En una época donde los conciertos se convirtieron en «pan de cada día» y por la circunstancias económicas de nuestro país se escoge a que show(s) ir, calo otra de esas agrupaciones que un verdadero seguidor del rock, no debería perderse.

 

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72 horas atrás el teatro Metro, recibía una descarga de talento y superación de la mano de unos vecinos y colegas pero de vestidura más clásica como Testament. Por los comentarios, porque no tuve la oportunidad de asistir y hasta ahora no hay colgada ninguna reseña, la fiesta debió estar monumental. Dicho recinto aún no terminaba de reposar, cuando los señores de Devildriver ya sentaban precedente.

 La banda bogotana  Revez, con personalidad y gallardía abría el acto, ante la presencia de pocos asistentes, hecho que no los intimido y por el contrario activo su energía, contagiada al público en una danza feroz en su último tema.

Luego del show de apertura, el mando de la consola fue cedido al ingeniero de los Driver y solo cuando todo encajo, el «disparo» al aire dio la partida. Sin la espera habitual entre  el resto del grupo y el vocalista, la banda apareció bajo la cortina de humo, precedidos de la intro de End of The Line, titulo final para un comienzo brutal, tributo a los fieles que compran su entrada sin pedir nada a cambio, capturados en el video oficial de la canción y ahora arrasados por el aire real de boca. Las campanas sonaron anunciando Hold Back the Day, las cámaras a full pero era casi imposible registrar al inquieto Dez . Pogo desatado, siempre  marcado por el cirlce pit, había que mostrar que aunque pocos el vigor también se escupe por aquí. El color de la noche fue el rojo intenso de los focos, absorto en la piel de los californianos, el lema era arder en la austera luz pero la rica estera. El grosor de la banda se percibía mermado y parte de su potencia, pues el oído está acostumbrado a dos guitarras, sin embargo Jeff ‘el sonriente’ asumió el reto y como un viejo zorro se echo acuestas las cuerdas, punteó en I Could Care Less y riffeó como enfermo en You Make Me Sick, estallando de paso la nueva placa Beast. Nadie puede negar que parte de la atención era robada, por el atronador golpe con antecedentes, del señor Boeclkin, no estoy seguro si los pedales sintieron sus pies descalzos como en otras ocasiones, igual acercándonos al único corte de la noche con Impeding Disaster. inyecto el veneno letal de percusión.

A la vuelta Metallica fue honrando, con un trozo de Seek & Destroy, pero Fafara, pedía en realidad para la siguiente canción un nuevo circle pit, esa esencia de girar es parte de incluirse en el mundo «malvado» de sus mentes musicales. El mismo álbum que abrió la noche, la cerro y antes que la soga sofocará, Before the Hagman’s Noose, quebró el aro para dejar escapar el mensaje en voz nuestra. 16 canciones, 1 hora y 20 minutos, recado para aquellos que fallaron a la cita, unos por falta de recursos(entendible) y otros que sin razón permanecen anclados en el pasado.

 

 

Buscando en los archivos de esta banda de Santa Bárbara, el común denominador como lo mencioné en el post anterior, es esa energía y el amor por hacer siempre las cosas bien, plasma de su líder y captura de sus cómplices de ruta. Ganas de superar obstáculos y sonar fuerte a pesar del momento, en realidad es un tema ya familiar. Sin duda la ausencia de Mike Spreitzer, dejó un sin sabor, no se pude decir que los pudimos apreciar en su total esencia, de hecho se sintió; con todo y esto no me imagino como sacudirán completos. Carisma y humildad nunca se esfumaron, ni horas antes en la firma de autógrafos, ni en el escenario, aquellos ideales se siguen al pie de la letra, no como borregos, mejor con el convencimiento de que esa es la manera de llegar más lejos, primero personas, luego profesionales, claramente una vez se montan sobre la tarima ensamblan su filosofía y rugen desquiciados.

 

 

 

 

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