¿Recuerdas lo que hablaste con tu niño durante el desayuno? O, si es muy pequeño -digamos que tiene alrededor de 6 meses- ¿crees que importa en algo si hablas con ella o él? A modo de aclaración, en este punto me estoy refiriendo a la «expresión dirigida a infantes» mejor conocida como «balbuceo» y no a órdenes como «¡Come!» o «¡Compórtate!».

Los investigadores del idioma dicen que hablar con nuestros bebés y niños pequeños en realidad tiene mucha importancia. Los estudios demuestran que los niños necesitan escuchar alrededor de 21.000 palabras por día para garantizar que su vocabulario pueda desarrollarse a un ritmo adecuado. Por otra parte, la exposición al lenguaje desde el nacimiento hasta los tres años es crucial para su propio desarrollo lingüístico. Sobre todo al principio, son los padres los que juegan el papel más importante en este proceso de aprendizaje y la televisión no es un buen sustituto ( la Academia Americana de Pediatría  recomienda que ningún niño de menos de dos años de edad vea la televisión, ¡nunca!) Esto se debe a que el niño en su primeras etapas aprenede casi todo de sus padres y es solo más adelante que se ve influenciado por sus compañeros o maestros.

Un estudio de Hurtado, Marchman y Fernald de la Universidad de Stanford sobre los vínculos entre la charla materna y el lenguaje infantil demuestra que los niños a quienes sus madres les hablaron más a menudo a los 18 meses de edad, conocían más vocabulario y fueron más rápidos en el reconocimiento de palabras a los 24 meses. Además, el equipo de investigación descubrió que el tener mejores habilidades lingüísticas (velocidad de procesamiento y conocimiento del vocabulario) tiene importantes impactos a mediano plazo, ya que dichas habilidades están estrechamente relacionadas con mejores resultados escolares.

Sabemos que hablar con un niño es muy importante y puede ayudarle a tener éxito en su vida más adelante pero ¿por qué algunos niños son buenos para aprender el idioma y otros no? y ¿por qué a menudo los niños de familias de bajos ingresos quedan tan rezagados en el desarrollo del lenguaje y en logros educativos? ¿Acaso nadie les habla?

Las investigaciones recientes sugieren que el estatus socioeconómico desempeña un papel importante en el desarrollo del lenguaje. Un estudio realizado en los EE.UU. por Hart y Risley muestra que a la edad de 3 años los niños de padres que viven de la asistencia social han escuchado un número tres veces menor de palabras (616 por hora) que los hijos de padres profesionales (2153 por hora). Por otra parte, los niños más desfavorecidos conocían la mitad (500) del número de palabras que sus compañeros (1100). Hart y Risley lo llaman  la brecha de 30 millones de palabras (10 millones versus 40 millones de palabras que un niño ha escuchado a los 3 años de edad), o dicho de otra manera, la «catástrofe temprana». ¡Yo no sé ustedes pero a mí me da mareo leer estas cifras! Parece ser algo tan evitable. Sin embargo, estoy de acuerdo en que podría no resultar tan evidente que «balbucearle» a tu hijo marque una diferencia tan grande (en realidad para mí no lo era hasta que leí al respecto). ¡Yo diría que es hora de apagar la TV, los celulares u otros dispositivos por un momento y hablar con tu hijo!

¿Existe alguna respuesta que explique por qué en las familias de menores ingresos se les habla menos a los niños que en las familias de ingresos más altos? En su reciente artículo del New York Times, Tina Rosenberg intenta encontrar algunas respuestas. A pesar de que no tenemos todas las razones, la investigación de Meredith Rowe de la Universidad de Maryland, sugiere que un factor importante es el conocimiento que tienen los padres sobre el desarrollo infantil. Rowe encontró que las madres de bajos ingresos simplemente no saben  de la importancia de hablar con sus hijos, mientras que las madres con mayores ingresos tienen más recursos para acceder a servicios de consultoría y recibir una variedad de información fuera de sus círculos familiares sobre aquello que es importante para el desarrollo de sus hijos. Hay una gran cantidad de evidencia de los países pobres que indican que las madres pobres no hablan con sus hijos hasta que tienen 2 años de edad y son capaces de hablar, ¡demasiado tarde!

Creo que esto es algo en lo que podemos trabajar: proporcionar a los padres pobres información y pautas sobre cómo hablar con sus hijos y explicarles por qué es tan crucial. Me pregunto hasta qué punto los programas para padres hacen énfasis en estos mensajes.

En los EE.UU. hay varias iniciativas que tratan de hacer frente a este problema específico. Por ejemplo, «Providence Talk«, mencionado  por la señora Rosenberg, es uno de 5 programas que ganó el premio de Mayors Challenge, una iniciativa de Michael Bloomberg. Providence Talk tiene como objetivo registrar el número de palabras que un niño escucha cada día (a través de un dispositivo de grabación especialmente desarrollado para este propósito) y dar información y orientación a las familias que participan en el programa. Este es sin duda un proyecto ambicioso pero creo que difícil de aplicar a gran escala en una región como América Latina y el Caribe donde los niños y sus familias tienen muchas otras necesidades. Sin embargo, podríamos empezar por utilizar las citas al pediatra para proporcionar a los padres información sobre el desarrollo del lenguaje y preguntarles acerca de su entorno lingüístico de sus niños.

¿Conoces alguna otra iniciativa en las Américas que esté diseñada para ayudar a los niños a desarrollar su potencial lingüístico?

Daniela Philipp es consultora en la División de Protección Social y Salud del BID. Daniela trabaja en las áreas de salud, nutrición y desarrollo infantil temprano.