Resulta reconfortante escuchar a alguien hablando de paz en Colombia sin que por ello sea tildado de comunista, mamerto, santista, guerrillero o antiuribista. Resulta reconfortante saber que las palabras paz, esperanza y perdón vuelven a tener en nuestras noticias y titulares el valor que les pertenece por su propio significado.

Cuando habla Francisco, nadie puede salir a decir que lo hace en nombre de Timochenko ni que es “castrochavista”, tampoco puede argumentar que le está entregando el país a la izquierda o que concede demasiado a cambio de nada. Realmente toca el alma esta oportunidad para hablar de valores humanos sin reducirlos a intereses políticos, votos y elecciones. Otra vez la paz vuelve a su lugar y deja de ser esa pobre toda manoseada.

Para mí la visita del papa no tiene ninguna consideración religiosa pues no soy creyente, pero sí creo que su mensaje es universal y justamente ese es el valor que tiene. Me encanta que alguien puede hablar de los excluidos, de los pobres, de las víctimas, sin utilizarlos como instrumentos para ganar votos o prebendas políticas, sin usarlos para discursos populistas y mentirosos. De verdad me encanta que por unos días podamos hablar de cosas bonitas en Colombia sin odiarnos, sin agredirnos.

Claro, dirán unos, nada más político que un papa, por supuesto que todo lo que hace y dice es eminentemente político, por eso sus palabras no les gustan a muchos, pero en el caso colombiano, escucharlo es tal vez dejar que alguien nos toque el alma con su voz sin pensar en que quien habla tiene un interés escondido detrás.

No comparto muchas de las creencias católicas y por supuesto rechazo horrores como la pedofilia y el interés por esconderla para que nadie sea castigado, pero sí creo que en este momento un mensaje amoroso, honesto y transparente no le cae mal a nadie. Seguramente no traerá grandes cambios en el país, pero sí nos está dando un merecido respiro en medio de tanta corrupción, tanta injusticia social, tanta desigualdad, tanta polarización y tanta mentira.