¿Una ciudad sin autos? El concepto para todos aquellos que vivimos en ciudades grandes o intermedias suena descabellado, después de todo los vehículos forman parte integral de nuestra vida, ya sea como medio de transporte personal o público, como una herramienta para acortar las distancias que nos dividen de nuestros destinos haciendo más eficiente nuestro tiempo, o aún como símbolo de estatus social. En suma, vemos al automóvil como un factor que aumenta nuestra calidad de vida y como algo que difícilmente dejaríamos de utilizar.
En la provincia de Sichuan, China, las autoridades encargaron a un equipo de arquitectos de Estados Unidos el diseño de una nueva ciudad que no solamente tendrá una de las densidades más altas del mundo (61,538 habitantes por kilómetro cuadrado), sino que también se está concibiendo como una lugar único: sus habitantes no necesitarán de automóviles para transitar por sus calles.
Chengdu Great City tendrá una población total de 80,000 habitantes y se ubicará en un área de 3km cuadrados, de los cuales 1.3km serán destinados a áreas urbanas, mientras que el resto se destinará a áreas verdes y de esparcimiento. Pero lo mejor: se estima que cualquier viaje que se haga desde cualquier punto de la ciudad a otro no será más largo que una caminata de 15 minutos. Esto quiere decir que no se necesitará ningún tipo de vehículo para moverse dentro de la ciudad. De hecho la infraestructura urbana que se planea desarrollar está enfocada al peatón y no al conductor, una idea que para cualquier persona involucrada en el desarrollo de ciudades se siente como bocanada de aire fresco. Las únicas avenidas, calles y carreteras serán las que conecten a la ciudad con el resto del país, pero una vez que el visitante llegue, se verá obligado a apearse del auto y dirigirse a su destino o bien caminando o con bicicleta.
Pero las novedades en esta ciudad no terminan ahí. Si se compara cualquier urbe China similar en tamaño y población al nuevo desarrollo en Chengdu, se espera que en ésta última se ahorre 48% en gastos de energía y 58% en agua. Además la ciudad producirá 89% menos desechos sólidos. Estos datos por sí solos son el sueño de cualquier ambientalista.
Ante lo que se está planeando en China cabe preguntarse si en Latinoamérica se podrán desarrollar ciudades similares y más aún, si podremos adoptarlas a la realidad de los habitantes urbanos de la región. Me parece que la respuesta a esta interrogante implica un cambio de paradigma. Actualmente vemos que la solución al tráfico en muchas ciudades es desarrollar sistemas de transporte más eficientes y ampliar el número de vialidades. Pero no se está buscando detener el crecimiento de la huella urbana, sobretodo en aquellas urbes de tamaño intermedio que están creciendo. Se piensa que, entre más extendida esté una ciudad, entre más cuadras abarque y más vehículos circulen por sus avenidas, significa que está desarrollándose económicamente. El crecimiento físico de una ciudad se ha convertido en sinónimo de su éxito. El ejemplo de Chengdu nos muestra que el éxito también se puede medir de otras maneras: tomando en cuenta qué tan bien se administra ese crecimiento, sobretodo si éste se da de forma responsable tanto con los ciudadanos como con los recursos financieros y con el medio ambiente.