Luna llena… noche de emociones, noche de metal, con estos ingredientes se vivió uno de los pocos episodios en la historia de los conciertos rock en Colombia, que nunca podrá ser narrado con minúsculas palabras. Bienvenidos
Faltaban muchos meses para hacer realidad un acontecimiento que desde su anuncio generó expectativas, un ¡es increíble! Cruzados en ansiedad y alegría, se veía en la redes sociales a muchos izar con orgullo la imagen de su entrada, descontando los días uno por uno, pero especialmente cada quien pidiéndole a su dios(es), -creo que hasta el menos creyente- que paso por paso los movimientos de los integrantes de Black Sabbath, fueran fríamente calculados y así, evitar cualquier daño que impidiera a una nación compleja como la nuestra ser parte de este crucial capitulo. Atípico el mes de octubre de este año, que en otras épocas pasaba por un azote de lluvias, y aun cuando en días previos al concierto el agua se asomó vaticinando tal vez un sábado invernal, sin entrar en supersticiones, al parecer los planetas estaban alineados, pues el radiante sol del día 19 del mes 10, daba la calurosa bienvenida a los matriculados a la cita. La luna llena también habló con los astros e hizo presencia adornando a un parque que durante el día recibió al público por series. No había pócimas, ni duendes, todo estaba dado para ser real.
Stoneflex agrupación colombiana dio apertura al acto, seguido por el platillo de entrada Megadeth. Si bien las posturas políticas de Dave Mustaine son polémicas y su último trabajo también, en vivo permanecen sólidos, a pesar que el sonido al comienzo no fue el mejor para temas como “Hangar 18” y “Waked Up Dead”. El “colorado”, encanta siempre a la parcial colombiana y demuestra no solo su apreció con palabras, también con el potente discurso musical apoyado por su fiel compadre David Ellefeson. Balanceado setlist en medio de un show que se acerca a la hora soportado con imágenes en cada canción impactando el ojo del espectador.
Cúmulo de sentimientos atorados en épocas de juventud, hace un par de meses, luego horas previas, y minutos al dedillo, de esa manera era el rostro común de cada uno de los aproximados 15 mil asistentes, vibración exhalada a las 8:25 pm cuando la risa socarrona de Ozzy por encima de la sirena declaraba la batalla con “War Pigs”, el telón no cayó, se recogió, aparecieron entonces los tres hombres que le dijeron al mundo como moldear una melodía para hacerle perpetua en almas presas del sarcasmo, vestido eterno de hierro, gabán de tela al micrófono, gabán de cuero para el único dueño de la guitarra de acero. Envueltos en el ritual sueltos solo por medio minuto de ajustes, el dios de las cuerdas templó intensamente de nuevo, estirando un poco el riff de entrada de “Into the Void”. No era necesario virar hacía ningún lado para sentir todos los flancos cubiertos de regocijo, sin cruzar palabra, caleños, paisas y bogotanos, abrían sus brazos calando cada hueso de alegría de su vecino, aquel regionalismo puesto en otros escenarios allí nunca existió.
Sin un halo de presunción, tímido, caminaba de un lado a otro Tony Iommi, se veía como el gigante que es en las tres pantallas, más en la de fondo, y aquellos riffs siniestros fueron esta vez más nítidos que en su primera visita, mea culpa de aquel coliseo, por fin se hizo justicia en canciones como “Under The Sun” y en “Snowblind” en esta, Ozzy con su “cu cu” introdujo el tema, pidiendo choque de palmas, en medio de los absorbentes focos rojos. Había llegado el turno para la lenta pero luego trepidante “Age of Reason” había que probar en vivo su último trabajo “13”. La locura del personaje del vídeo se olvido en cada riff, y por supuesto en el solo fidedigno al disco. El momento tal vez más esperado había llegado, la campana del hechizo conjurado cuatro décadas atrás, por fin anunciaba la “aterradora” transición, del rock al metal, pero sin divisiones, solo más pesado, más frío, más potente. En trance, yacía el parque entero, las notas de “Black Sabbath” la canción que hizo del mundo otra cosa, penetró cada poro, energía en cumbre en un rito jamás antes visto.
