La posible entrada de dineros de Odebrecht a las campañas políticas de Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga deja ver una vez más que en este país se arman los escándalos, se dan declaraciones para alborotar el avispero, se envían los documentos a la entidad encargada para investigar y solo quedan en el aire un montón de dudas que salpican a todo el mundo y nunca se resuelven.
Los datos precisos alrededor de cada campaña son muy distintos, pero lo único que va quedando claro por ahora es un cerro de preguntas. Solo para citar algunas: ¿Si Bula está diciendo mentiras, como afirman categóricamente las personas relacionadas con la campaña de Juan Manuel Santos, qué busca con inventarse todo esto? ¿Y si tiene una perversa intención, quiénes lo acompañan en su propósito? Porque resulta poco creíble que la historia, si es mentira, se le ocurrió en solitario.
Las respuestas a estas preguntas no pueden quedarse solo en conjeturas, porque si el escándalo se reduce a un enfrentamiento más entre uribistas y santistas, como han señalado muchos, ¿por qué el fiscal salió a dar las declaraciones en rueda de prensa y por qué, al parecer, la fiscalía ha filtrado información adicional a diversos medios de comunicación?
¿Podía el fiscal haber enviado la investigación al Consejo Nacional Electoral calladito? ¿Es acertado sembrar la duda alrededor de la campaña de Santos tan solo con la declaración de Otto Bula? ¿O será que estamos ante un fiscal que necesita mostrarse independiente para ganar un espacio político propio?
Por el lado de Zuluaga, si todo pasó sin que él se diera cuenta, si es que pasó, cómo funcionaba entonces esa campaña y que tipo de presidente hubiera tenido Colombia con un hombre que no conocía lo que pasaba en su grupo de trabajo. ¿De verdad no sabía nada de nada?
De comprobarse el ingreso de los dineros a las dos campañas, cabe preguntarse: ¿si lo que busca una firma como Odebrecht a la hora de financiar a posibles presidentes de un país es que una vez estos lleguen al poder les entreguen millonarios contratos, por qué les pagó esas gigantescas sumas de dinero a mandos medios que no garantizaban una futura injerencia en la adjudicación de las construcciones?
En todo esto no está del todo resuelto el entramado que se siguió para que finalmente se favoreciera a Odebrecht, en qué reuniones, cómo quienes recibieron los sobornos influyeron en otras personas, porque las decisiones sobre estas adjudicaciones no se hacen a una voz, las firman muchos más y las revisan otros tantos.
Y lo más grave aún, si todo esto resulta ser cierto y Odebrecht le metió la mano al bolsillo a ambas campañas, qué vamos a hacer los colombianos con miras a la futura elección de presidente en la que, seguro, como ya lo empezó a hacer Claudia López, el tema de la corrupción se robará el show. Podría terminar en una carrera por buscar el rabo de paja del otro, en un afán por encontrarles movimientos oscuros a los contrincantes con un montón de noticias falsas por las redes sociales sobre las cochinadas de todos los candidatos.
Nada alentador pinta el panorama, porque de ser así serán pocos los debates alrededor de lo que realmente necesita este país y será un buen caldo de cultivo para que aparezca un supuesto mesías alejado de la política tradicional y convenza a muchos de que él si llegó para salvarnos. ¡Dios nos libre!