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Cuando usted escucha las palabras «trabajo infantil» probablemente se imagina un niño pequeño, tal vez no mayor de 5 o 6 años, cosiendo balones de fútbol en un pequeño cuarto mal ventilado o tal vez el mismo niño trabajando en las canteras de piedra y cargando demasiado peso para su tamaño, usando explosivos y otras herramientas peligrosas y trabajando de sol a sol para sobrevivir. Escuchamos cosas diferentes y horrendas sobre el trabajo infantil, pero sabemos muy poco sobre lo que realmente es.

El 12 de junio, fue el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. El más reciente llamado de atención sobre el trabajo infantil provino de la crisis financiera global, con señales de alarma  sobre los retrocesos en la reducción de la pobreza y el logro de los Objetivos del Desarrollo del Milenio para 2015. Estas inquietudes emergen de percepciones ampliamente aceptadas en torno a que las respuestas a corto plazo de las familias pueden tener consecuencias a largo plazo para los niños.

Una publicación reciente del Banco Mundial sobre este tema aborda las muchas dimensiones que pueden tener estos impactos y la creciente evidencia que existe sobre ellos. En lo que concierne a los resultados en educación y salud, hay -por lo general- una visión clara de lo que es bueno y lo que es malo, y alguna evidencia sobre cómo se manifiestan los impactos de las crisis sobre los resultados educativos. No obstante, cuando se trata del trabajo infantil, la cuestión es más compleja, como lo analizamos Alice Wuermli y yo en nuestra contribución al Informe del Desarrollo Mundial 2013.

Echemos primero una mirada a las diferentes formas de trabajo infantil. Acaso contrariamente a la percepción generalizada, el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil de la OIT sostiene que no todas las formas de trabajo infantil deben ser objeto de erradicación. Algunas de ellas pueden, de hecho, ser positivas, al contribuir al desarrollo de los niños, a sus destrezas y al bienestar familiar.

Las formas de trabajo infantil que deberían preocuparnos seriamente incluyen aquellas actividades que exponen a los niños a tareas físicamente perjudiciales, a maquinaria o herramientas peligrosas, o a sustancias tóxicas; que impiden la estimulación positiva de los niños o los exponen a situaciones y experiencias como la droga, la violencia o la prostitución. Los niños involucrados en estas formas tan severas de trabajo a menudo son esclavizados, aislados de sus familias o abandonados a su suerte. Las peores formas de trabajo infantil, como está ampliamente reconocido, son difíciles de medir con herramientas como las encuestas de hogares pues la gente no las reporta fácilmente.

Hay ideas equivocadas sobre el trabajo de los niños. Si bien la pobreza es el motor principal del trabajo infantil, no es el único factor. En efecto, en algunos casos se ha observado una paradoja respecto de la riqueza: en ciertas instancias los niños de familias más ricas y terratenientes trabajan más. También hay que buscar la explicación de por qué los niños trabajan en otros factores: las preferencias, las deficiencias en los mercados de aseguramiento, los mercados de tierras y de trabajo, y la especialización doméstica. Todos estos factores dependen de la especificidad del contexto local. La mayoría de los niños que trabajan lo hace en la agricultura, fuera de los sectores del comercio y de la economía monetaria. Y acaso lo más importante: el trabajo que realizan los niños no siempre los priva de la educación. La mayoría de niños trabajadores combina el trabajo con la escuela. En algunas circunstancias, es probable que los niños trabajadores asistan más a la escuela que aquellos que no lo son.

En lo que concierne específicamente a las crisis financieras, la teoría desafortunadamente no nos ofrece predicciones claras. Dado el trabajo que realizan, es probable que los niños se vean indirectamente afectados por los efectos de las crisis a través de los cambios en las oportunidades laborales que enfrentan los adultos de sus familias. Intuitivamente, el trabajo de los niños incidirá en su escolaridad. En tiempos de crisis, el deterioro en la calidad del sistema educativo podría reducir los rendimientos del tiempo que se dedica a la escuela e incrementar por ende el que se destina al trabajo. Pero (¡siempre hay un pero!), la restricción de las oportunidades laborales que supone una recesión puede alentar a los niños a quedarse por más tiempo en la escuela. Por ejemplo, un estudio revela que los niños permanecieron en la escuela más tiempo durante la crisis macroeconómica de 1988-92 en Perú. Para volver incluso más confusa la historia, Alice y yo encontramos estudios que demostraban que, en efecto, los niños trabajan más durante los auges económicos. En el Noreste de Brasil trabajaron más y fueron menos a la escuela cuando el valor de las exportaciones de café estuvo temporalmente alto, porque las familias se beneficiaron de los altos salarios en el mercado laboral local.

Como todos los temas del desarrollo apremiantes, el trabajo infantil es complejo de analizar. Hay dos grandes preguntas en el centro del debate sobre las políticas de trabajo infantil: «¿Cuál es el interés superior del niño?» y «¿Cuáles son las consecuencias del trabajo infantil?». Auque parezca poco satisfactoria, nuestra conclusión es que la respuesta a ambas interrogantes varía enormemente según el contexto.

Kathleen Beegle es una economista sénior del Grupo de Investigación sobre Desarrollo del Banco Mundial. Sus intereses investigativos comprenden el estudio de las dinámicas de la pobreza, las dimensiones socioeconómicas de los «shocks» económicos, las causas y consecuencias del trabajo infantil y los estudios metodológicos sobre la recolección de información a través de encuestas de hogares, incluyendo la medición del empleo en escenarios de bajos ingresos. 

Blog Desarrollo Infantil Temprano del BID

http://blogs.iadb.org/desarrolloinfantil/2013/06/17/para-entender-el-trabajo-infantil/

http://www.iadb.org/es/temas/proteccion-social/desarrollo-infantil-temprano,1929.html

 

 

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