«Francia y Europa tienen un grave problema con la inmigración. Es urgente hablarlo, debatirlo y ponerle solución», sostiene la experta. Entrevista a Belén de León, Directora del think tank «Nueva Libertad y Gobierno» en Francia.
PREGUNTA.- Hay mucha preocupación en Europa ante el aumento de la violencia entre ciudadanos con culturas diferentes y algunos expertos sostienen que la situación es un «polvorín». ¿Qué está pasando en Francia? ¿Se está viviendo un choque de civilizaciones?
RESPUESTA.- No abiertamente, pero hay señales de que vamos hacia esa dirección. Lo que sucede en Francia en la actualidad es que tiene diversos frentes abiertos, que han sido sistemáticamente desatendidos. Si se les hubiera prestado y tomado atención a tiempo a algunos problemas, podrían haberse solucionado, pero hoy es mucho más complicado. La sociedad francesa es sensible a la hora de tratar ciertos temas, los abordan con tanta precaución que no llaman a las cosas por su nombre y busca alternativas para expresarse, lo suavizan, lo endulzan. Y cuando no se enfrentan los problemas de frente, es muy complicado solucionarlos.
P.- ¿Un ejemplo de temas que son primordiales y no se abordan en Francia?
R.- En las últimas elecciones, en el debate de campaña para la presidencia de la nación entre Macron y Le Pen, el público en general se quejó de que no se abordara el problema de la inmigración, de la islamización, que es una preocupación latente desde hace años, aunque más de un tiempo a esta parte. Lo adecuado sería poder hablar con naturalidad de que en Francia, el islam actualmente es la religión más practicada por encima de todas las existentes en el país, por delante incluso del católico practicante, o que en estos últimos 15 años la población musulmana se ha radicalizado y eso provoca tensiones y enfrentamientos sociales. Nada de esto se habló en el debate electoral. Quiero decir con esto, que la mayoría de la inmigración que recibe Francia, y que ha recibido durante muchos años, proviene de una cultura que no tiene vínculos con la cultura occidental y esta es una señal, sin duda alguna, de que vamos hacia esa dirección, hacia una colisión.
Hoy en día la politización está muy polarizada, existen variadas divisiones profundas y marcadas, y todo apunta en la dirección de un choque inevitable de civilizaciones, por falta de atención y sobre todo de decisiones políticas.
P.- ¿Cómo es la sociedad Francesa actual?
R.- Francia es una sociedad bastante politizada y polarizada. Con politizada me refiero a que, si bien es evidente que en Francia hay una fatiga y decepción con la política en general, la sociedad sigue involucrada y participa en los procesos electorales, siguen uniéndose a partidos políticos, sumándose a manifestaciones y está atenta a la actualidad, debates e información sobre asuntos políticos. Para mí, la politización puede ser positiva siempre que impulse la participación cívica y la toma de decisiones informadas porque es esencial para el funcionamiento de una democracia saludable. Ahora bien, hoy está tan polarizada, que existen variadas divisiones profundas y marcadas. En mi opinión y como dije antes, es el resultado de faltas de atención y falta de decisiones políticas apropiadas a la hora de haberse podido enfrentar a situaciones nuevas como la inmigración, sociales, culturales, religiosas que dejaron poco espacio a la larga, para consensos o diálogos constructivos.
P.- ¿Cómo han actuado las distintas fuerzas políticas?
R.- Hicieron su papel interviniendo, pero más bien cuando detectaban cierto beneficio electoral en esa polarización, así que estas divisiones lamentablemente aún se han ido marcando más. Así que, cuando las confrontaciones o conflictos eran menores, existió una ausencia de cooperación entre fuerzas políticas, dando como resultado hoy un problema mayor que puede ser perjudicial para la estabilidad social y democrática. No se puede poner una curita en una herida que necesita intervención quirúrgica. El problema es demasiado grave y afecta a toda la estabilidad del país, que requiere de un pacto de estado en el que participen todas las fuerzas políticas priorizando el bien común por encima de intereses partidistas.
P.- Históricamente Francia siempre ha sido un país abierto a acoger y hoy su sociedad es el resultado de años de inmigración. ¿Cómo juzga este proceso?
R.- En su mayoría, la actitud francesa que usted menciona ha traído resultados positivos. Yo soy inmigrante, viví en Chile, El Salvador y Perú, y al regresar a Europa me instalé en Francia, concretamente en Paris hace ya 18 años, descubriendo franceses de tercera y cuarta generación que dependiendo del origen de su cultura, se sienten menos identificados con Francia que sus abuelos cuando llegaron al país. Es ahí donde hay que poner el foco, porque, de lo contrario, se cumplirá la premonición de Huntington: «Los conflictos en el futuro no tendrán como principal causa raíces ideológicas o económicas, sino más bien culturales, y el choque entre las civilizaciones dominará la política a escala mundial». De hecho, tenemos un problema cultural, político y educativo.
P.- ¿Qué camino deben seguir los estados europeos, como Francia, ante el escenario descrito?