Para no salir de la cresta, del mismo álbum sonó “Behind The Wall of Sleep” que luego dio paso a “N.I.B.” con el inconfundible intro de bajo de Gezeer, hombre que rompe el paradigma del bajista cohibido, no se exhibe, lo hace su poderoso toque de bajo. De aquellos tiempos la nueva “End of the Beginning” ratificando como hacer metal en tiempos modernos, repertorio infinito de punteos. Dejando claro lo que representa el disco “Paranoid” una más, “Fairies Wear Boots” botas y ojos ajustados cuando el grandioso Iommi lucia en el proyector ante los millares cambios de ritmo. Era la oportunidad de Tommy Clufetos viejo conocido de Ozzy, calzar la silla de un emblema como Bill Ward, no es nada cómodo, Iommi luego de interpretar la sabrosa “Rat Salad” le entrega Clufetos la antorcha y él, ofrece un soberano solo de batería de casi 6 minutos, pagando con creces el puesto asignado.
Y aquel hombre de acero que todos quisimos ser de niños en busca de vencer nuestros miedos se materializó por fin en “Iron Man”, escudo protector en tiempos complicados, no faltó una sola garganta en los coros. Se acercaba el final, pero antes, los cuestionamientos siempre presentes fueron postrados en pleno actualidad en la zumbatica “God is dead? rítmica y destreza de punteos fabulosos sobre el final. Aunque las pantallas se rebosaron de mujeres mostrando los pechos, “Dirty Women” se robó la atención pero en observar los pulcros e intensos solos de una composición sucia rodante y colosal en cuerdas. ¿Y ahora qué? Atascada por varios lustros de una obra genial como “Master of Reality” emanó “Children of the Grave”, Ozzy se quedó y hubo una vuelta más para introducirlo ante la risa de Tony, hasta errar lo hacen bien. Todos a saltar para no contradecir la orden del “príncipe” para no bajarse de la ola marchante de un himno inmortal, que nos dejaba ver por segunda (la primera en 2009) y última vez, la “roída” y mítica guitarra Gibson SG, esbelta mujer inundada de historias y tonos. Parecía que se iban lo maestros de la oscuridad, mientras el nombre de la banda permanecía en la pantalla. Salen de nuevo, Ozzy promete regresar, suena la intro de “Sabbath Bloody Sabbath” y cuando parecía arrancar la canción, se extiende el roce en la cuerda y sobre la nota inicia la locura con “Paranoid”, literalmente el parque tembló en medio del delirio, nadie descendió de tamaña fascinación, solo cuando sobre las 10 pm todo terminó.
Las oscuras melodías resplandecieron en las cruces colgadas de cuatros hombres con infortunios cada uno, ellos, hallaron por si solos un camino para ser felices y hacer feliz a otros, en una tierra inhóspita por aquel entonces y con un idioma diferente. Al otro lado del mundo aquellos que decidieron décadas atrás abrir sus oídos a unas melodías perforadoras, amparo de callejones sin salida, vieron finalmente el sábado 19 de Octubre de 2013 la luz ante sus ojos, un catalogo de penetrantes riffs, alucinantes solos y cambios de ritmo soberbios, en dedos precisos y mágicos sin un céntimo de error. Una voz que se debate entre la locura y la cordura, terrorífico tono que jamás ha vuelto a parir el rock y unas cuerdas de bajo punteras resonando fuerte por fuerte. Si alguien describió la música de Black Sabbath como el infierno se equivocó totalmente, es tal vez el estado más placentero y cercano a la felicidad, energía pura. Esos blasfemos tendrán que buscar un alma de las miles que asistieron para que les narre una noche épica que decidieron ignorar, una noche donde pasamos de niños a jóvenes y finalmente a hombres de acero.
————————————————————————————————————————Dedico esta reseña primero que todo a mi familia por el apoyo incondicional. Al señor Armando Plata Camacho por abrirnos el camino a esta música, e igualmente a Gustavo Arenas, ‘Dr. Rock’ y por supuesto al maestro Andrés Durán.
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