Entrevista a Catalina Rugeles, sibarita y hedonista, sommelier, charlista y cocinera, escritora natural, lectora… bon vivant… y, de paso, como si no fuera suficiente todavía, también abogada. Creadora y titular de la cátedra de Enología en la Universidad del Rosario, es, ante todo, una mujer culta, inspiradora y sorprendente.
PREGUNTA.- Usted es abogada y Sommelier consultora para la industria de bebidas alcohólicas pero le gusta denominarse «sibarita». ¿Cómo identificar a un sibarita? ¿Cuál es su perfil más característico?
RESPUESTA.- Cuando ves a alguien entusiasmarse al estar frente a un producto o situación de carácter refinado, alerta, estás frente a un sibarita. Estas expresiones se manifiestan en diversos ámbitos, especialmente gastronómicos y lúdicos y es así como llenan satisfacción una buena y estructurada conversación y un viaje de placer; o aparece el brillo en los ojos por un chocolate fino, una cucharita de nácar con caviar, la apertura de una bien seleccionad botella de vino que acompañe un plato de confit de pato o algún trago exótico nunca antes probado. Los artículos de lujo también hacen parte de aquello que hace saltar el corazón.
P.- ¿El gusto por la cosas costosas es sinónimo de sibarita?
R.- No en si por el precio sino por el reconocimiento a la historia, la tradición y el saber hacer, a los hilos de algodón egipcio que hay en un juego de sábanas, por ejemplo; a las décadas que un whisky ha reposado en una barrica o al privilegio que viene encerrado en una cajita. El sibarita es buen conocedor de aquello que le gusta y un consentido del buen gusto; buscando que su cotidianidad esté impregnada por experiencias placenteras.
P.- ¿Hay muchos sibaritas en la sociedad colombiana que reúnen ese perfil? ¿Dónde los encontramos?
R.- Los hay, no tantos como quisiera y de eso dan cuenta la ley de oferta y demanda en donde existen tantos productos maravillosos que no llegan a Colombia por que no hay suficiente masa crítica para su consumo. A pesar de ello, si hay una tendencia a participar de actividades y escenarios de placer, y es así como cada vez hay más interesantes propuestas gastronómicas, restaurantes que se lucen con ideas innovadores y varios otros que propenden por rescatar las costumbres locales y ponerlas en alto nivel. Los delicatessen van apareciendo en el paisaje urbano con más frecuencia y el esmero por ser buenos anfitriones de los amigos se da constantemente entre los jóvenes ejecutivos.
P.- ¿Ser sibarita es una cuestión de género? ¿Hay más hombres o mujeres sibaritas?
R.- A simple vista me atrevería a decir que históricamente hay más hombres que mujeres que pueden declarase sibaritas. También me atrevería a decir que eso se debe a que aún convivimos con la generación de hombres proveedores y mujeres amas de casa, en donde, en la generación de nuestros padres, el hombre, que tanto trabajaba, se recompensaba con algún gustillo elegante y la mujer buscaba darle gusto a su marido. En la medida en que las mujeres vamos tomando independencia económica y social, vamos generando nuestras propias selecciones. Pero ese es un fenómeno que está en ciernes. De hecho, debo decir que veo constantemente subestimado al paladar femenino con algunas bebidas de bajo estándar cuya publicidad está dirigida al público femenino.
P.- ¿Qué regalar a un sibarita? ¿No es algo parecido a una «misión imposible»?
R.- Parece ser tan intimidante darle un regalo a un sibarita. En mi caso, agradezco la intención que tengan de darme gusto y así recibo feliz cualquier botella vino o de destilados, un libro o un producto con una historia o con una saber hacer detrás. Creería que así mismo funciona para cualquiera que se declare como tal.
P.- ¿Hay buena oferta comercial para los sibaritas?
R.- Sí la hay, a nivel mundial los productos y servicios están muy bien segmentados y también existen bastantes bajo el concepto de buena relación calidad precio. Aun así, tratándose de la situación local, reitero que Colombia se pierde de muchos productos grandiosos que no llegan al país porque entre los costos de registros, importación y poca demanda, se pierde fácilmente el intento. Además, por lo general, el colombiano no está muy dispuesto a pagar valor agregado, por lo que Colombia no es un mercado con suficiente masa crítica para muchos productos sibaritas.
Pablo Álamo
@pabloalamo