“Tan solo Dalí; Salvador Dalí”

 

Desde entonces, mi vanidad no ha dejado de crecer, lo mismo que mi delirio de grandeza: yo lo único que quiero es ser Salvador Dalí y nada más”;

“Oh Salvador, ahora lo sabes, jugando a ser genio, se llega a serlo

  1. Dalí. (1904-1989)

 

Recientemente concluí la lectura de un sensacional ejemplar, recomendado para los amantes del arte fantástico: Dalí, la obra pictórica (impreso y editado por Bibliotheca Universalis bajo el sello TASCHEN). En este libro, Robert Deschanes, fallecido fotógrafo considerado el más destacado experto de Dalí; y Gilles Néret, reputado y ya fallecido historiador de arte, recuperaron magníficamente y al detalle, la vida y obra del artista español.

Criticado por muchos, pero admirado por millones, el legado que Salvador Dalí dejó en el mundo de las artes es irrebatible. Con una personalidad inestable, un ego agazapado que posteriormente explotaría y rompería todas las fronteras imaginables, un gusto extravagante, un estilo polémico, un consagrado y enérgico apetito por el erotismo, una férrea y a la vez lúgubre admiración u obsesión por el cuerpo humano (el femenil ante todo), un desbordante afán por la autenticidad, una exquisita codicia por ser el primero y el mejor, un firme e imperecedero amor por su mujer  y  una inagotable pasión por hacer del arte una exploración constante, Dalí logró hacer de sus obras una diadema infranqueable.

Sus pinturas superan cualquier diagnostico posible. La realidad de la mayoría de las obras de Salvador Dalí, jamás será una realidad posible. O de pronto sí, solo para aquél que quiera volar con él y fundirse por completo en su quimérico mundo. Para darle vida a sus prodigios se alimentó no solo de la savia que brotaba de su ingenio fabuloso y de su excentricidad crónica, sino de su ilimitada aspiración por lograr hacer de sus obras algo que desafiara no solo los principios históricos del arte, o los más ortodoxos parámetros del dibujo tradicional, sino las más avezadas leyes de la física, la química, la geología, entre otras. Principios de estas ciencias que Dalí no solo retaba, sino que también los hacía sus aliados, para hacer más elocuentes las tesis y doctrinas que excitaban el brío de su excepcional pincel.

A mi modo de ver fue un genio, porque rompió todos los esquemas y subvirtió el orden establecido. En sus obras, el observador se transmuta como en ninguna otra, transportándose, desinhibiéndose, exorcizándose, maravillándose; exigiéndose como no se exige uno frente al trabajo de otros virtuosos. Dalí hizo del dibujo algo científico y analítico en todas sus formas. Desde el detalle minúsculo hasta la enorme, grandilocuente y hasta absurda naturaleza de sus más extravagantes formas. Aquellas formas que plasmadas en sus lienzos hicieron de sus faenas no solo como pintor, sino como escultor e investigador, algo inmarcesible.

En esta galería, una diminuta pincelada de lo que en vida fue capaz de hacer un polémico y espléndido artista.

 

A los 10 años (1914) ya estampaba su sello. Interior holandés (Copia a imitación de Manuel Benedito).
18 años tenía Dalí cuando dibujó esta joya: Paisaje de Cadaqués, 1922
Esmerado en cada detalle, Dalí nos deleita con esta fresca y hermosa pintura: Muchacha en la ventana, 1925
De antología ilustrada vemos la obra Cesta de pan, 1926, una vianda maravillosa que Dalí le regala al universo artístico
Empieza a emerger el auténtico y trascendente Dalí. El hombre invisible”, 1929
No había cumplido 30 años aún, cuando creó su legendario Relojes blandos o El Tiempo derretido
A los 30 años, Salvador Dalí crea esta fascinante obra llamada El destete del mueble alimento, 1934
El gran amor de todos los tiempos de Dalí, envejecida prematura y espléndidamente: Gala, (“El ángelus de Gala”, 1935)
El surrealismo germina puro y grandilocuente… (“Metamorfosis de Narciso” 1937)
Dalí en pleno. La apoteosis se lanza con todo su ímpetu. Aquí tenemos “El pasillo de Palladio, de 1938”
Matices, sombras y destellos abismales, “Paisaje de Port Lligat, 1950”
Dalí, desafiante con la gravedad, desatando vorágines de arte y arrojo (“Cabeza rafaelezca estallada”, 1951)
Dalí en la cúspide de su talento (“La gran pesca del atún, 1966-67)
El espectacular “Cristo de San Juan de la Cruz”, 1951
“Rosa mediativa”, 1958
Y cerrando mi blog, el portentoso techo del Salón Noble, (Teatro Museo Dalí, 1972):