La mayoría de los pronósticos sobre lo que viene para el mundo dan cuenta de un futuro desastroso en el que no habrá dinero, tendremos muchos muertos, pacientes que tuvieron covid- 19 vivirán con secuelas, no habrá empleos suficientes, grupos de niños no irán al colegio y las universidades se quedarán sin estudiantes. Todo junto suena aterrador.
La paradoja es que solo podremos enfrentar este futuro si nos llenamos de esperanza. Tenemos que seguir imaginando un buen mañana, aferrarnos a nuestra razón de ser en la vida, agarrarnos de aquello que nos ha mantenido vivos hasta hoy.
Necesitamos resignificar nuestros sueños y ser capaces de considerar una forma de vida diferente que también tenga sentido, porque es precisamente este sentido el que nos brinda esperanza, el que nos permite creer que sí será posible. Si conservamos la razón de ser de nuestra existencia, estaremos más abiertos a encontrar opciones, a hacer los cambios necesarios que nos permitan seguir viviendo sin perder de vista quiénes somos y para qué venimos al mundo. Sufriremos menos y tendremos la confianza suficiente en nosotros mismos para sonreír a pesar de todo. Disfrutaremos los pequeños detalles, los regalos que nos traiga la vida en medio de las dificultades.
Todos los días siento que mi vida tiene un sentido que no perderé por cuenta de las circunstancias, tengo una razón de ser que es inherente a la vida misma y que por eso esta vale la pena. Creo que si llego a perder este norte, no tendré la fuerza para enfrentar el futuro que viene, para lograr que el dinero alcance, que mis hijos sigan estudiando, para seguir cuidándonos y protegernos del contagio.
Me agarro con fuerza de las dificultades que he enfrentado antes para recordarme que sí he sido capaz, para confiar en que esta vez no será la excepción y que de pronto todo esto que nos auguran no me toque tan de frente, que de pronto sea una de las personas a quienes le sonría la fortuna. Me permito esta esperanza para estar abierta a nuevas miradas del mundo, para ser capaz de adaptarme a los cambios.
Siempre está la posibilidad de que no todo resulte tan negro como dicen, tal vez el futuro nos depare una grata sorpresa (nunca lo sabremos con anticipación), y es por esta opción, por mínima que nos parezca hoy, que también vale la pena conservar la esperanza.
Sí, tengo todo el derecho a pensar y sentir que puedo crearme, en medio del caos actual y futuro, un presente que me permita sentirme a gusto conmigo misma y con la vida que llevo, porque estoy viva por y para algo, porque logro encontrar enseñanzas en medio del dolor y reconocer que he sido más fuerte de lo que creía. Y me declaro libre para ejercer mi derecho: me permito tener esperanza.