Ten, sentenciaba salir de viaje, el mundo debía saber porque una ciudad que «no valía un centavo», Seattle,  gestó el último movimiento genuino del rock, hace 2 décadas. Un pasaje tal vez explicado en otros instantes pero nunca tan maduro como hoy. Diáfana piel de un gigante dispuesto a permanecer en pie, en un mundo infestado de suspiros musicales. A este viaje se subieron un puñado de rockeros colombianos, que días atrás habían renacido en los 90 en plena capital chilena y bajo una aceitada Maquinaria. Ahora, aquel ciclo era merecedor de un cierre inmortal, con la última  joya de aquel reino. 

Segunda parte de esta travesía por tierras del sur.

                                                                                                                                             Foto – Alvaro Pruneda de T4F 

16 de Noviembre, aquel caluroso día esperaba recibir en las entrañas de El Monumental, 50.000 almas, algunas ya habían «abandonado su cuerpo» para echarle un vistazo desde temprano, al césped cubierto de 1 de los 5 estadios que tiene Santiago. Futuro 88.9, emisora oficial del show, reportaba testimonios de niños en conmoción ante la posibilidad de vivir a escasas horas, el aniversario 20 de Pearl Jam. Dibujo del periodista: familias, grupos, parejas, sol radiante, filas fluidas, todo un ambiente recubierto bajo el emblema de la perla.

El metro, inaugurado desde 1975 nos acerco, y un micro (bus), término por dejarnos a escasas cuadras, luego de bordear aquel templo del fútbol, ingresamos sin mayores traumatismos a Cordillera oriental, localidad que aguardaba por 5 colombianos y una Chilena. En medio de una ola de «jugadores» locales, paisanos en gramilla hacían lo propio; amigos que días antes habían compartido impresiones junto a nosotros, al son de unas refrescantes cervezas. Cuando puse la mirada en el templo dónde juega el Colo-Colo, equipo más campeón (28) y el único ganador de la copa libertadores en Chile, acabe de conmoverme, obvio sabía a qué venía, pero también recordé  sentimientos a ritmo de balón. 

La banda estadounidense X  ya tocaba y oh sorpresa!, invitan a tarima al Sr. Eddie Vedder para interpretar una canción, sin duda el preludio prometía. A medio amarrar las emociones se fue opacando el día y el marco fue absorbiendo la luz artificial, sentados a una distancia considerable se veían los últimos preparativos. Minutos después de la hora oficial 9 pm, las luces se apagaron y la sangre bombeo con más celeridad, de una vez por todas íbamos a ser parte de una historia, contada a medias en Colombia, y que una vez más por nuestros propios pecados fue negada. El sonido de piano del tema de Philip Glass, Metamorphosis 2 fue la llave de ingreso para desembocar en la primera sensación de la noche, Unthought Know. Vestido de chaqueta de cuero negro, aquel hombre amante del surf, cuya voz atraviesa hasta un iceberg, miraba a lo lejos e iba clavando en aquellas almas ya antes bautizadas, liricas de instantes de gloria y dolor. Caminábamos sobre la robustez de temas como Do the Evolution o Corduroy, las pantallas gigantes acercaban más ese vestido musical hacia nosotros, pero el enlace fueron frases escritas en español consignadas en una libreta, que Eddie recitaba, también palabras impresas en su mano de fácil uso: Rockeros, Viva Chile y Mierda. «Pequeña ciudad» (Elderly Woman Behind the Counter in a Samll town), apareció marcando cambio de compás. Aun no desatábamos media palabra, era imposible no contagiarse de la ráfaga de emociones a nuestro alrededor, de por sí segregadas a lo largo de nuestros cuerpos, pero pasivas horas antes del show. PJ, escudo dibujado en una escenografía de bloques con incrustaciones de parlante a espalda de la banda, variaba de aura al ritmo de las luces, evocaba su reciente película Twenty y de paso extractos de los preciosos años 90.

