Desde el año pasado el Congreso estudia un proyecto de ley que busca darles a los niños con dislexia y dificultades de aprendizaje las herramientas necesarias para que puedan continuar con su educación en colegios y universidades públicas y privadas.
De acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional de Salud Mental realizada por el Ministerio de Salud en 2015, el 21,6 por ciento de los niños entre 7 y 11 años sufre dificultades de aprendizaje. Esto no lo dice la encuesta, pero muchas de estas dificultades se relacionan con la lectura y la escritura o con las matemáticas, y no necesariamente porque los niños tengan problemas cognitivos, ellos solo necesitan una metodología diferente y ciertos apoyos para poder aprender. Y este proyecto, que es sencillo y claro, los propone, como evaluar oralmente a los niños o darles mayor tiempo para presentar sus tareas, trabajos o evaluaciones, o permitir el uso de medios tecnológicos.
En la sesión plenaria del Senado del martes 25 de julio se decidió crear una subcomisión compuesta por los senadores Iván Duque, María del Rosario Guerra, Rosmery Martínez, Senén Niño y Andrés García Zuccardi (autor del proyecto), para estudiar el proyecto más a fondo. Algunos críticos se han burlado de la ignorancia de los congresistas, porque tal parece que no han entendido muy bien de qué se trata el asunto, pero yo les agradezco profundamente que se tomen el tiempo para estudiarlo, así tenga tan solo ocho artículos, porque es mejor que lo lean con cuidado y no que lo firmen sin leer.
Pero podemos ayudarles, el asunto es muy sencillo: por ejemplo, los niños con dislexia se benefician totalmente con el uso de un computador pues este les corrige las letras que ellos confunden como la “p”, la “q” o la “d”, lo que les permite leer y escribir, pero para muchos colegios utilizar un computador es un problema.
Como estos niños, otros tienen dificultades para escribir, ¿por qué no hacerles una evaluación oral? ¿Por qué tiene que ser con un examen escrito? Infortunadamente ciertos colegios tradicionales solo les piden a los alumnos copiar en un cuaderno lo que el profesor escribe en el tablero y las calificaciones dependen muchas veces de un cuaderno escrito con letra bonita, ordenada y roja y azul. ¿Es esto aprender?
Los muchachos que tienen déficit de atención, por ejemplo, se demoran más tiempo en hacer sus tareas, pero esto tampoco significa que sean malos estudiantes, solo necesitan más minutos para terminar sus trabajos. ¿Por qué no darles más tiempo como propone el proyecto? Por asuntos como estos a muchos niños se les califica como brutos y malos estudiantes cuando no lo son y con ello se les maltrata y se les impide aprender.
El proyecto también propone crear procedimientos especializados en los colegios y universidades para detectar estos problemas y capacitar a los profesores para ayudar en el proceso. Realmente no sé qué tan fácil sea aplicar estas propuestas y seguramente será un imposible en muchas escuelas del país, pero sí creo que entender que el sistema educativo puede estar equivocado con muchos niños que califica como vagos y malos estudiantes, sería más que suficiente. Ojalá los educadores y los centros educativos se unieran a este debate para ayudar a este 21 por ciento de niños a conseguir colegios donde sí puedan aprender, porque, además, los padres de todos estos niños viven un verdadero calvario para encontrar un lugar donde se los reciban y donde de verdad les quieran enseñar.