Las acusaciones entre políticos y figuras públicas han llegado a tales niveles en el país que ahora las noticias no son el número de muertos a manos de las Farc, sino la beligerancia de las palabras.

Creo que tildar a cualquier persona como violador de niños sin tener las pruebas para ello como lo hizo Álvaro Uribe Vélez con Daniel Samper Ospina es un delito, afecta la honra del atacado y tiene implicaciones para la libertad de prensa, como ya todos los periodistas han tratado con profundidad.

Pero creo que es necesario ir más allá en este debate. Con el perdón de Paloma Valencia, de su pequeña hija y del autor de la carta sobre Antioquia, lo que menos le importa al expresidente son ustedes, lo que verdaderamente le interesa a Álvaro Uribe es encontrar buenos enemigos a quienes declararles la guerra para crecerse políticamente y Daniel Samper Ospina es un gran adversario: es bogotano, lleva un apellido que ha tenido poder en Colombia, escribe en Semana, representa los principios liberales y cuenta con enemigos por cuenta de sus columnas. Además, Uribe necesita desprestigiar a los medios, restarles credibilidad y ganarse al público que está contra ellos, el cual, en estos momentos de la historia, es mucho y está furioso. Y por supuesto, resulta más sencillo declarar como falso un chiste de Daniel Samper, que una investigación de Daniel Coronell.

Y sí, ahí estamos todos, bien pendejos, debatiendo lo que hace o no hace Uribe y lo que hacen o no quienes él define como sus contrincantes. Uribe ya no tiene a las Farc, ahora va por los periodistas y aquí se nos olvida que fue así como ganó Trump, con todos los medios haciéndoles bulla a sus pendejadas y no pendejas mientras él sumaba cada vez más puntos por cuenta de las críticas. Los debates en Estados Unidos giraron más en torno al pelo de Trump y al origen de su esposa, que sobre sus políticas, y ahí lo tenemos haciendo fiestas con el calentamiento global que nos afecta a todos o estableciendo una relación con Rusia que los expertos mundiales no han terminado de calibrar.

Ojalá no nos pase lo mismo por quedarnos suspendidos en el horroroso ataque contra Daniel Samper y olvidarnos de mirar problemas que nos afectan a todos y que no se resuelven con una denuncia penal, como la situación económica, la corrupción, la desigualdad social, la falta de legitimidad de la clase política, la reinserción de los exguerrilleros a la vida civil o la violencia y la sangre que corren por cuenta del narcotráfico.