Sólo las buenas prácticas empresariales garantizan el éxito a largo plazo
Muchas empresas han desarrollado un sistema de gobierno disfuncional que conduce a la gente común a volverse “éticamente ciega”. Pero hay motivos para la esperanza porque, antes o después, todos tenemos la oportunidad de cambiar y hacer las cosas bien.
El capitalismo crece con éxito en todas las culturas porque parte de una premisa ganadora: el mercado funciona mejor en un contexto de libertad. No es un sistema perfecto, incluso llega a ser perverso si está en manos de lógicas meramente especulativas y egoístas, pero es un hecho que funciona mejor que ningún otro. Sólo tiene dos “pequeños” problemas: suele atraer a sus filas personas sin una clara noción de límite, por un lado, que además rehúyen el control, algo esencial para evitar daños graves al bien común.
Quienes han emprendido la “cruzada” del gobierno corporativo bien han entendido lo que está en juego: crear un mundo mejor, economías más consistentes, empresas más profesionales. Al reducir el riesgo al que se exponen los actores económicos, se minimizan las consecuencias negativas de los errores humanos que suelen derivar en graves injusticias, de difícil o imposible reparación. Las malas prácticas de gobierno corporativo, por su parte, se traducen con frecuencia en pérdida de competitividad, mortalidad empresarial, aumento del desempleo, freno al crecimiento económico cuando no también en la consolidación de lógicas que aumentan la pobreza.
La lógica capitalista pide asegurar el retorno de la inversión. Esta pretensión no sólo es respetable sino justa y conveniente para la sostenibilidad del sistema. Do ut des!, decían los clásicos: damos y esperamos algo a cambio. Así debe ser. El reto es el cómo conseguimos el retorno.
El gobierno corporativo reconoce y protege el principio básico del sistema capitalista pero busca que los deseos legítimos sean alcanzados de la manera adecuada cuidando así los intereses de todo el sistema en un contexto de transparencia y legalidad.
A quienes han construido su éxito jugando con las cartas marcadas o con el “árbitro” a su favor en las decisiones más críticas del partido, igual el gobierno corporativo puede ser un arma estratégica: ayuda a poner a la organización a un nivel superior en un contexto global de máxima competencia.
Columna parcialmente publicada en el diario económico «5 Días».
Pablo Álamo
PhD en Economía y Empresa
Twitter: @pabloalamo
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