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Los misterios del cerebro, la pobreza y los aprendizajes II

Publicado por: – 28 / Ago / 2013

Neuronehisto2

¿Cómo afecta la pobreza a los cerebros de los niños pobres? ¿Podemos aprender los economistas y los responsables de políticas educativas de los hallazgos de la neurociencia?  Estas son las preguntas que nos planteamos en el post anterior y que aspiramos abordar en las próximas líneas. La respuesta a la primera es: sí. Hasta ahora, los neurocientíficos han encontrado grandes diferencias entre los cerebros de los estudiantes pobres y los de los no pobres, además de los factores clave relacionados con esas distinciones. Por un lado, tenemos la exposición de los niños al estrés y a si tienen lazos familiares seguros. Por otro lado, existen las incapacidades de aprendizaje o la falta de desarrollo cognitivo, debido a baja estimulación en el hogar.

En cuanto al estrés, la evolución ha diseñado nuestro cuerpo para manejarlo, pero en períodos cortos. La evidencia sugiere que el tipo de estrés que experimentan los niños pobres dura largos períodos de tiempo, lo cual tiene un efecto negativo reforzado por la falta de cariño y de vínculos protectores de los padres, maestros, entre otros. La tensión excesiva daña la capacidad de manejar las emociones, los pensamientos y los impulsos. En concreto, se reduce la cognición, la creatividad y la memoria1, disminuyendo las habilidades sociales y el juicio social2. Un niño que proviene de un ambiente familiar estresante tiende a canalizar el estrés a través de comportamientos disruptivos en la escuela y a ser menos capaz de desarrollar una vida social y académica saludable3. Sin embargo, la evidencia de la neurociencia también señala que el estrés afecta a la corteza prefrontal, lo cual es una buena noticia, porque esta es la zona del cerebro que es más sensible a las intervenciones. Adicionalmente, la neurociencia ha demostrado que la falta de desarrollo de varias partes del cerebro causada por el estrés, puede ser estimulada y desarrollada con intervenciones adecuadas.

En cuanto al desarrollo cognitivo, los neurocientíficos también identifican diferencias importantes en las funciones cognitivas entre los niños pobres y los no pobres, en particular en el desarrollo del lenguaje. Una explicación para las diferencias es que la región del cerebro perisilviana, que es la responsable por el idioma, se demora en desarrollarse y madura luego de que el niño nace. Por lo tanto, las condiciones externas tienen un mayor potencial para afectar los resultados. En este caso, se torna prioritario identificar los problemas cognitivos y trabajar de forma explícita para resolverlos puede ofrecer una nueva perspectiva para apoyar a los niños pobres en el logro de la educación y aprendizaje de comportamientos adecuados para poder tener éxito en sus vidas.

Aunque nuestros posts solo resumen algunos de los resultados, lo que sí está claro es que las contribuciones de la neurociencia están modificando la manera en que pensamos acerca de la pobreza, y su papel en la acumulación de capital humano. Si queremos reducir la pobreza y romper el ciclo, las intervenciones deben remediar los impactos negativos que esta ha tenido en los cerebros de los niños pobres. Sin embargo, como de costumbre, no hay fórmula mágica. Los diferentes tipos de pobreza podrían afectar al cerebro de maneras diferentes y, consecuentemente, los programas para superarla pueden ser también distintos. He ahí la respuesta a la segunda pregunta que nos planteamos al principio. Es evidente que los responsables de política pública y los economistas tenemos algo que aprender de la neurociencia y debemos permanecer atentos a los próximos descubrimientos, ya que seguramente continuarán moldeando la forma en que concebimos la política educativa.

Esta columna fue publicada originalmente en la pàgina de Blogs del Banco Interamericano de Desarrollo http://blogs.iadb.org/ 

 

 

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