Haciendo honor a su nombre la agrupación sueca At the Gates presentó el pasado fin de semana un acto tajante de música directa y sin contemplaciones. Una vez se cruza este portal del rock solo hay una salida. Disfrutarlo. Bienvenidos.
La noche del pasado domingo cuando Anders y Jonas Björler junto a sus compañeros pasaron en medio de la gente rumbo a la puerta auxiliar del teatro ECCI, el Déjà vu apareció, 7 años atrás los gemelos Björler al comando de la ahora reformada The Haunted, ingresaban en similares circunstancias al bar Gótica en medio del show de los bogotanos, Ingrand. Un concierto que solo 300 personas pueden atestiguar como un acontecimiento memorable.
Una vez terminaron las palabras de introducción de “El Altar del Dios desconocido”, extracto de la novela de Ernesto Sábato, voz en audio de Anton Reisenegger líder de la banda chilena Pentagram, las puertas del Death Metal primario de Gotemburgo, parido en los noventa, se abrieron, y en manos de la primera del set, «Death and the Labyrinth” la inyección musical fue letal. Terreno minutos antes preparado con las destacadas actuaciones de los nacionales, Desecrate, RawDog y Unauthorized.
Atragantada por varias décadas, la obra maestra de At the Gates, «Slaughter of theSoul» dejó de ser un alma en pena para los aproximados 800 asistentes, quienes chocaban, sacudían las cabezas, y se fundían en abrazos, rodaron 7 canciones -casi la mitad del set- de este disco que marcó un antes y un después en la bitácora del metal sueco y en el de otras naciones. Rostros atónitos amarraban sus emociones, previamente desatadas a las afueras del teatro en charlas con el ‘parche’; sensaciones suscitadas por un sello de guitarras solventes que hablaban a través de pizas como “Under a Serpent Sun” o «Blinded by Fear. Probablemente un pasaje irrepetible, no porque no exista de nuevo el chanche, simplemente porque hay pasajes que se viven tan solo una vez.
Para entender el presente es necesario tallarse con quienes escribieron la historia y los amantes del rock sin radicalismos lo sabían. En 360 grados ese monstruo nórdico de 5 cabezas vociferó fuerte, celeridad mutada al antojo, en instrumentales como “City of Mirrors”, tributo a nuestro nobel y en “The Book of Sand (TheAbomination)” poseedora de las melodías más soberbias en vivo de la noche. De frente al torrente y con la verdad revelada, el trono del Death melódico tenía al rey de regreso, sensato y directo, sin discursos, ni ataduras, libre de complejos, irrigar de música al prójimo fue su objetivo, aleación firme de alegría que ni el miedo, ni tantos años de espera en las filas varias veces castigadas de los fieles seguidores colombianos lograron quebrar.
Sobre las 10 de la noche, “The Night Eternal” cerraba en bucle pasado y presente musical, balance perfecto de un estilo que ratificó la importancia de evolucionar en todo sentido. La premonición del Déjà vu se materializó igualmente en otra noche de rock memorable, al cual se sumaron otras voces; ya en la afueras las palabras fueron surgiendo mientras se asimilaba de a poco una hora y media de metal inmisericorde.
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