Si fuera hija de Viviane Morales le pediría que me imaginara viviendo en una casa de adopción sin familia, con mi sentimiento de abandono y el dolor de no haber merecido lo suficiente como para contar con un adulto que se hiciera cargo de mí todos los días con amor y protección.

Que supusiera por un momento que ella me abandonó e imaginara mis palabras cuando me preguntaran por mis padres y yo no tuviera más que decir que no los tengo y nunca los conocí.

Le solicitaría pensar en todos aquellos niños que crecen en orfanatos porque no cuentan con la suerte de encontrar una familia que los adopte y que a los 18 años salen al mundo a ver cómo se defienden sin los soportes emocionales necesarios para el bienestar de todo ser humano.

Le explicaría que la empatía es la capacidad de ponerse en los zapatos del otro y que se imaginara a sí misma a los 7 años sin ocupar un lugar en un hogar y sin pronunciar las palabras papá o mamá a no ser para reclamar su ausencia.

La invitaría a visitar casas de adopción en Colombia, todas, a conversar con los niños que viven su infancia a cargo del Bienestar Familiar, con las mujeres que se hacen cargo de ellos y los ven crecer con el vacío interior de no ser amados incondicionalmente como lo hacen los padres.

La invitaría a informarse sobre cómo la protección, el abrigo y la contención por parte de adultos amorosos a los niños en sus primeros años de vida suele desarrollar adultos que le aportan a la sociedad.

Y le suplicaría que reflexionara sobre las enseñanzas que me dejará cuando muera, para que yo pueda recordarla como la mujer que entendió el amor como algo generoso, extensivo a todos los seres humanos y no como un concepto con el cual mercadear y buscar votos con conceptos falsos.

Terminaría por preguntarle si de verdad su Dios quiere niños eternamente huérfanos, porque de ser así no sería ese el ser todopoderoso en el que yo quisiera creer.

Haría todo esto para que dejara de una vez por todas quieta esta propuesta del referendo, que desistiera de seguir adelante, porque la política también exige entender que cuando uno ha sido derrotado con votos y argumentos más vale buscar una causa nueva y legítima por la cual luchar.