Dos jóvenes vendieron todo lo que tenían para embarcarse en una aventura en bicicleta con su bebé de tan solo 3 meses de edad.
Viajar por el mundo es un sueño que muchas personas comparten. Ir de país en país viviendo experiencias y aprendiendo de otras culturas es algo que le emociona profundamente a la gente curiosa y aventurera. Sin embargo, son pocos los que se atreven a dejarlo todo y emprender la hazaña.
Diego y Noelia, de nacionalidad argentina, los dos con 35 años, no solamente se deshicieron de todas sus pertenecías para viajar por el mundo, sino que se propusieron hacerlo en bicicleta y como si fuera poco, en compañía de Martina, su hija, que en el momento de iniciar el viaje, tenía tan solo 3 meses de edad.
Martina es, probablemente, el bebé de menor edad viajando en bicicleta por el mundo. Su mamá, Noelia, escasamente esperó el tiempo prudencial del reposo después del parto cuando ya estaba pedaleando hacia la “libertad”, el término que define lo que para ellos es su viaje por el mundo.
La idea de emprender semejante travesía fue un sentimiento y deseo de darle un giro a sus vidas. Hace dos años, recibieron el peor golpe que se le puede dar a un padre; su primera hija, Sofía, quien tenía dos años de edad, falleció a causa de un cáncer cerebral. “El día en que murió nos miramos a los ojos y nos dijimos: ¿nos matamos o caminamos? Nos quedamos callados y entonces, decidimos caminar”, comenta Diego, sentado en el piso junto a su esposa, a unos metros de las bicicletas. “Ese también es el mensaje que queremos compartir con las personas con que nos cruzamos, el mañana no existe y la vida hay que vivirla ahora. Sofía un día se desmayó, la llevamos al médico y tres meses después ya no estaba más con nosotros”, agrega Noelia.
En su duelo por la muerte de Sofía, se prometieron no aplazar más su felicidad. Luego de algunos meses, Noelia quedó embarazada de Martina, la hermosa niña de ojos azules que hoy viaja en una silla de auto para bebés, adaptada por ellos mismos, en la parte trasera de la bicicleta. “Martina es la que decide en qué momento debemos parar y descansar. Ella también decide cuándo debemos comer y dónde debemos quedarnos. Nosotros hacemos su voluntad”, aseguran los padres.
Diego y Noelia parecen personajes de un cuento de niños, son almas gemelas, comparten el mismo estilo de vida, son alegres y saben apreciar el valor de lo que tiene precio. Cuando hablan de su viaje y de lo que dejaron atrás, lo hacen como si su aventura no fuera nada del otro mundo, como si hacer las cosas que a uno lo hacen feliz fuera normal. “La gente trabaja y trabaja para darle tantas cosas materiales a sus hijos y nunca están con ellos. Nosotros aprovechamos cada segundo a su lado y le damos algo que nunca nadie le va a poder quitar”, afirma Noelia, mientras consiente los piecitos de Martina.
Hasta el día de hoy han recorrido más de 3.000 km en aproximadamente seis meses. En su trayecto de Buenos Aires hasta Río de Janeiro se han quedado en cerca de 150 casas de personas, que en varias ocasiones, además de ofrecerles un lugar para dormir, les comparten sus alimentos e incluso han llegado a apoyar su valentía con algo de dinero. “Ustedes son peligrosos para el mundo”, les dijo una mujer que los hospedó, refiriéndose a su estilo de vida que antepone la felicidad por encima de cualquier cosa.
“Hay gente que nos pregunta si no tenemos miedo al arriesgar la vida de nuestra hija en un viaje como este. Nosotros perdimos a una hija que estaba protegida en nuestra casa y hoy no vamos a dejar de vivir al lado de Martina las mejores experiencias del mundo por miedo a la muerte. Uno se muere cuando le toca”, señala Diego.
Diego Waehner es ingeniero zootecnista y Noelia Pedretti es ingeniera agrónoma, se conocieron hace 9 años en la universidad y no dudan en asegurar que su profesión no significa nada en sus vidas puesto que ninguno de los dos la ejerció. Antes de viajar eran comerciantes y ahora se definen como una familia que viaja en bicicleta, sin rumbo fijo, pero siempre con intención de hacer lo que los haga sentir libres y felices.
Por: Andrés Gutiérrez
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Corrección de estilo y ortografía: Juan Manuel Almanza