Creo que una de las peores cosas que nos ha pasado con el coronavirus es que apareció en una época en la que la gente está creyendo que sus opiniones son la verdad y no los datos y los hechos, esto ha hecho que el autocuidado con la covid-19 sea un imposible en muchas partes del país y del mundo.
No son solo las personas desobedientes o aquellas que necesitan salir a la calle para conseguir el pan del día quienes pueden aumentar el riesgo de contagio, son también aquellas que opinan que el virus es una conspiración, que no existe o que es una simple gripa inofensiva. Niegan las cifras de muertos, los enfermos mismos y no creen en las recomendaciones de los médicos para protegernos. Asumen estas actitudes basadas en lo que quieren creer, en como esperan que sea la vida y no en como realmente es.
Esto es justamente lo que nos está dejando la posverdad: la negación absoluta de lo que pueden mostrar los hechos y los datos concretos, y la valoración de las opiniones personales como verdades absolutas.
Para el manejo de una pandemia esto es particularmente peligroso, porque no todos los mandatarios están gobernando con datos, como lo hace Ángela Merkel, por ejemplo, sino de acuerdo con lo que ellos piensan sobre el virus, como Bolsonario y Trump. Así, un problema de salud del planeta se ha convertido en un problema político: creer o no creer en el virus se ha vuelto lo importante, no los hechos y los datos que muestran cómo evoluciona la pandemia.
Muy diferente son los debates médicos sobre cómo se propaga más el virus, cómo se debe tratar, qué medicamento es el indicado, si es necesario hacer cuarentenas restringidas o con la estrategia del acordeón, debate que considero útil y necesario, pero que no se debe confundir con lo que son las noticias falsas o las opiniones.
Lo grave es que esta manera de entender la verdad ha impregnado todos los aspectos de la vida y hoy hay gente que cree que el mundo es plano, gente que cree que todas las vacunas son malas, gente que cree que los Clinton y los Obama son pedófilos, sin un solo dato que lo compruebe, sin un solo testimonio, sin una sola investigación que respalde estos hechos.
Muchas de estas informaciones falsas se distribuyen por Internet como información privilegiada que toca consumir ya porque muy pronto la van a censurar, circulan una serie de supuestos documentales que no tiene el respaldo ni de testigos ni de hechos. Solo aparece una voz que habla mientras pasan imágenes que supuestamente respaldan lo que se dice. Muchas veces estas imágenes están alteradas.
Lo más grave de todo esto es que los medios de comunicación, que supuestamente deberían ser los encargados de la verdad, hoy la tienen perdida. La gente está tan confundida entre los datos y las opiniones que quienes leen un dato y no les gusta no se detienen primero a entender que este dato es un hecho, sino que este tipo de lectores desechan al medio porque no publica lo que ellos quieren oír o leer.
Esto es realmente peligroso, porque el mundo está siendo gobernado por opiniones en una gran parte del planeta y no por hechos, con lo cual la covid-19 les da votos a unos y les quita a otros mientras más personas se contagian y un porcentaje muere. Colombia no es la excepción, aquí tenemos políticos que se han apropiado de los datos que arroja el virus para hacer campaña y dar peleas políticas, mientras los ciudadanos quedamos a la deriva entre el desempleo y la ocupación de las unidades de cuidados intensivos.