Democracia y conflicto: una pregunta difícil
El conflicto civil es una de las principales amenazas para el desarrollo económico a largo plazo, y causa un enorme sufrimiento humano. Sin embargo, todavía no tenemos una idea clara de los factores que exacerban o ayudar a mitigar el riesgo de conflictos y, en particular, sobre el papel que la democracia tiene en la conformación de la violencia.
En muchas teorías, democracia y conflictos están relacionados entre sí, pero probar el efecto de la democracia o de las transiciones democráticas sobre el conflicto es extremadamente difícil. Por un lado, la democracia es un concepto difícil de definir y medir. Por otro lado, hay muchos factores sociales que pueden afectar simultáneamente el riesgo de conflicto y el grado de democracia, por lo que es difícil de interpretar alguna correlación entre democracia y violencia como evidencia de una relación causal
Para hacer frente a estos desafíos y avanzar en la comprensión de si la democracia reduce o agrava el riesgo de conflicto, en un trabajo recienteestudiamos un experimento de la historia que nos permite evaluar el impacto de una dimensión simple y medible de la democracia: el tamaño de la franquicia electoral.
Un experimento de la historia
En 1853, Colombia promulgó una Constitución que abolió la esclavitud y requisitos tales como alfabetización y riqueza, para poder votar, estableciendo efectivamente el sufragio universal masculino. Este episodio histórico nos brinda la oportunidad de estudiar el impacto de la ampliación de los derechos de voto en la incidencia de los conflictos civiles.
El censo de población integral que se realizó en 1851, dos años antes de la reforma constitucional, nos permite construir un indicador de la proporción de ciudadanos emancipados en cada municipio. El aumento general en derecho al voto fue muy grande ya los requisitos de alfabetización y de riqueza pre existentes, junto con la existencia de la esclavitud, privaban de sus derechos a la mayoría de la población. Compilamos un nuevo conjunto detallado de datos sobre la cantidad de batallas políticas que sucedieron en cada municipio cada año a lo largo del siglo XIX en Colombia, un período marcado por una violencia intensa y frecuentes guerras civiles.
En conjunto, esto crea un ambiente ideal para investigar el efecto de la extensión de la franquicia electoral sobre el conflicto civil. En consecuencia, evaluamos si los lugares donde más personas obtuvieron el derecho al voto experimentaron más o menos violencia a raíz de la nueva Constitución y nos preguntamos:
¿Hay menos violencia si más personas pueden votar?
Hay menos violencia si más personas pueden votar
Nuestra estrategia básica y principales resultados se ilustran en la Figura 1. The figure divides XIX-century Colombian municipalities between those with a high proportion of enfranchised new voters and those with a low proportion of new voters. For each subsample we compute the average number of battles that were fought every year by municipality.
La cifra divide municipios colombianos en el siglo XIX entre los que tienen una alta proporción de nuevos votantes emancipados y aquellos con una baja proporción de nuevos votantes. Para cada sub-muestra se calcula el número medio de las batallas que se libraron todos los años por municipio.
Gráfica 1:
Los círculos en la figura representan este número para los municipios con una alta proporción de nuevos votantes. Los triángulos, por otro lado, son los promedios correspondientes a los municipios con una baja proporción de nuevos votantes. Por último, las líneas suavizadas corresponden a una regresión que trata de ´adaptarse` a los datos (la línea continua para los municipios con una alta proporción de nuevos votantes, y la discontinua para los lugares con una baja proporción de esa medida). Se muestran líneas verticales para el año 1853 (en que se promulgó la Constitución que extiende la franquicia) y para 1856 (cuando se llevaron a cabo las primeras elecciones presidenciales con sufragio universal masculino y voto directo). Estas son las líneas punteadas y sólidas, respectivamente.
Un número de mensajes importantes emergen de esta gráfica:
1) Antes de 1853, aquellos municipios con una proporción alta y baja de nuevos votantes no difieren en cuanto a la incidencia de las batallas. Esto es muy importante para la validez de nuestro enfoque. Esto significa que los municipios con diferente proporción de nuevos votantes eran bastante comparables antes que la reforma se llevase a cabo. Por tanto, podemos interpretar lo que sucedió después de la reforma, como resultado del aumento del derecho al voto, y no como la consecuencia de las diferencias preexistentes entre los diferentes tipos de municipios
2) A partir de aproximadamente 1853, los dos grupos de municipios empiezan a divergir. En particular, de acuerdo con la idea de que una mayor democracia (en este caso más derechos de voto de una parte mayor de la población) es una fuerza pacificadora, se observa que la incidencia de batallas en los municipios de baja votación es mayor que en los municipios donde es alta.
3) La diferencia parece maximizarse justo después de 1856, cuando se adelantaron las elecciones presidenciales bajo el nuevo sistema.
Curiosamente, la brecha de la violencia entre los dos tipos de municipios comienza a cerrarse en 1863. Este es un año significativo, ya que Colombia adoptó una nueva constitución (ultra-federal) donde cada estado individual podía cambiar el derecho a voto La mayoría de los estados invirtieron parte de la extensión de los derechos de voto que la constitución anterior (1853) había promulgado.
En resumen, la Gráfica 1 muestra que, mientras estuvo vigente, la extensión de derechos de voto de la Constitución de 1853 redujo la violencia en los lugares que se han beneficiado más de la emancipación con respecto a los lugares que se beneficiaron menos.
