Como acertadamente sostiene J. Matthew Ashley, profesor de la Universidad de Notre Dame, las universidades, y particularmente las escuelas de negocios, pueden ser un instrumento estratégico que impulse acciones encaminadas a comprender el mundo y transformarlo. Necesitamos nuevos paradigmas que iluminen la toma de decisiones estratégicas desde la compasión, la bondad y el perdón. El paradigma meramente competitivo se ha demostrado incapaz de poner solución a problemas cruciales que enfrenta la humanidad.
Para enfrentar los retos de un mundo organizacional tan dinámico, volátil, quebradizo y competitivo, se requiere de un enfoque sistemático y una hermenéutica apropiada en un entorno muy exigente de toma decisiones proactivas en un ámbito global. La visión estratégica que deben demostrar los líderes organizacionales tiene mucho de inteligencia política, porque junto a la innovación y la búsqueda de transformaciones positivas del entorno se necesitan líderes que sepan recopilar datos relevantes, analizarlos de manera sistémica e interpretarlos de modo consciente, responsable y empática, comprendiendo a los competidores, a los clientes y a todos los grupos de interés. Sólo así podemos identificar oportunidades y mitigar riesgos, y, sobre todo, lograr adaptarnos inteligentemente, conectar con el mercado y generar el cambio esperado.
En este mundo hiperconectado, se multiplican no solo los riesgos y ansiedades sino también las oportunidades de generar cambios positivos y regenerar el mundo que se nos ha sido encomendado. Pero todo cambio debe partir de un discernimiento que respete la realidad, que se acerque lo más posible a la verdad, que no caiga en falacias, manipulaciones y concesiones que, en el fondo, rinden pleitesía a intereses particulares, no al bien común.
Honoré de Balzac, el genial dramaturgo y novelista francés, escribió: “El hambre hace salir al lobo del bosque”. En efecto, el hambre, el deseo ardiente de algo, mueve a la acción, despierta la determinación. Se trata, obviamente, de un impulso que va más allá de las ganas y necesidad de comer, o de un estado de escasez de alimentos básicos, por lo general en un contexto de carestía o miseria. Aquí nos referimos a un deseo encendido, llameante, que no se apaga hasta lograr satisfacerlo. Es un actitud enérgica, apasionada, vehemente, porque quien la padece sabe que está en juego algo demasiado importante. Es como un instinto de supervivencia, un apetito que nos impulsa a satisfacer deseos y necesidades fundamentales.
Es una responsabilidad de todos reformular la educación de manera innovadora y adaptarla a las necesidades de cada época, porque debemos estar permanentemente diseñando la educación del futuro», sostiene Mónica López Sieben.
Hoy más que nunca el mundo necesita líderes con la actitud descrita, con verdadera “hambre” de cambiar, transformar, el mundo en una mejor versión, más humana, consciente y sostenible. Los jóvenes comparten este idealismo y la universidad no puede jugar el rol de apagar esta llama de bien y de justicia, valores que deben guiar el beneficio de cualquier actividad empresarial, con el criterio adicional de una obligada visión a largo plazo. El bien y la justicia no pueden ser conceptualizadas sin considerar a las siguientes generaciones, a lo que van a heredar si seguimos con los mismos paradigmas económicos y gerenciales. Estos paradigmas, caracterizados por una indecente indiferencia o por un «robo» flagrante al bienestar futuro de millones de personas porque deberán trabajar para pagar la “fiesta continua” en la que estamos instalados la mayoría de los países más desarrollados de la actualidad. En efecto, los niveles de deuda, y la relación de ésta con su productividad y curva de natalidad en muchas poblaciones es una bomba de relojería y es verdadero escándalo sin precedentes en la historia.
Obviamente nadie ve lo que no quiere ver, y más aún se hace difícil el desarrollo de mayores niveles de conciencia cuando no se mira de frente a la realidad, a veces porque se es beneficiario directo de la “fiesta” organizada, o por conflicto de intereses que hace muy difícil, por no decir heroica, la autocrítica.
Los hombres y mujeres de acción, que han «despertado», que sienten verdadera hambre de bien y responsabilidad social, saben que el amor no es suficiente: debemos actuar para proteger la bondad, todo lo bueno y sagrado que ha sido puesto bajo nuestro cuidado y responsabilidad».
