Las elecciones del año 2000 en Estados Unidos sonaron las alarmas y pusieron a los estadounidenses, otra vez, a reflexionar sobre la naturaleza de su propio sistema electoral. Como lo demostraron los resultados de la competencia entre George W. Bush y Al Gore, el sistema electoral estadounidense es probablemente uno de los únicos en el mundo en el que un presidente puede ser elegido sin contar con la mayoría del voto popular. El empate en ese entonces llegó hasta la Corte Suprema y fue allí en donde, en contra de la decisión popular, el país terminó con un republicano en la Casa Blanca. El resto es historia.
En esta ocasión, las encuestas en Estados Unidos continúan mostrando un nivel de empate que puede, eventualmente, llevar al país al mismo escenario del 2000. Este escenario ha abierto el debate sobre los costos y beneficios de tener un sistema electoral indirecto.
Varios puntos a tener en cuenta en esta discusión:
1. El sistema indirecto obliga a las campañas electorales a concentrar su estrategias en estados grandes, con altos niveles poblacionales (y por tanto, un buen número de delegados al colegio electoral) y cuya inclinación partidista no está claramente definida (los famosos swing states o estados indecisos). Esta tendencia desplaza e invisibiliza del debate electoral al resto de los estados y convierte en temas centrales de la campaña, aquellos que solo son de interés de los estados indecisos. Está claro: en materia electoral en Estados Unidos, el sur ya no existe.
2. La gran cantidad de dinero que se invierte en campañas electorales (en otra ocasión planeo escribir sobre la controvertida decisión de la Corte sobre este tema–citizens united) se dirige casi toda a estos estados, alterando en formas dramáticas la proporción dinero invertido/votante: Mientras en algunos estados no se ha transmitido una sola propaganda política desde el inicio de la campaña, en otros (como Ohio), prácticamente el 100% de los espacios publicitarios está dedicado a la pelea electoral. Imagínense sentarse un domingo a ver televisión en
Ohio!
3. El sistema del colegio electoral está terminando con la vieja tradición estadounidense de hacer política desde las bases y a nivel comunitario. En los estados que no son cruciales (los decididos), los incentivos para fomentar el debate público e ir puerta a puerta persuadiendo votantes desaparecieron. Y en los estados indecisos son el dinero y la televisión los que están monopolizando la conversación electoral y poco o nada pueden hacer las comunidades al respecto.
4. Peor aún, el sistema está generando incentivos que tienden a aumentar los niveles de abstención en Estados Unidos. El American Presidency Project (http://www.presidency.ucsb.edu/data/turnout.php) tiene cifras claras al respecto: mientras en los 60’s los votantes constituían entre el 60 y el 63 por ciento de la población de estadounidenses en edad de votar, la proporción se ha ido reduciendo gradualmente en las décadas de los 70’s y los 80’s hasta llegar a un 49.08 por ciento de votantes en 1996. En el 2008 esta cifra alcanza el 57.48% (probablemente gracias a los nuevos votantes que acompañaron la campaña del hoy presidente Obama) que se pronostica se reducirá ostensiblemente el próximo 6 de noviembre. Es posible que los ciudadanos de los estados ya decididos no encuentren incentivos suficientes para salir a depositar su voto y le estén delegando la responsabilidad a sus vecinos en los estados indecisos, reduciendo así los niveles de participación.
5. Hay un componente partidista en este debate que resulta bastante interesante: En una encuesta Gallup en Octubre del 2011 se reveló que el 71% de los demócratas dijeron preferir un sistema de voto popular mientras solo un 53% de los republicanos se mostró a favor del mismo.
6. Finalmente, y en parte por las razones expuestas, el sistema del colegio electoral simplemente no se gana el premio al más democrático del mundo.
Dicho todo esto, un cambio en el sistema exigiría una enmienda constitucional que requeriría unos niveles de trabajo y acuerdos bipartidistas que bajo las actuales circunstancias serían imposibles de lograr. El país está todavía sumido en una crisis económica y tiene la cabeza en otra parte. Pero si lo de este año es una repetición de lo del 2000, habrá que alquilar balcón para ver como se realinean las posiciones de los partidos en torno a este tema.
En Twitter: @sandraborda