Noche de lunes fría pero vibrante en el centro de Bogotá, melodías densas pero cálidas en escena, comprometidos sentidos de protagonistas y espectadores, todos juntos disfrutaron de un espectáculo lejano de perjucios.

 

La espesa bruma artificial inundo de emociones a los fieles atrás de la barda, la bestia noruega por tercera vez introducía su mortífera presencia en una tierra que por lo visto rinde especial culto a los sonidos extremos de vieja data. Embalsamados en el color de la muerte y los trajes propicios para el acto, 6 gigantes y hablo literalmente, cruzaron la bruma y mientras el intro del teclado los empujaba soportaron su memoria en el viejo atril colocado al costado derecho, donde reposaba la carpeta plastificada que marcó el primer compás de la noche: «Day Ligth has Finally reach its end – As evenfall strikes unto the sky…» Mourning Palace. Faros rojos, azules, y blancos, mezclados al ritmo, filosas guitarras y un líder que rasguñaba a viva voz la locura de un estremecido teatro Metropol. Cuando la tercera dosis In Death’s Embrance llego, del aire brotó poco a poco un aura envolvente, sinceras melodías del acto más crudo del rock. Galder el más pálido de todos, escupía de cuando en cuando agua, también cortantes riffs alineados con un Silenoz forrado en cuero que apoyaba en delgados tonos, justa medida para tronar poderosamente. Invadidos en cuerpo y alma esa marca propia del Black Metal recreaba tal cual la historia del estilo pero un paso más allá, mordacidad hecha música subrayada en estética.

Ya a mitad de camino estaba puesto entero el disco Enthrone Darkness Triumphant, canciones liquidas irrigadas en todo el cerebro que al juzgar por los rostros y el movimiento de cabezas parecía pagar la entrada. Sin embargo los noruegos tenían claro como retribuir por completo en escena cada milimétrico aporte de sus seguidores y para esto acondicionó los siguientes 60 minutos de show, dejando en el ambiente mientras iban al camerino, dos versiones en orquesta Born Treacherous y The Demiurge Molecule, atmosfera de vientos, cuerdas y metales, si alguien llego justo en aquel instante, pudo pensar que apenas arrancaba la fiesta. Solo una luz pegaba en el atril, Vredesbyrd era el siguiente tema, expectativa ante el regreso, pero solo Daray retorno para otorgar un solo de baquetazos limpios. Shagrath se calzo de nuevo las liricas y rasgo como si el corte nunca hubiera existido, vertiginosamente se escalaba desde las entrañas, encima del sistema Borgir en búsqueda de la superficie pero alivianando el peso en cada descarga de metal, inevitable no vitorear los destellos guitarreros, difícil pretender no ser absorbidos por ese linaje característico de las bandas nórdicas, únicas en su especie.  

 

    

 

Dos tintes del Abrahadabra ya habían sido expuestos pero nada vocalizado, entonces la pegajosa canción homónima del grupo, apareció con marcados teclados, pero sobre todo con su particular coro, amplificado por los asistentes, algunos ya con el maquillaje desparramado pero con las ganas intactas, incluso ahora para saltar al ritmo. Ritualist y Gateways de la misma placa apoyados por coros grabados además de las secciones orquestales, (por obvias razones), evidenciaron particularmente un sonido en otro nivel, óptimo, «menos» tratado que el anterior. Al llegar Puritania se sacudió literalmente el teatro, sin duda una de las más esperadas, una del riñón, una ardida a tope. Se acabo todo??? NO, quedaba tiempo para tres más, esta vez el corte fue menor y el remate lo iniciaron con el tema ganador de un Golden Gods a mejor video por la Metal Hammer, The Serpentine Offering. Pisando las 10 de la noche el círculo de puertas abiertas, comandado por la mística de 6 colosos sentenció Perfection or Vanity, última de la noche.

 

    

 

 

La van llego cerca de las 7 pm, dentro de ella seis personajes sin maquillaje acudían a su trabajo, iban a tocar por espacio de dos horas en una nación que no dista mucho en clima de su tierra natal. Una vez dentro se enfundaron en esa estética lúgubre de ultratumba, luego sacudieron con poder y emergieron de las profundidades, las mismas por las cuales son acusados ante el tributo que rinden, creencias respetables simplemente hechas música que por lo que vi solo dieron alegría. Ritos, si, 23 poderosos ritos atronadores, en un teatro adornado del color más puro, dirigido por un grupo de personas que una vez saltan del escenario hacia el hotel, son de carne y hueso, como usted o como yo, pero que dentro del abismo, ayudan a ver a otros la luz a través del arte de hacer música, mil personas que soportan tal vez más adversidades y agresiones reales en su vida cotidiana.

Buen show, buen sonido, buena organización pero sobre todo excelente comportamiento.

 

Permanezcan Rockosos