No. No fui este domingo que pasó. Lo hice hace muchos años porque mi padre formaba parte de la Barra 5 y desde pequeña me llevó a La Santamaría. Aprendí a ver lo que veían los amantes del toreo y cuando adulta continué asistiendo esporádicamente a la plaza y admirando lo que me gustaba del toreo. El domingo no fui porque las manifestaciones de los defensores de animales que se han expresado pacíficamente durante los últimos años me han hecho consciente del dolor del animal y ahora soy incapaz de ser testigo de ese sufrimiento.
Soy una conversa, pero tengo claro que eso jamás me dará permiso para agredir a alguien que asista a las corridas, tampoco legitimará que les grite asesinos a los taurinos o que escriba en sus muros de Facebook que quienes van a toros tienen un corazón oscuro y son capaces de cometer cualquier atrocidad en la vida. Sí, he leído esto en las redes sociales.
Mi papá y sus amigos de barra jamás fueron capaces de cualquier cosa. No fueron una mafia. Tampoco una pandilla. No desfalcaron al gobierno ni apuñalaron a quienes no compartían sus ideas. Sus corazones no fueron perversos. Entiendo perfectamente las razones de los defensores de los animales y hoy en día comparto las críticas que se le hacen al toreo, pero de allí a afirmar que todos los taurinos son seres humanos que deben morir en la horca existe una distancia abismal.
Bien podrían decir los taurinos que todos los manifestantes del domingo son violentos, agresivos y pandilleros, que lo único que buscan es acosar, maltratar, herir y humillar a la gente. Que sus corazones están infectados de odio y que por sus venas solo corre la ira, pero claro, las generalizaciones de este tipo son una gran mentira y solo sirven para fomentar el odio, manipular e impedir entrar en razón.
Sencillamente me parece demasiado simplista concluir que si se defiende a los animales se es por derecha un buen ser humano y que si se asiste a la plaza de toros se es un ser abominable. Conozco demasiadas personas que cuidan a sus perros como si fueran seres humanos y a sus parientes y a quienes dicen ser sus amigos los pisotean y maltratan. Conozco amantes del toreo absolutamente amorosos, generosos y compasivos.
Infortunadamente, las protestas del domingo se salieron de madre y llegaron a actos de violencia que las descalifican por completo. Tal vez, si expresaran sus ideas en forma pacífica y amorosa como dicen que son sus corazones por defender a los animales, lograrían convencer a más personas para que dejen de asistir a La Santamaría, como lo hicieron conmigo, pero creo que con heridos de por medio el resultado es totalmente contrario.
Creo que esto sucede, en parte, porque hemos perdido las proporciones del dolor ajeno y la capacidad para respetar las diferencias, y ni hablar de la incapacidad para llegar a acuerdos. Ya quisiera yo que ante la violación de la menor de edad que sucedió hace unos días en un bus de servicio público en Antioquia todos hubiéramos reaccionado pacíficamente para protestar por esta infamia, pedir justicia e identificar al victimario como sucedió con la tragedia de Yuliana. O que ante el desfalco de Reficar y los sobornos de Odebrecht hubiéramos hecho algo porque nos están robando a todos nosotros. Tal vez así podría tomar un camino distinto la política en Colombia, tal vez así se defenderían la verdad, lo derechos, se castigaría el maltrato tanto a seres humanos como a animales y se tendrían claros conceptos de justicia y equidad.
Pero ante el curso que tomó la manifestación de ayer en La Santamaría, casi que hoy se pueden sentir menos mal quienes asistieron a la plaza que quienes clamaron clemencia con los animales.