Mapaches, zorros árticos, lobos y focas, hacen parte de los animales silvestres que se despellejan vivos para responder a las demandas de la industria de la moda.
Aunque esta parezca la historia macabra de alguna sociedad primitiva, es una realidad que baña con sangre el negocio de las pieles en el mundo. Según el último informe de la Swiss Animal Protection, 100 millones fue la cifra de animales masacrados en todo el mundo.
En el impactante informe llamado ‘Dying for Fur’, en español ‘Muriendo por piel’, la organización suiza señala que el 85% de las granjas que se dedican al mercado de pieles se encuentra en China, y, pese a la demanda de decenas de entidades protectoras de animales en el mundo, el gigante gobierno asiático le ha dado la espalda a las diferentes iniciativas que se gestan para frenar la matanza.
China tiene dos billones de dólares entre sus razones para no abandonar el mercado, que con el paso de los años se expande y llama la atención de más productores, más diseñadores de modas y más comercializadores de pieles, para invertir en un país donde hay mano de obra barata y una indiscriminada permisividad del gobierno.
Hace aproximadamente diez años se viene promoviendo una campaña a nivel mundial que estigmatiza el uso de pieles de animales en la industria de la moda y, aun así, Estados Unidos, Europa y Japón, son los principales lugares a donde se exportan los artículos que toman la vida de animales, incluso de aquellos que hacen parte de nuestros hogares; perros, gatos y conejos corren la misma suerte: son despellejados vivos para servirle a la vanidad y a la necesidad de algunos por ostentar.
Aunque 100 millones de animales muertos por causa de la industria de pieles puede ser una cifra escandalosa, lo que más provoca indignación es el macabro sufrimiento que esta le provoca a los animales antes, durante y después de ser despellejados. En un video grabado por la Swiss Animal Protection en 2007, en China, se pueden observar las terribles condiciones en las que son criados los animales, el momento en que les arrancan la piel mientras aún siguen con vida y sus instantes de agonía sin piel, uno encima de otro, hasta morir desangrados.
Por: Andrés Gutiérrez
Río de Janeiro, Brasil.
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