El cuento de esta semana, revisado y actualizado para adultos, es el de la cigarra y la hormiga. La historia, contada por mi abuela una vez que me puse especialmente perezosa para hacer los deberes, era a finales del siglo pasado la siguiente: había una vez una cigarra que vivía de fiesta, tocando siempre la guitarra, durmiendo la siesta en una hamaca fantástica al sol, mecida por la brisa.
Mientras, la observaba a pocos metros una sufrida hormiga. Pequeña pero fuerte y, sobre todo, trabajadora, pasaba esas largas horas de sol transportando comida a su pequeño refugio. Nunca parecía quejarse esta hormiga, y, cuando la cigarra, socarrona, la invitaba a unirse a su peculiar fiesta, nuestro inagotable insecto respondía “no puedo, tengo que trabajar”.
Pero el invierno llegó, y ante su total falta de previsión la cigarra quedó expuesta a la intemperie, sin comida, mientras la hormiga se acomodaba entre sus provisiones, dispuesta a pasar tranquila la fría estación y observando las penurias del exguitarrista.
“La moraleja –aclaraba redundantemente mi abuela- es que es necesario esforzarse y trabajar para después no pasar apuros”. Confieso que asentía y volvía a las matemáticas, sin darle más vueltas al asunto. Con los años, sin embargo, empecé a ver matices en la historia: ¿qué clase de hormiga retorcida se arruncha en sus cobijas mientras ve por la ventana temblar de frío a la cigarra?
Pero Jeroen Dijsselbloem ha revisado el cuento con importantes novedades que me han hecho comprenderlo mejor. Este señor, presidente del Eurogrupo –véase, quien preside las reuniones a las que acuden los ministros de Economía y Finanzas de los Estados de la UE que tienen como moneda el euro, además del presidente del BCE y el comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios- ha dicho a un diario alemán, hablando de los países del sur del Viejo Continente, “No puedo gastarme todo mi dinero en licor y mujeres y a continuación pedir ayuda”.
Obviamente, hablaba de los rescates que han tenido que pedir países como Grecia –no esta claro si volverá a pedir uno más después de junio-, Portugal, Chipre, y, en una versión matizada como “ayuda a la banca”, la misma España, con condiciones diferentes, es cierto. Irlanda también fue rescatado pero –oh la lá- no cuenta porque está en el norte y, si bien una Guiness podría catalogar como derroche de alcohol, Dijsselbloem no ha podido demostrar allí con tanta agilidad –o diarrea verbal- el asunto femenino.
Podrán imaginarse la reacción en estos países, donde aún hoy, con muchos de ellos fuera de los programas de la troika, sus ciudadanos atraviesan durísimas medidas de ajuste que han dejado a millones de personas al borde de la pobreza. Podrán imaginarse como esos países, malviviendo del sector servicios, han sentido las palabras mientras servían una cerveza más en sus soleadas terrazas de bar a los acaudalados y deseados turistas alemanes, suecos, noruegos… Proclamadas hormigas.
Cigarras de mierda. Así se han traducido en el sur de Europa los comentarios del presidente del Eurogrupo, que además ha rechazado de forma chulesca disculparse por lo que dijo, no sin antes agregar que es un socialdemócrata que cree en la solidaridad.
De todas las reacciones, destacan la de Atenas y la de Lisboa. Grecia, que ya casi ni reacciona a los golpes tras tantas embestidas, ha dicho que sus palabras son “machistas” y «están fuera de lugar”. Portugal, el país que sorprende con sus avances hasta a la OCDE, ha sido sin embargo mucho más duro.
“Racista, xenófobo y sexista”, dijo este martes el primer ministro de Portugal, el socialista António Costa.
Y más, porque -si me permiten- llegó al fondo del asunto, por qué este cuento de la cigarra y la hormiga ha llegado actualizado ahora cuando en realidad llevábamos años oyéndolo sin darnos cuenta:
“Estas declaraciones del señor Dijsselbloem son completamente inaceptables y muy peligrosas porque muestran bien cómo es el peligro del populismo. El populismo no está solo en personajes que tienen el coraje de asumir que lo son, sino en aquellos que aparecieron con piel de cordero a hacer discursos que son racistas, xenófobos y sexistas, como son los del señor Dijsselbloem”.
El presidente del Eurogrupo es holandés. La semana pasada hablamos aquí de sus llamativos candidatos a las elecciones.
Y ahora, ¿qué clase de clase de hormiga retorcida se arruncha en sus cobijas mientras ve por la ventana temblar de frío a la cigarra?