R.- Amar y defender lo propio, no conlleva odiar a nadie. En nuestro caso, defender nuestra cultura europea, francesa, con unas claras raíces cristianas. Nuestra civilización no ha de ser un agravio para nadie. Es un trabajo tanto de quien acoge como de quien busca un futuro mejor habiendo inmigrado. Francia, en concreto, es un país laico que respeta todo tipo de prácticas religiosas, no en vano convivimos multitud y no te hablo de unos pocos, sino de millones de personas que profesamos distintas creencias, cristianos católicos, ortodoxos, judíos, musulmanes, budistas con sus distintas tradiciones y culturas. Hay que entender que una adaptación exitosa a menudo implica un equilibrio entre mantener las tradiciones culturales propias y adoptar aspectos de la cultura local. Se trata de un proceso de adaptación, de comunión y asimilación, que no será exitoso, si permitimos que un inmigrante se rija unicamente por su cultura, tradiciones y lengua en un país extranjero. El inmigrante debe experimentar un proceso de apertura y adaptación. Tolerar una inmigración hermética, impenetrable y fanática es un error porque lleva necesariamente a un choque violento.
La Unión Europea debe hacer esas preguntas incómodas a sus países miembros, e incentivar en la Eurocámara un diálogo abierto en el que se debata sin miedo los problemas de la inmigración y así, se den respuestas claras a las preocupaciones de la ciudadanía.
P.- ¿Qué papel tiene la Unión Europea en todo esto?
R.- A mi modo de ver, la Unión Europea tiene el reto histórico de mover a sus países miembros a que tengan fronteras seguras y una inmigración responsable, solidaria y exigente. La inmigración no puede ser un proceso frívolo relacionado con la necesidad de resolver un problema a corto plazo. Como muchas cosas nuevas a la que nos enfrentamos las sociedades, la inmigración es un estado que conllevan cambios y que experimentamos en nuestro día a día. Como siempre pasa con los cambios, uno se genera preguntas que son válidas, así como legítimas, que incluso son sanas poder hacerlas porque demuestran la madurez de una sociedad. La Unión Europea debe hacer esas preguntas incómodas a los países en las sesiones de la Eurocámara, debe ser un tema a dialogar y debatir sin miedo, creando el espacio para que se den respuestas claras a la ciudadanía que se encuentra muy preocupada, y una dirección política clara para gestionar el proceso migratorio.
P.- ¿Qué consejo ha visto que funciona para una sana inmigración?
R.- Creo fielmente que un factor esencial para la adaptación, es el vínculo que pueda existir de quien emigra con el país al que ha inmigrado. Por ejemplo, España recibe en su mayoría una inmigración con la que comparte lengua, una gran mayoría de costumbres y también en alto grado comparte religión, y partiendo de esto, la adaptación y asimilación es más rápida y sencilla. Es cierto que por regla general compatriotas de las mismas nacionalidades tienden a concentrarse en zonas para vivir, compartir, crear negocios, salir de ocio… pero siempre es mucho más fácil por todos los vínculos que antes he dicho.
P.- ¿Desaconseja la inmigración de individuos de distinta cultura?
R.- No necesariamente, pero desaconsejo la inmigración masiva y no regulada de individuos con una cultura que sea radicalmente distintas en valores fundamentales. Individuos con una cultura distinta se pueden adaptar a otro sistema, a otro país, pero a todo un conjunto grande de individuos con pocas vinculaciones y nexos, le va a resultar más complicado, más lento, y será un proceso mucho más costoso y desgastante para todo. Obviamente no es imposible, pero habrá situaciones en que dependiendo del origen del inmigrante, éste se encuentre con elementos enfrentados, como en una encrucijada, “mi cultura, su cultura; mi tradición, su tradición; mi lengua, su lengua”, produciendo una situación para nada aconsejable, pues antes o después se enfrentarán estos sentimientos y uno de los dos prevalecerá, tratando de imponer uno sobre otro. Es clave, por tanto, que los países tengan una buena estrategia de selección, aceptación y gestión de su integración.
P.-¿Qué opina de la inmigración irregular?
R.- La inmigración irregular presenta desafíos distintos, que habríamos de abordar con mucha atención y responsabilidad porque presentan otro tipo de situaciones y problemáticas. La integración es harto difícil porque, en un porcentaje elevado, terminan frustrados cuando ven que sus expectativas no se cumplen. Dependiendo de su edad y por varios factores, hay quienes terminan delinquiendo, por lo general en baja intensidad, lo que en ocasiones termina desgraciadamente en alta intensidad o siendo captados por mafias, o agrupándose para crear núcleos de protección. Una inmigración irregular puede tender a incentivar procesos de radicalización, haciendo que los inmigrantes sobrevivan en bandas, manadas y colectivos que actúan regularmente al margen de la ley, y este tipo de procesos obligan a que las fuerzas del orden tarde o temprano intervengan, creando al estado una serie de problemáticas y gastos que no son positivas para ninguna sociedad.
Más información: Belén de León: director@nuevalibertad.org; @nuevalibertadygobierno
Pablo Álamo
PhD en Economía y Empresa
CETYS Universidad