¿Qué es exactamente lo que tiene al presidente Iván Duque contra las cuerdas? ¿Por qué tanta animadversión hacia el primer mandatario?
Duque llegó a la presidencia aupado sobre el magullado espinazo de su preceptor y escudero, Álvaro Uribe Vélez, quien insufló cuanto más pudo para abrirle paso a su lazarillo hasta la casa de Nariño. Esto como hecho irrefutable, para nadie es un secreto.
Sus periodos como senador pasaron más con gloria que con pena, eso en todo caso, no se puede negar. Pero de cualquier manera su para algunos significativo aporte desde el legislativo, definitivamente, no fue propiamente lo que lo catapultó hacia la primera magistratura de Colombia.
La expectativa a nivel general, en principio me atrevería prudentemente a afirmarlo, fue “positiva”. Buena parte del país, a pesar de un anti uribismo que cada día pareciera ir en ascenso, vio en Duque un candidato fresco, instruido y juicioso en su devenir como parlamentario. Pero las buenas perspectivas se hundieron. “El duque”, al parecer, se convirtió en “pordiosero”.
¿Pero en qué momento empezó el declive que hoy lo tiene ad portas de un contundente (“y fatídico”) golpe…de opinión?
Impelido por los poderosos vientos del frenético aliento del expresidente ÁUV, la hazaña alcanzada, hoy mengua día tras día. Y la razón a mi modo de ver, empieza justamente en el mayor oprobio cometido durante su periodo como parlamentario; ese mismo que aunque no le sirvió a sus detractores para frenar su repentino ascenso al poder, aún está vigente tanto en el subconsciente como en el consiente colectivo de aquellos que no olvidan que el exsenador y hoy Presidente de la República legisló muy altivo y sin empacho alguno para el vigoroso gremio de las bebidas azucaradas liberándolos en gran parte gracias a su hábil gestión, del odioso IVA que por derecha sí grava y devora no solo a gran parte de la empresa e industria colombiana, si no a prácticamente toda la desgarrada canasta familiar.
Una “heroica” defensa (año y medio atrás escasamente), de parte de quien hoy detenta la presidencia de Colombia, a un gremio que no ha salido del ojo del huracán por entre otras razones, los efectos nocivos de la lesiva gaseosa.
Con sus finanzas hoy blindadas, es mucho lo que el orgulloso emporio debe a Duque, y mucho también, el resquemor de quienes no le perdonan, ni olvidan tan artera jugada.
Otra pústula que reventó muy rápido en el “regocijado” “gobierno Duque – Uribe” fue aquella representada por las manifiestas contradicciones que muy temprano empezaron hondamente a atisbar en el campo de la promesa tributaria.
En campaña prometió en materia de impuestos, justamente todo lo contrario de lo que empezó a hacer tan solo unos meses de haberse colgado la banda presidencial. La regla fiscal de este gobierno y la dicharachera Ley de Financiamiento de Duque siguen siendo el hazmerreír de la crítica.
Otro episodio más anecdótico que cualquier otra cosa, pero no por ello, menos perjudicial para su bisoña imagen, fue aquél cuando durante su primer encuentro en Ciudad del Vaticano con el Papa Francisco (Bergoglio) Iván Duque, presidente de Colombia, lo primero que apuntó a decirle al “sumo pontífice” fue “saludes del presidente Uribe”. Muy temprano el novato gobernante dejó claro ante el mundo su exuberante y pintoresco afecto por la persona que lo alzó hasta el zócalo mientras el país, absorto por demás, no salía del asombro preguntándose hasta dónde el polémico expresidente iba a empezar a mandar en cuerpo ajeno o simplemente, la lisonjera y trasnochada idolatría y el obnubilado y zalamero mesianismo iban a empezar a regir durante 4 años la nación.
Finalmente, con broche de hojalata y doble “moño”, termina de envolver el presidente Duque “el regalo navideño” para sus gobernados. Dos salidas en falso que por insolencia o por impertinencia han terminado de enlodar su nombre, encumbrándolo a “rey de burlas” en toda la geografía nacional, más allá de las cifras positivas que haya empezado a arrojar su gobierno, si es que las ha generado hasta hoy.
La primera, cuando empezando el segundo semestre del año en curso, el presidente calificó de impecable y exitosa la operación militar que en el Caquetá (San Vicente del Caguán, 30 de agosto de 2019) dio de baja a Rogelio Bolívar Córdova alias “Gildardo Cucho”, líder de la violenta disidencia de las Farc. La misma operación castrense por la que el mundo entero lleva un mes atónito informándose acerca de los casi 18 menores de edad que también allí perdieron la vida. La misma operación “exitosa” en virtud de la cual Guillermo Botero, ministro estrella del gobierno de Iván Duque, dimitió a su cargo de jefe de la cartera del Ministerio de Defensa, por haber omitido información valiosa tendiente a revelar y esclarecer la muerte de más de una docena de menores durante el operativo.
En medio de la exaltación y congoja de un pueblo enfurecido por la revelación a la opinión pública de lo que para muchos se parece a aquél aciago capítulo de los odiosos “falsos positivos” ejecutados durante el lóbrego gobierno de ÁUV, explotaría entonces la última escara en el rostro del país cuando tan solo unas semanas atrás, nuestro “imberbe” Presidente decidiera responderle a un periodista “¿De qué me hablas, viejo?¨ luego de que este le preguntara por la tragedia ocurrida durante el bombardeo a las cabecillas de las Farc.
Sea o no la censura de forma o de fondo, sustancial o no en determinado contexto, para la golpeada imagen de Duque, su salida altanera fue nefasta. Y el pueblo no perdona.
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La marcha en contra “del cetro y el duque” llegó.
Si usted, respetado lector, decide unirse a ella, perfecto; si resuelve abstenerse, igual de válido.
Lo importante es auditar permanentemente las acciones del gobierno sin desdeñar los aciagos resultados de los últimos 20 gobiernos que tanto menoscabo le han causado a Colombia.