PREGUNTA.- ¿Qué es el coaching?
RESPUESTA.- Es una disciplina, un proceso, una relación entre dos personas (coach y coachee), en el que se trabaja la instrospección para que el coachee desarrolle todo su pontencial. Se trabaja basándose en objetivos y metas. El coach acompaña al coachee en el proceso de alcanzar las metas, que el mismo coachee establece. Las metas y los objetivos no los establece el coach. El coach acompaña al coachee a establecer ese puente entre su realidad cotidiana y su futuro deseado.
P.- ¿Qué tipo de coaching realizas?
R.- Estoy especializada en un coaching centrado emprendedoras, mujeres profesionales. Ayudo a mujeres a construir un medio de vida rentable, equilibrado a su modo de vida, que sea ecológico, que de calidad de vida y que permita conciliar vida profesional y personal. Y el coaching que hago lo complemento con otras disciplinas o herramientas. Recomiendo mucho que el coaching esté complementado con otras disciplinas, como PNL, mentoring, marketing, desarrollo de proyectos, etc., dependiendo del momento en el que se encuentra la persona.
P.- El coach es el que pregunta y el cliente (coachee) responde. ¿Qué tipo de preguntas hace un coach?
R.- Fundamentalmente hace preguntas abiertas. La pregunta base es el «para qué». ¿Dónde quieres llegar? Es fundamental aclarar qué es lo que quiere conseguir el cliente. Son preguntas amplias pero permiten a la persona enfocarse. Muchas veces sabemos que queremos algo pero no sabemos bien el qué. El coach debe ayudar al coachee a clarificar sus verdaderos objetivos y que tome conciencia de si lo que el cliente está haciendo en el presente le ayuda a alcanzar esos objetivos. A partir de aquí, se diseña el plan de acción.

P.- ¿Cuánto es el mínimo de sesiones recomendadas para que un proceso de coaching sea efectivo?
R.- Menos de 6 sesiones no sirven, porque no se pueden conseguir cambios que sean duraderos.

P.- ¿Y el máximo?
R.- No se puede establecer a priori un máximo de sesiones, sin saber antes los objetivos y la realidad del coachee. Puede ser un proceso que dure tres, seis meses, o incluso un año. Pero no es una relación como la que se puede establecer con un psicólogo. El proceso tiene que tener un principio y un final claramente establecidos.

P.- ¿Qué recomiendas para que el proceso sea existoso?
R.-  Por un lado, generar confianza y empatía. Es fundamental ponerse en los zapatos de la otra persona. Por otra parte, mi experiencia me dice que es muy importante que al principio las sesiones sean semanales, luego se pueden dilatar a diez o quince días.  En una fase final más de seguimiento, en la que el coachee ya tiene comportamientos adquiridos y compromiso demostrado con sus acciones, se pueden espaciar aún más, con flexibilidad.
P.- ¿Te ha pasado alguna vez que, en la primera sesión, te hayas dicho «a esta persona no la voy a poder ayudar»?
R.- Sí. La primera sesión es la más importante para generar «buena energía», sentir buen «rollito». Si no existe este «feeling», la relación va a ser muy compleja y es muy difícil que el proceso sea exitoso. En alguna ocasión he visto que hay personas que no tienen compromiso y que esperan de ti la receta mágica, no ves en ellas el compromiso por trabajar seriamente en un proceso de cambio. En estos casos, prefiero no continuar, porque para mí es muy importante garantizar el éxito del proceso.
P.- En ciertos ambientes el coaching está desprestigiado. ¿Cuáles son los motivos?
R.- Es una disciplina que no está reglada aún y se ha puesto de moda, lo que da pie a el mal uso de la práctica del Coaching. Hay una gran oferta de cursos que se hacen llamar Coaching y no lo son, lo que en muchas ocasiones lleva al error y crea confusión entre las personas que lo demandan.  Considero que en definitiva, el prestigio, la credibilidad y responsabilidad de éxito corre por cuenta de la persona que se dedica a ello, el coaching no es bueno ni malo, es el profesional el que determina la calidad del proceso. Recomiendo en cualquiera de los casos, informarse de las credenciales del profesional, saber cuáles son sus referencias y los resultados obtenidos, sin dejar que influya los juicios ajenos a nuestra propia experiencia.

«Las mujeres, queramos o no, somos diferentes»
P.- ¿Cómo te diste cuenta que querías ser coach?
R.– El coaching me buscó a mí. Siempre lo he pensado. Siempre me ha interesado el comportamiento humano, el entender por qué la gente hace lo que hace y actúa. El coaching me buscó a mí cuando trabajaba en televisión. Tuve la inspiración haciendo una entrevista a una coach; escuchándola, me dije: «Esto es lo que quiero hacer en mi vida. Esto es lo mío». Encajaba perfectamente en mí, porque siempre he creído que para conseguir algo hay que hacer cosas. El coaching trabaja sobre esta premisa.
P.- ¿Por qué el foco en las mujeres emprendedoras?
R.- Porque soy mujer y soy emprendedora y por tanto me queda muy fácil empatizar con ellas y ayudarlas en un proceso por que el que yo ya he pasado. He pasado por todas las etapas del emprendimiento. Yo también he «sufrido» el cambio profesional: lo he pasado mal, muy mal, menos mal, regular, bien, hasta hacer de mi sueño un modo de vida estable, rentable y duradero. Me siento capacitada para compartir mi experiencia.
P.- ¿Por qué sólo con las mujeres?
R.– No es por nada ideológico o discursos feminista o nada parecido. He querido centrarme en las mujeres porque las mujeres, queremos o no, somos diferentes: tenemos necesidades diferentes. Somos biológica, neurológica y psicológicamente diferentes. Centrarse en un micro nicho de mercado,  como es el de «mujeres empresarias», es positivo y te ayuda a especializarte y ser muy bueno en algo
P.- ¿Es costoso el coaching que haces?
R.- No hablaría de que el coaching es costoso sino de que es una inversión con un retorno altísimo e inmediato. A las personas que me preguntan esto, más bien les devuelvo la pregunta: ¿Qué es costoso? ¿Qué precio tienen tus sueños?
😉
Pablo Álamo Hernández
Twitter: @pabloalamo
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