Atreverse a afirmar que el retumbante estribillo de ‘¡Fuera Petro, Fuera Petro!’, en varios escenarios del país (y del exterior incluso), es el grito desesperado de unos cuantos colombianos de las clases más pudientes del país, es vergonzoso, por decir lo menos.
La insatisfacción por este gobierno es general. Es enorme. Negarlo es una insolencia. Y las razones abundan.
La alentadora para muchos, propuesta en campaña del “Pacto Histórico” y la “Colombia “Humana” y del petrismo en general, naufragó muy rápido.
Más rápido de lo que se pensaba.
Los sepultureros de la “gran expectativa”, el país los conoce muy bien; empezando por Armando Benedetti y Roy Barreras, a quienes en medio de una gran polémica interna del partido del gobierno, el mismo les abrió las puertas y no solamente los dejó entrar sino que, les soltó gran parte de las llaves del ejecutivo, pagando muy caro la controversial alianza con dos iconos de la politiquería más cuestionada, irritante y recalcitrante de este país.
De Nicolás Petro ni hablar, gran adalid de la caída en picada de la imagen del papá presidente. Y con él, ministros folclóricos, deslenguados, muy deportivos y altaneros quienes, al lado de congresistas del Pacto Histórico que solamente han causado vergüenza y polémica, rápidamente, llevaron a que el pueblo de Colombia empezara a ver con un grado nada despreciable de repulsión al gobierno Petro. Petristas incluso, muchísimos de ellos, han tachado de mendaz y frustrante el primer año del presidente.
Más allá de sus buenas intenciones (si es que las tiene, al principio yo creí que sí) , el grueso del país asocia a este gobierno, con incompetencia, arrogancia, ineficiencia y voracidad. Y ante todo: escándalo.
(Mejor dicho, nada que envidiarle a las cloacas que lo antecedieron.)
Los defensores acérrimos muy cercanos al gobierno, se envanecen, realzando los “extraordinarios avances” (según ellos) del gobierno en temas como los siguientes:
El supuesto «freno» de la deforestación feroz en tierras donde se estaba expandiendo irresponsablemente la ganadería (cuestionable eso, sí, este gobierno algo ha hecho en ese aspecto, pero no ha sido la panacea y los efectos han sido adversos muchas veces).
El avance en la democratización y presunta equidad en los impuestos prediales, y en punto de proporcionalidad, en concreto, en lo que concierne a los grandes hacendados y terratenientes de este país, quienes no pagan lo que deberían de pagar por este concepto, y que, según los defensores del gobierno, ya lo van a empezar a hacer (cosa que aún está en veremos. Además, la polémica generada en torno al llamado impuesto predial unificado, la actualización catastral y demás, no ha sido en vano, siendo prácticamente un hecho que la presión monetaria empezaría también desde y para aquél propietario de la más modesta parcela.)
Otro gran logro de este gobierno, según sus “abogados de oficio”, es el haberle arrebatado a la “élite” de este país y monopolios abusivos y atroces de capital, tierras “sagradas” del estado colombiano, como por ejemplo, “nuestras amadas” Islas del Rosario, además de estar quitándoles el negocio de la salud con el que de manera demoníaca se enriquecen unos cuantos.
En lo que a este tema atañe, he de decir que, lo de Islas del Rosario por ejemplo, aún está en proceso, y lo del negocio de la salud, aún no se lo han arrebatado a ninguna mafia (politiquera) cuya existencia nadie refuta. Pero choca, que presenten como un logro, un hecho que aún no lo es. De la traumática y muy objetada reforma a la salud no me voy a referir en esta columna, pero definitivamente, “tiene más largo que ancho”. Y, aún cuando se puedan llegar a rescatar algunas bondades, la estructura principal, su columna vertebral, todavía presenta quiebres insoslayables. Al margen del muy grotesco y asqueante espectáculo en el congreso para volver la reforma una ley de la república.
(Tal cual, la reforma pensional, más controversial y controvertida, imposible.)
En lo único que pareciera sí haber avanzado “bastante” este gobierno, es en la.. expropiación…de bienes….de la mafia (SAE) para entregárselo a campesinos despojados de sus tierras, y eso.
De resto, insisto, el gobierno de Gustavo Petro, ineludiblemente, gran, gran parte del país lo asocia con aquél impresentable “pacto de la Picota”… con los corruptos allí agolpados, los escándalos sacados del sumidero (Laura Sarabia, el penosísimo deceso del Coronel Óscar Dávila, «Nicolacito» y su ostentación y desviación), diálogos amañados, sumisos y estériles con la guerrilla, un gran despilfarro no solamente proveniente de Francia Márquez y sus exigencias sutiles, una desconexión y fuerte rivalidad al interior de la misma bancada de gobierno, ministros y embajadores que solo sinsabores dejan, la inseguridad en la nación disparada, una primera línea delincuente penosamente por el primer mandatario mimada y apadrinada, una economía sensiblemente calcinada, salidas en falso por doquier, y un futuro aciago que las oscuras banderas del petrismo, no dejan ver más allá de la exasperante incertidumbre.
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