Las informaciones en los medios de comunicación sobre los manejos que hizo Roberto Prieto de las donaciones a las campañas de Juan Manuel Santos a la Presidencia de la República y de los millonarios contratos que la empresa Marketmedios Comunicaciones S.A. ha tenido con el Estado se parecen a las maniobras oscuras de quienes hacen fortunas.
No hay rastros de sus bienes, las autoridades no tienen cómo demostrar que los ríos de plata circularon por sus cuentas bancarias y no es exacto afirmar que tienen contratos con el gobierno, porque no aparecen como dueños de las firmas, en cambio sí sus familiares.
Son hombres que actúan y no dejan rastros. También saben guardar silencio y niegan sus movimientos ante cualquier señalamiento.
Por eso, entre más se sabe de Roberto Prieto, más se pregunta uno cómo es posible que alguien con la astucia de un jugador de póker como lo es Juan Manuel Santos no lograra descifrar la personalidad de uno de sus supuestos hombres de confianza o que resultara engañado y traicionado por alguien tan cercano sin siquiera imaginarlo.
Cuesta trabajo pensar que Santos fue ingenuo. ¿De verdad, cuando ya era presidente, no sabía que Maketmedios andaba por ahí ofreciendo sus servicios y que se los estaban comprando?
¿Ninguno de sus leales súbditos se lo contó porque consideraba que no era necesario? ¿Todo formaba parte de esos acuerdos tácitos que se dan en la política? ¿Luis Fernando Andrade, presidente de la ANI, recibió en su oficina a Prieto solo por ser el exgerente de la campaña de Santos? ¿Es posible que con esa única credencial en su hoja de vida tuviera abiertas todas las puertas?
Si Prieto obtuvo beneficios del Estado sin que el presidente se enterara, no sabe uno qué pensar de un gobierno en el que basta con decir que uno conoce a Santos para que le tiendan la mano y le firmen los contratos.
El Presidente ha sido un político que se ha aliado con hombres de muy variados perfiles según sus necesidades del momento, ha saltado de Uribe a Petro, lo ha hecho por conveniencia y por astucia, no necesariamente porque los elegidos sean símbolo de ética y buen juicio. Durante el proceso 8.000 lo responsabilizaron de armar una jugada para tumbar a Samper y luego ya sentado en la Casa de Nariño son muchas las fotos en las que aparecen juntos. ¿De verdad creemos que Santos no conoce a quienes lo rodean o para qué le sirven?
Tal vez no sabía las minucias de los movimientos de Prieto, pero es imposible creer que no dimensionara las entrañas ni los alcances de un hombre que fue director de la Fundación Buen Gobierno durante 4 años, a quien llevó a varios cargo, a quien mandó a trabajar en el Banco Interamericano de Desarrollo y quien fuera su gerente en las campañas políticas. ¿Nunca imaginó Santos las cartas con las podría jugar Prieto? Difícil, muy difícil de creer.