Saliéndonos un poco de la parte “técnica”, teórica y práctica acostumbrada por el blog, esta nueva entrada pretende incluir a todos aquellos que han asistido a un concierto rock,  acudiendo  a las memorias especiales de aquel  primer show, ese que nos deja huella. Les comparto el mío. Bienvenidos.

Cuando alguien escoge un genero como el rock no solo para pasar la típica adolescencia “rebelde”, si no para permanecer incondicionalmente, de plano ya tiene un obstáculo de por vida en la sociedad. Sucede en Pekin y por supuesto aquí. La diferencia con otros países respecto al nuestro, es que quien tome dicho rumbo aunque puede ser visto como un bicho raro, se le tiene respeto, porque desde su nacimiento hasta hoy dicho estilo musical ha sido expuesto en revistas, emisoras, diarios y por supuesto en eventos, incomodo, pero adoptado como cultura. Sin embargo  no es disculpa para continuar a nivel local ignorando un gigante en constante crecimiento, menos con las actuales alternativas en medios realmente comprometidos anclados en Internet.  Es así, como ser un rockero dedicado en Colombia no es nada fácil, se le ve como un villano pero en realidad  no son más que personas con un gusto musical diferente, en medio de una tierra cada vez más estéril en la materia, estigmatizadora y que solo acepta a los incluidos en lo “suavecito”.

1997 fue un año en Colombia que de principio a fin estuvo como de costumbre, plagado de violencia y escándalos políticos, como el sonado proceso 8000, pero también de cosas más amables; luego de nuestro debut en materia de conciertos con Guns And Roses -1992- y Bon Jovi -1995-  el turno correspondió para otra banda de talla mundial. La  emisora de rock-pop 88.9 extinta en el dial,  pero emitiendo desde la red, fue la encargada de promocionar y difundir el concierto de Def Leppard, presentación que se realizó en Bogotá el 12 de Abril en el reconocido Parque Simón Bolívar, en tal vez el primer gran show en este lugar. Días previos los miembros de la banda británica se tomaron el tiempo de compartir momentos con seguidores, medios y hasta jugaron un partido de fútbol con varios actores de la televisión colombiana, en una muestra de carisma y humildad total.

Para un bogotano de 22 años que creció en un barrio del sur en el seno de una familia de clase media, frustrado ante la castrada posibilidad de asistir a los dos grandes conciertos anteriores, debido a los prejuicios de su entorno familiar y al escaso presupuesto, la oportunidad estaba dada. Decidido desde que se anunció el  evento y ante las escasas posibilidades de conciertos en el país -uno por año-, gracias al trabajo temporal que tenía, logró pagar la entrada en la localidad de Platea, cuyo precio era de $20.000 (quien se iba a imaginar los altos costos de hoy). Con tiquete en mano las expectativas iban creciendo a medida que la fecha se acercaba, siguiendo los pormenores a través de la radio, preguntó a los amigos que alguna vez le prestaron el disco “Hysteria” de Def Leppard, cuyo contenido terminó copiado en el popular casete de 60 minutos –aún lo conserva- si ellos asistirían al show, la respuesta fue negativa y a partir de allí, entendió que la gran mayoría de ellos fueron del estirpe joven “rebelde” rock=moda, pasan los años me olvido y supero la etapa.

El sábado tan esperado llegó y nada impidió que aquel joven pasara al siguiente nivel, el más importante cuando en verdad se  ama el arte de una banda, sentir en vivo y en directo su lenguaje sonoro. Acudió a la cita y con poco traumatismo ingresó, no había redes sociales, solo los  pequeños reportes de la emisora oficial. Una vez en el parque, el corazón se le puso a mil y al ver algunas familias con vestimenta de arriba abajo alusiva al grupo, se conmovió e ingenuamente pensó que a futuro el rock se afincaría realmente en su tierra. El marco mostraba a unos 12 mil asistentes aproximadamente, ya sobre las 8 de la noche con la canción de apertura “Rock! Rock! (Till You Drop)” se materializó en el petiso muchacho, una sensación cercana a la tan anhelada felicidad, o tal vez era ella misma,  maravillado absorbió cada instante, cada canción, cada dibujo y aunque solitario, halló una ruta que hasta hoy no ha dejado transitar, aquella experiencia de arder nunca más permitió que le fuera narrada, desde entonces su manto confortable permanece como un tatuaje solo visible en el alma.

registro de entrevistas e imágenes del partido de fútbol

Una de las canciones más esperadas

Es complicado definir lo que se siente cuando se respira la música en vivo,  miles de emociones fluyen, por eso la búsqueda se hace constante en revalidarlas y la espera por el siguiente acto en su preámbulo es todo un ritual. No se cierra un círculo, mejor, se hace la tarea completa de una  elección que se encarga cada vez que estamos dentro de ella, en refrendarnos que jamás estuvimos equivocados al escogerla.  ¿Y cuáles son sus recuerdos?

Permanezcan Rockosos