La banda de Seattle llegaba a Bogotá luego de presentarse en Río de Janeiro el 22 de Noviembre, en el penúltimo show del continente. Las expectativas eran altas, 20 años de espera las alimentaba aun cuando el cambio de escenario diluyó las ganas de muchos. Noche perfecta, similar a la de Black Sabbat hace 2 años. La grandeza de una agrupación consagrada a pulso en el Olimpo del rock revelada durante 3 horas. Difícil darle vuelta a esta página. Bienvenidos.
Borrados del mapa de la música rock durante años, presos de la indiferencia, Pearl Jam acercó su piedra angular Ten. Ese gran trozo de la historia nos fue conectado no solo por la inclusión en el set de 6 canciones, también al plasmarnos con total entrega aquella época noventera cuando en la cúspide salvajemente se rompían al vivo, portada icónica color rosa a plenitud, saltar, lanzarse, o perforar en el amplificador. “Deep” o “Porch”.
‘Black’ a punto de culminar, un avión justo pasaba por encima del parque al parecer rumbo a El Dorado, Eddie Vedder clavó su mirada en el aeroplano y alzó su mano como saludando pero a la vez soltando el último aliento en coro de una de las mejores baladas rock del planeta, desatando el lamento colectivo por el alcance del amor.
Tridente de cuerdas, cada nota es justa en punteo, sabor y ritmo, representan esas atmósferas perfectamente sincronizadas a la velocidad de ‘Footsteps’ –de preciosos adornos en armónica- o bajo la intensidad de ‘Rearviewmirror’. Invaluable observar tres de los más talentosos guitarristas de un hito denominado ‘Grunge’.
Absorto entre el tono azul pero asombroso al rojo vivo. Mike McCready ya había ofrecido minutos antes pinceladas de talento al puntear a la reina de la fiesta, ‘Even Flow’, la número 11 de las 30 del set, hiló un solo inspirador que daba cuenta de lo que vendría a través de ‘Alive’ o con la propia ‘Black’. Activa la entraña con la energía de su toque célere o taciturno reivindicando a insignias de la guitarra actualmente escasas.
Casi siempre detrás de la bruma producto del éxito los tarros y los platos son opacados. Similar al Stone Charlie Watts, leyenda de la bateria, Matt Cameron pulsa preciso según los tempos, sin motricidad o gesticulación excesiva, ‘hormiga obrera’ del compas tenue o potente. Caballero inagotable de la percusión.
Todos intentado llegar a las variopintas pulsaciones vocales de Eddie las mismas capaces de encantar a las mujeres a quien les dedica halagos o canciones como ‘Daughter’; el poeta que lleva a todo lado apuntes, letras y escritos en el idioma de cada nación, acompañados de vino. Solladas canciones, así lo dijo antes de ‘I Am Mine’ ligan al prójimo, impresiona como siente y transmite su canto crudo o dulce pero además la transición del discurso a la acción, incentivo a la conciencia acerca de nuestras costumbres violentas.
En honor a héroes que nos han hecho realmente felices, Eddie ecualizó su voz, para erizar la piel a través de “Mother” junto a uno de los varios solos inmarcesibles de la noche, pero también para evocar a la banda U2, más cercana al seno musical local. Enlazados con los antecesores, el himno de miles de generaciones amantes del rock escrito por el maestro Neil Young en 1989, brotó, “Rockin’ in the Free World” desconocida para la masa, tronaba como debería estar el mundo, libre, no loco, como la transpiraba un hombre al costado izquierdo del escenario. Feliz.
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Pearl Jam permanece rockeando sin cabos sueltos, desprovistos de la mella que produce el tiempo y en medio de una grandiosa producción que incluye varias cámaras de video –fabulosos planos- y un sonido impecable. Espectáculo completo de cabo a rabo, calculado, pero aun así totalmente impredecible. Tranquilamente las generaciones que crecieron junto a ellos pueden decir guardadas las proporciones que son sus Stones. Una vez su música penetra la piel es tinta indeleble necesaria nuevamente.
Sí, el tan polémico sonido en este tipo de espectáculos estuvo a la altura del evento, alrededor de 8000 personas lo sintieron, asistencia aceptable aterrizada a nuestro contexto histórico y al cambio de escenario que de seguro afectó el ingreso, considerando la presencia masiva en las otras plazas de la gira. Es complicado vaticinar el retorno de un grupo como Pearl Jam, lo cierto es que con ellos cada show es diferente y nunca será suficiente.
Permanezcan Rockosos