Por todo esto, es muy interesante la propuesta de un grupo de intelectuales que proponen un paradigma gerencial que tenga en cuenta siete hambres: de conocimientos integrados, de una brújula moral, de un paradigma global, de comunidad y de un trabajo digno, de un impacto significativo, de una espiritualidad adulta y, por último, hambre un aprendizaje vivencial, a través de una pedagogía basada en la experiencia y evaluación de casos reales que lleven a las personas a entender el contexto, reflexionar sobre la realidad experimentada, discernir el camino que necesitamos recorrer y motivar a una acción comprometida con los retos humanos y sociales.
De las siete hambres que ha enumerado la Asociación Internacional de Universidades Jesuíticas, destaco dos: el hambre de comunidad y de un trabajo digno, y la de una espiritualidad profunda; la primera, porque el trabajo es para el hombre, no solo un medio de vida sino el camino para su máxima realización y gloria; y porque somos todos parte de una comunidad, de un pueblo, que camina, y este caminar debe hacerse juntos, de manera colaborativa y solidaria. Estas hambres son una invitación al discernimiento individual y a descubrir cómo hacer frente a la realidad que nos afecta, porque cada uno tiene que vivir su verdad, aquello que ama con tanta «hambre» que le mueve a la acción. Los hombres y mujeres de acción, que han «despertado», que sienten auténtica hambre de bien y responsabilidad social, saben que el amor no es suficiente: debemos actuar para proteger la bondad, todo lo bueno y sagrado que ha sido puesto bajo nuestro cuidado y responsabilidad.
La segunda hambre que, particularmente, me hace más sentido, es la necesidad y urgencia de que los líderes empresariales alcancen una espiritualidad profunda; sólo así podemos mirar con optimismo y esperanza el desenlace de la historia de la humanidad, que depende no solo de la misericordia de Dios, sino también de la acción humana. Quienes crean o dirigen empresas y organizaciones, necesitan conectar con el lado activo del Infinito, esto es, su trabajo profesional debe ser parte de la Fuente, de ese principio vital cuya existencia es infinita, que está en todas partes como algo bueno y bello: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera», dice el Génesis. Lo mismo debemos llegar a poder decir de los líderes empresariales, porque su accionar está conectado con la Fuente de toda bondad y belleza. Si se permite la metáfora, somos parte de una orquesta que no deja de componer en un eterno presente y hace sonar una música de enorme belleza, y nuestro propósito debería ser sumarnos a ese movimiento musical de manera armónica, conectando con esa energía y siendo parte de ella de modo activo, libre y creativo. Todo lo que no sea esto es, en el fondo, un desperdicio de dones, talentos y creatividad.
Como sostiene la Mónica López Sieben, Directora de la Escuela de Graduados en Administración de CETYS Universidad y Presidenta de CLADEA, es una responsabilidad de todos “reformular la educación de manera innovadora y adaptarla a las necesidades de cada época, porque debemos estar permanentemente diseñando la educación del futuro. La universidad no puede olvidarse del pasado, pero sobre todo debe ayudar a construir entre todos un mundo mejor”.
Quizá el momento actual requiere un compromiso mayor ante el potencial de los riesgos y amenazas. Sobre todo debido al conocimiento que tenemos de lo que sucede alrededor del mundo, de lo acontece en nuestra “casa común”, que es este universo y este planeta que habitamos. El paradigma gerencial que se utilice debe tocar la mente, los corazones y el alma de los “caminantes” -de las personas, de los líderes, de los hombres y mujeres de negocio- para que cada uno y cada una, en su contexto y comunidad, sean, con sus talentos, competencias y decisiones, luz que ilumine a todos y que a todos conecte con la Fuente de toda bondad y belleza.
Los líderes deben ser fuente de esperanza y lograr mantenerla más allá de toda duda legítima, que puede y debe plantearse en las universidades, con humildad y vocación de servicio, ante los graves retos que encaramos como humanidad. Más que nunca, la educación empresarial pasa a ser un asunto crucial y crítico, para que las empresas y organizaciones sean parte clave, activa y protagonista, de la solución a los problemas que como sociedad padecemos y de los retos que enfrentamos.
Pablo Álamo
@pabloalamocoach
Las Vegas, Nevada, 06-05-2024.