ser.

Por eso te invito a que, si sufres o has sufrido depresión o ansiedad, abramos un espacio justo para que hablemos nosotros los enfermos mentales,. Yo doy el primer paso: he tenido y tengo crisis de ansiedad con síntomas depresivos, también ataques de pánico y nada de esto disminuye mi valor ni me me impide trabajar, querer y vivir. Abro este blog para todos.