 

 

 

Nothingman trajo a mi mente el casete que a mil de kilómetros de allí, reposaba en la vieja mesa de mi casa, Vitalogy fortuitamente comprado, escalo unos peldaños más las emociones. Atados en los ojos azules de Vedder, nadie deseaba soltar el hilo conductor, aun cuando las vallas del miedo, separaran comunes sensaciones,  entre extranjeros y nativos. Límites físicos superados por el espíritu de la música, sembrado en el rey malvado Jeremy, declaratoria del primer corte de la noche.

Respiramos profundo antes de reiniciar en las cuerdas acústicas de la canción 18, trascurrida casi una hora y media, la gente no se rendía, menos cuando en cada rincón del recinto se escuchó decir: «esto es para mi amigo Jhonny Ramone» I Belive in Miracles resucitó la esencia creyente del punk e hizo bailar al colmado Monumental. Fiel amplificador vocal, las manos apoyadas sobre el, soportan año tras año penas del carismático líder, exhaladas en himnos universales. Black, arrimo más el río del desahogo humano, juraría que todos allá abajo cantaban quebrados. Pasaje oscuro de mi vida, recién traduzco su letra, y entiendo porque sin saberlo, hiló profundo en mi alma por aquel entonces.

A mi lado izquierdo, Margarita, Nikolai y Lisandro, al lado derecho Alejo y Ángeles, todos descansábamos un poco, hubo tiempo para desabrocharse de la atmosfera, pues el segundo y último corte lo permitió. Mientras tanto pude a preciar el brote general de felicidad expresado en los rostros pálidos de los chilenos, ni el frio acercaba al desaliento, el último tramo de la celebración debía quedar acuñado, especialmente en los no residentes. Once puesta en escena N°25, mordió de nuevo el álbum Ten y Eddie nos recordó nuevamente el rasguño intacto de su voz, incluyéndonos en la máquina del tiempo. Pero luego puso a nivel melódico Better Man, vitoreada sensiblemente letra por letra. ¿Sorpresas?, varias, como la esperada Rockin’ in the Free World reemplazada por la soberbia Baba O’ Riley, similares tonos de voz hicieron recordar a Pete Townshend y esa poderosa banda llamada The Who. Llegaba el momento de soltar los globos, el sueño guardado bajo la almohada ya no podría ser parte del inconsciente, debía ser alojado en el baúl de los recuerdos más sagrados. Brilló entonces Yellow Ledbetter, acordes caladores, despedida impredecible, lección ajustada en esta canción de indefinidas letras, donde Pearl Jam no otorga significado alguno. Cada cual la traduce al lenguaje de su corazón, cada cual construye un trozo de su propia razón.

 

 

Tres horas después, bañados en 31 conmovedoras canciones, no había lógica para explicar tanto afecto experimentado en una sola noche. Digerir kilómetros caminado siempre fue la mejor terapia durante este viaje de lecciones y aprendizajes. Fácil es contar historias pero es más reconfortante cuando tus zapatos te han soportado horas, mientras tu alma se llena justo enfrente donde las perlas saltan.

 

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Hoy, un mes después, se hace más valioso abrir el libro de historia y poder leer nuestro propio versículo, uno que inconsciente hace 20 años veníamos tarareando. Aquella alternativa para continuar creyendo, en que la ruta del Rock And Roll puede estar lejos, pero nunca imposible de alcanzar.

 

 

                      Set List

 



1. Unthought Known

2. Why Go

3. Animal

4. Do The Evolution

5. Olé

6. Corduroy

7. Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town

8. Cropduster

9. Even Flow

10. Daughter

11. Setting Forth (Eddie Vedder song)

12. I Got Id

13. Given To Fly

14. Nothingman

15. Public Image

16. The Fixer

17. Jeremy

Encore

18. Just Breathe

19. Down

20. I Believe In Miracles (cover)

21. World Wide Suicide

22. Last Kiss (cover)

23. Black

24. Rearviewmirror

Encore 2

25. Once

26. Better Man

27. Crazy Mary (cover)

28. Alive

29. Baba O’Riley (cover)

30. Indifference

31. Yellow Ledbetter

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Permanezcan Rockosos