“Esas mujeres sugestivas…”
“Se visten como perras, así las tratan y luego se quejan”, “mujeres sugestivas, se visten para provocar… ¡sinvergüenzas!”, expresiones como estas se oyen con frecuencia en la cotidianidad. Chocantes para unos, acertadas para otros, vale la pena hacerles un “juicio de valor” en estos momentos de transición, en los que paulatinamente se reabren los negocios, se reactiva el consumo y la gente empieza a venderse a sí misma de todas las formas posibles para recuperar si quiera algo de lo perdido en tiempos de “acuartelamiento” tras la invasión del arrasador covid-19
Unas semanas atrás me llamó la atención un estado de una amiga psicóloga en WhatsApp; era una imagen matizada de un diseño femenil con atractivos colores rosa y pastel que exaltaba un par de “seductoras” prendas muy de ellas, acompañada de un mensaje contundente: “No estoy vestida como puta, tú estás pensando como violador”.
Interesante.
¿Será que los hombres que miran con encendido deseo (no necesariamente morboso) a ciertas mujeres amantes de cierto tipo de indumentaria lo hacen porque tales prendas “inequívocamente”, sugerentes en sus muy definidos diseños, fueron confeccionadas para tal fin, o simplemente porque de ellos fluye su instinto natural de “violador” en potencia?
Creería que la respuesta en principio se acerca al “depende”. Depende del observador, del objeto y del observado.
Si el observador es un animal morboso, su instinto caníbal lo va a llevar a desnudar con la mirada indistintamente tanto a una “mujer insinuante” como a la más recatada y, en ese caso, no valdría la pena desgastarse en consideración alguna. Pero si el observador es de aquellos que, más que por instinto, admira a la mujer por convicción, entre un escote o la más larga de las faldas, no debería de haber ninguna diferencia que apacigüe su embelesamiento. Mientras el escote no sea vulgar por supuesto.
Porque ahí sí, probablemente, dejará el hombre de ver a la mujer como el bello cosmos que es para apetecerla como si una cosa fuera. ¿O acaso me equivoco y con mi apreciación, sin querer, estoy avalando el odioso instinto aquél del “observador machista y violador”?
Aquí pasamos al objeto de la ecuación planteada; un escote, por ejemplo, una falda abierta o un jean ajustado o descaderado, ¿qué los hace vulgares? ¿Es el objeto el vulgar, o vulgar es la mujer observada?
¿Qué exactamente hace a una mujer vulgar en su forma de vestir: ella por algunos acentuados relieves de su silueta curvilínea, o la ropa que lleva puesta por “provocadora”?
Presumo que la ropa, definitivamente.
Tildar a una mujer de “vulgar” solamente porque es de tallas “prominentes” siempre me ha parecido odioso, tanto como exigirle que por ser de medidas sobresalientes deba necesariamente cubrirse de más tela o simplemente abstenerse de mostrar. Respetando claro está cualquier opinión adversa me reafirmo en que quienes así piensan prejuzgan y discriminan.
Ciertamente he oído muchas veces la antipática sentencia de que las mujeres voluptuosas deberían abstenerse de usar ajuares que a las mujeres de poco realce en su relieve sí les lucen “por cuanto no se ven vulgares”. Me sustraigo de ese juicio. Otra cosa distinta es que haya prendas que le favorezcan más a ciertos tipos de mujeres que a otras y, con una mínima noción de estética, se opte por una u otra opción.
Y entonces, habrá quien diga: la “estética” es un concepto ambiguo, tan relativo como la expresión “mujer vulgar o mujer lesiva”; y en fin, entre «el depende» y la relatividad de las formas y nociones, jamás acabaría de escribir la columna.
Como hombre, por supuesto, soy consciente de que me estoy «metiendo en camisa de once varas» al querer abordar (con la mejor intención, por supuesto) si quiera someramente este tema, empezando porque, tanto de estética en el atavío como de moda femenina, se muy poco definitivamente, más allá de que no sea ese el tema medular de este blog.
Más bien es al lector en general a quien le traslado las inquietudes que aquí me planteo, no solo a los doctos en glamour, moda y estética femenina sino a un público variado, pues sí que me encantaría conocer diversos puntos de vista.
Cierro mi columna retomando ese impactante mensaje de “no estoy vestida como una puta, tú estás viéndome con ojos violador” para, en una opinión absolutamente personal, concluir que nosotros como hombres y caballeros que deberíamos ser tenemos el deber de respetar a toda mujer sin distinción de absolutamente nada, por el solo hecho de pertenecer a la misma hermosa “especie” y género de quien nos dio la vida. Admirando su innata belleza, intacta a cualquier edad, elogiándola si es estrictamente necesario hacerlo, con el mayor de los respetos y no a través de galanterías chabacanas ni obscenidades trasnochadas y repudiables. Ellas, a su vez, tienen toda la libertad de vestirse como a bien les plazca, estéticamente o no, sopesando y previniendo eso sí que en nuestro género hay mucho animal sexual y entes depravados que piensan con todo menos con el cerebro, y que por consiguiente y desgraciadamente algunos ropajes específicos podrían exponerlas innecesariamente a las fauces de la bestia.
Sí, “como te vistes te tratan”, decían mis ancestros, y en un determinado escenario tiene que ser fundamental ese principio (Ejemplo, si una señorita o señora no se viste en un despacho judicial con la sobriedad que el recinto reclama, pues definitivamente no se vería con buenos ojos, sin que ello de lugar, por supuesto, a que de tajo acaben con su reputación o confundan el juzgado con un cabaret) que no debería automáticamente validar a aquél que mira con ojos de violador, dándole licencia abierta a deshonrar a cuantas le provoque, pero sí concientizar y advertir con un mínimo de prudencia a quien asume “el riesgo” (suena odioso lo sé) de vestirse como se le dé la gana. ¿Qué opinan señores?
Damas: Ustedes tienen la última palabra…