Nuestra interpretación de los resultados es, sin embargo, un poco más sutil.
Como muestra la Gráfica 1, el período en torno a la Constitución de 1853 fue uno de escalada de la violencia. Encontramos que los municipios donde se les concedieron a más votantes derechos políticos en relación con su población, experimentaron una menor incidencia de batallas violentas con respecto al resto del país. Es decir, dado que hay elecciones, hay menos violencia si más gente puede participar en ellas. Sin embargo, en comparación con otros años, el nivel general de violencia durante el período de la Constitución de 1853 fue inusualmente alto. Si bien este aumento podría haber sido impulsado en parte por la propia Constitución de 1853, no podemos separar los efectos de la Constitución de todos los otros cambios en las circunstancias que podrían haber ocurrido en ese momento en Colombia.
De hecho, no descartamos que las elecciones pueden exacerbar la violencia, pero no podemos testear directamente esta posibilidad. Lo que sí podemos decir es que, en nuestro contexto particular, el otorgamiento del derecho al voto a más ciudadanos reduce la violencia.
¿Qué impulsa estos resultados?
En el paper, verificamos que el mensaje de la Gráfica 1 sobrevive el escrutinio estadístico y es robusto a un número de controles de especificación.
Más importante aún, tratamos de entender los posibles mecanismos que provocan la disminución de la violencia en lugares con una mayor proporción de nuevos votantes. En particular, encontramos que el impacto de los nuevos votantes es mayor en lugares con instituciones estatales más fuertes y con mayor competencia política.
Interpretamos estos resultados como apoyo a dos ideas clave:
1 ) La violencia en Colombia del siglo XIX (como en muchos otros lugares) era esencialmente una tecnología para que las élites políticas compitiesen por las rentas derivadas del poder.
2) Las elecciones con una franquicia más grande pueden socavar y sustituir esta tecnología, reduciendo la violencia.
Que no haya más violencia donde el botín es más grande y el poder de los partidos se distribuye de manera más uniforme es intuitivo, y está presente en muchas discusiones entre historiadores, y es común en muchas teorías sobre conflicto. Elecciones con franquicias más grandes pueden sustituir a la violencia en la medida en que aumentan la legitimidad de las instituciones democráticas, seduciendo a los grupos sociales para que acepten pacíficamente las reglas del juego.
¿Y qué hay de nuevo en todo esto?
La relación entre democracia y conflicto es el objeto de estudio de una gran cantidad de literatura con un linaje muy distinguido. Una línea de investigación, la hipótesis de larga data sobre la paz democrática, sugiere que es poco probable que las democracias vayan a la guerra entre sí. Esta idea viene de muy atrás: su origen se remonta al ensayo de Immanuel Kant, escrito en 1795, sobre la paz perpetua. Entre los argumentos que se han utilizado para apoyar esta idea es el hecho de que las democracias se enfrentan a limitaciones institucionales: en una democracia, los gobernantes deben rendir cuentas a la población y la población en general quiere evitar las calamidades de la guerra. Otro argumento es que las democracias se desarrollan un conjunto de «normas democráticas» que impiden que la guerra se lleve a cabo. También se ha hecho este tipo de argumentación para el caso de conflictos intra-estatales. En términos más generales, se ha argumentado que la democracia permite una asignación pacífica del poder entre los grupos que la conforman que de otro modo podrían recurrir a la violencia para hacerse con el poder.
Lo que quizás es más sorprendente es que la mayor parte de la evidencia empírica contradice esta hipótesis. Por ejemplo, investigaciones recientes sugieren que en el contexto de sociedades étnicamente divididas con instituciones débiles, una rápida democratización – en el sentido de introducción de elecciones – puede exacerbar la violencia. Como posible explicación se ha arguido que la democratización fortalece la movilización política a lo largo de líneas étnicas creando perdedores que pueden no estar dispuestos a renunciar pacíficamente al poder.
Así, y a pesar de muchas razones en la dirección opuesta, hay un gran escepticismo que la democracia o la democratización pueda reducir la violencia. Sin embargo, el concepto de democracia es multi-facético, y se puede progresar enfocándose en alguno de sus ingredientes para entender más precisamente cómo, cuándo y porqué lleva a la violencia o a la paz. De hecho, es poco probable que la democracia lleve inevitablemente a la guerra o la paz.
Nuestro trabajo contribuye así al estado actual del conocimiento, mostrando que en el caso de una lucha política larga y violenta, la democratización en el sentido de la ampliación del derecho al voto puede reducir la violencia. Nuestros resultados son consistentes con la idea que, con sistemas electorales que ya existen, el aumento en el tamaño de la franquicia electoral fortalece la legitimidad de las instituciones, reduciendo los incentivos a cometer actos de violencia.
* Leopoldo Fergusson es Profesor asistente de economía en la Universidad de los Andes en Bogotá (sigue a @LeopoldoTweets).
** Juan F. Vargas is Profesor de economía en la Universidad del Rosario en Bogotá (sigue a @juanf_vargas).
Desarrollo con Impacto Efectivo
http://blogs.iadb.org/desarrolloefectivo/2013/05/28/no-haga-la-guerra-haga-elecciones/