«De patrullero a general”
“Cualquier patrullero, por méritos propios, debería poder llegar a ser general”…
Estas fueron las palabras que dejó escapar el presidente Gustavo Petro, en la Escuela de Cadetes General Francisco José de Paula Santander, durante la ceremonia de transmisión de mando de la Policía Nacional. Frente a un sinnúmero de oficiales y suboficiales puso el dedo en la llaga de un tema álgido: la discriminación y el desequilibrio existente al interior de las fuerzas militares, pues cuando se trata de medir el rango de oficial vs el suboficial, ya de entrada, la palabra “suboficial” (por debajo de oficial) denota una …»aplastante» diferencia.
¿Cuál es el trasfondo de su propuesta?
¿Por qué para muchos resulta tan chocante como absurda?
¿Tiene asidero lo que dijo?
Muchas son las inquietudes que pudo haber generado la polémica frase del siempre controversial (y controvertible), Gustavo Petro, empezando por quienes hemos tenido algún acercamiento importante con la órbita castrense.
Bien sabido es que, en cuanto a jerarquía concierne, mayúscula es la brecha entre “el sub” y el oficial. Dramática muchas veces.
¿Y cuál es entonces el factor que determina la naturaleza de uno y otro en las fuerzas armadas?
El dinero en esencia.
La capacidad adquisitiva hace que alguien que aspire a hacer la carrera militar, llegue a ser oficial o suboficial. Es la única verdad. Claro está, la disciplina, la consagración, la perseverancia etc., son fundamentales en la formación y el ascenso, pero si no se tiene la capacidad económica de financiar la carrera de oficial, no hay virtud ni espíritu miliciano que valga.
La carrera de oficial en el Ejército (Policía, Armada, Fuerza Aérea,..) es casi 3 veces más costosa que la de un suboficial. Y, ciertamente, un oficial al interior de las FFMM “pesa” casi “tres veces” más que un suboficial.
En mi significativo paso por el Ejército Nacional (prestando el servicio militar y luego como profesional en el ejercicio ante la justicia penal militar -de la PONAL-, siempre me llamó profundamente la atención, que un oficial de grado (sub) teniente (el primer grado que se le confiere a un oficial) con menos de 6 meses de haber salido de la escuela de formación de cadetes, ejerciera -muchas veces con gran desdén-, la superioridad que le daba su rango de oficial, por encima incluso, de un sargento viceprimero con más de 30 años en el ejército. Para uno de soldado era insólito ver cómo un suboficial con las botas desgastadas y la piel curtida resultado de décadas de servicio a la patria, trasnocho, insolación, insomnio, entrenamiento, re-entrenamiento y contra entrenamiento, vestido con su orgulloso camuflado expuesto a infinitas horas de sol, terreno, fuego enemigo y además con el insondable conocimiento que sus años de experiencia le habían proporcionado, tenía que rendirle “pleitesía” a aquél cuyas botas relucientes no evidenciaban desgaste alguno, pero que tenía la insignia de oficial.
Penosa realidad que favorecía a quien había tenido el dinero para costear su carrera. Y que, en desventaja, ponía a merced suya, toda una vida de glorias y penas, de guerrería y marcialidad.
Siempre he creído que en el escalafón de la vida, empezando por el árido y convulsionado universo castrense, la antigüedad debería de ser ante todo, el factor diferenciador entre un «rango» y el otro. En otras palabras, el rango debería determinarlo la antigüedad, la experiencia, los años de conocimiento y no otro factor.
Y sí, en el ejército y las demás fuerzas incluida la PONAL, la antigüedad pesa y pesa demasiado, pero muchas, muchísimas veces, se malogra, se ignora, se extingue, cuando se trata de poner en balanza un oficial frente a un suboficial.
Pueden ser innumerables los casos en los que, al interior de las fuerzas militares, el avance obtenido en una “estrategia de combate” u operación militar, se torne fallida o inocua por completo, por el solo hecho de, ya sea por falta de precisión, imprudencia u obcecación, se llegue a ponderar en exceso, la dignidad “oficial – suboficial”.
Verbi gracia, cuando (por ejemplo), un destacamento militar apostado en una zona crítica ha logrado avanzar en su cometido bajo la dirección de un experimentado suboficial de rango superior, pero, de repente, recibe órdenes de continuar adelantando sus líneas pero esta vez bajo la subordinación de un (sub) teniente. Muchas veces, la ausente experticia del novato oficial trae consigo resultados irreparables.
En fin, el llamado desde la presidencia a reevaluar este punto de crítico desequilibrio, no me parece en modo alguno desatinado, si es que, ese fue el punto sensible que quiso Petro tocar cuando de él brotó la frase “un patrullero debería poder llegar a ser general”, que estoy casi seguro, así lo fue.
He tenido la oportunidad de cotejar el “pensum académico” de una y otra carrera, para suboficial y para oficial y, aún cuando el del oficial es más nutrido, la diferencia no es abismal. Lo abismal es la diferencia en el valor (monetario, nominal, piramidal y humano) de una opción y otra. Porque, obvio, el oficial devenga mucho más que el suboficial. Las cifras pueden llegar a dejarlo a uno perplejo; un general full de tres soles, con 40 años al servicio de la bandera, puede llegar a percibir un salario 7 veces mas elevado, que un sargento mayor con los mismos años o más, de antigüedad.
Complejo y no menos interesante asunto este de los rangos, salarios, escalafón, ascenso y poder de los oficiales sobre los suboficiales de nuestras FF.MM.
Y ni hablar de los métodos “non sanctos” que al interior de la corporación más denostada del país (el congreso de la República) utilizan para definir qué alto oficial merece o no ascender a la máxima dignidad dentro del generalato nacional. La repulsiva politiquería termina anteponiéndose a todo. Entiéndase por esto que, muchas veces, son injustos los llamados a calificar servicios, es decir, abruptas y precipitadas interrupciones de toda una vida de consagración a la patria así como el ascenso a soles de quienes no habían hecho méritos suficientes.
Se define la suerte de un oficial de alto rango, muchas veces reitero, no por la heroicidad profesional y méritos propios de una encomiable aptitud, sino por la manguala y turbios intereses del hedor politiquero.
La antigüedad se va para el carajo, la consagración por el retrete, la vocación…»para la m”.
Y es ahí cuando, en medio de esos intereses oscuros y abyectos, azuzados muchas veces por el dirigente político de turno, insisto una y otra vez, también los altos oficiales se vuelven blanco de reprochables inequidades y rastreras discriminaciones.
Corolario de lo anterior, a la pregunta de si “un patrullero” (cabo, subintendente, etc..) podría llegar a ser general, la respuesta es sí, tajante.
Pero dicha transformación al interior de lo que han sido quizá 100 años de normativa, ritualidad y tradición castrense resultará todo un desafío. Un gran reto institucional e histórico.
Addenda:
Muchos compatriotas están indignados con el presidente electo, y constantemente me preguntan si estoy de acuerdo con la desaparición del ESMAD y, con lo que muchos han llamado “la mutación” de las fuerzas militares y de policía a “damas de compañía”, a propósito de la manifiesta intención de Petro de hacer del ejército y la policía unas “fuerzas rosa” que se desprendan de su espíritu guerrerista y empiecen a transitar los senderos de la reconciliación y la tolerancia…
La respuesta es contundente: NO estoy de acuerdo con la abolición del ESMAD ni tampoco con hacer de nuestro Ejército y Policía Nacional unas fuerzas excesivamente sosegadas y tersas.
Nuestra turbada sociedad y el grado de perversa criminalidad de esta nación no están para eso.