Finalmente los  seguidores colombianos vieron en cuerpo de metal a una banda que se resiste a quedar en el recuerdo, martes de rock, noche de concierto. Bienvenidos.

 Era inicio de semana luego del primer puente festivo de este año, no hubo lluvia previa ni tampoco el frio calador acostumbrado cuando cae la tarde en la capital, solo una espera un tanto larga para los seguidores que hacían fila alrededor  del teatro Royal Center, ubicado en la popular zona de chapinero. Después que se abrieron las puertas el ingreso empezó a fluir, igualmente las expectativas y la ansiedad. Los técnicos retocaban el sonido mientras recibían los guiños respectivos de consola, sin embargo, al parecer algo no encajaba, y continuaron retocando las guitarras, mientras de fondo se escuchaba música de Black Sabbath, Slayer, y Kadavar: la zona VIP tenía algunos espacios que al final no fueron copados totalmente y los balcones dejaban ver bastantes personas recargadas en las barandas.

Sobre las 9:30 de la noche, el humo blanco se puso más denso intentando esconder las figuras de los miembros de Iced Earth, el primero en abordar la tarima fue el baterista Brent Smedley mientras la intro de la marchante “Plagues of Babylon” iba creciendo hasta estallar por completo en la voz trepidante del rubio Stu Block; luces a full, y el “dueño del aviso”  Jon Schaffer fue ovacionado ante la primera carga de riffs de su esbelta y colorida guitarra Gibson Les Paul. Despachada la primera canción, quedaba claro el torso del show,  de inmediato del mismo álbum sello 2014,  el tema “Democide”, intro de alerta cuando la guerra llega, voz alta y velocidad pura en cuerdas. Aun agitados, y casi sin tomar aire, apareció el perfil  cinematográfico de la banda, con “V” donde la exigencia en conjunto fue evidente.

Para que no quedara duda sobre qué zonas puede abarcar los matices de su vocalista,  Block se enmaraño en la sentida “If Could See You”, luego,  agradeció a los seguidores, sorbo de cerveza, y abordaron en retrospectiva el año 1996, con “The Hunter”, que representaba bien el ropaje a medio roer de casi toda la banda, y para no distanciarse de la  época, sonó “Burning Times”  mientras  en la pantalla se dibujaban inmensas llamas que parecían tragarse al  Schaffer, quien balanceaba con sapiencia su guitarra. Focos rojos para introducir “Red Baron/Blue Max”, y después cambio de ambiente para la segunda melancólica de la noche, “Blessed Are You”, perfecta alineación en voces. Algunos asistentes no paraban de pedir  la canción “Dracula”, no obstante la respuesta fue “Vengeance is Mine” y la masa se sacudió al ritmo del bajista Luke Appleton siguiendo el movimiento enérgico su larga cabellera. 

Los de Tampa no querían dejar bajar a nadie de su coraza y por supuesto ninguno quería desprenderse,  sobre la misma línea despacharon “Cthulhu”, donde los  solos hablaban por sí mismos, seguida de “My Own Savior” riffs galopantes  de principio a fin, -tal vez la más compacta y poderosa del show- desembocando en la tenue y desgarradora “A Question of Heaven” que poco a poco se endurece soportada en las garganta de Stu.  Luego de un poco más de una hora la agrupación, se va, pero la gente se resiste y realiza el llamado pertinente; minutos después suena la intro de “Dystopia”, ráfagas azules de luz apuntando al horizonte como faros, la banda sobre la tarima y Stu expele un grito infernal, que vuelve abrasivo el lugar, aun había suficiente munición pero era el momento de apaciguar  la estadía con la placida “Watching Over Me” que a pedido del grupo hizo chocar las palmas de los presentes  y de paso dejo en claro el talento del guitarrista Troy Seele cuando de puntear se trata. Esperada por  muchos años, la emblemática  “Iced Earth” de preludio efusivo, cerraba la noche con el asta en lo más alto y pagando una deuda que superaba las dos décadas.

Si, se tuvo que esperar bastante tiempo para ver en acción a estos señores y tal vez la entrada y salida de integrantes va generando fisuras, sin embargo, en vivo Iced Earth se abre tal como es, y bajo la base de dos guitarras bien mezcladas y alineadas, reproducen un sonido Heavy Metal de sabores clásicos, con ingredientes contemporáneos, no empalagoso, balanceado, potente y enganchador. Sin duda, su líder Jon Schaffer denota bagaje, no traga entero pero tampoco es pretencioso, aptitud en guitarra tiene de sobra y “saca” lo mejor de sus compañeros, por ejemplo de Stu Block, quien lleva al extremo  sus niveles vocales.

Acostumbrados a la austeridad en la mayoría de presentaciones de bandas internacionales de talla mediana, esta vez la puesta en escena se lució con una pantalla de buena resolución como “telon”, además, luces variadas y de un mejor calibre,  de la mano  de un sonido que estuvo a la altura, pero que pudo estar unos decibeles más abajo.

Una vez  más, un género como el metal muestra que no se oxida, brilla.

 

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