Este blog fue publicado inicialmente en ‘Sin Miedos’ del Banco Interamericano de Desarrollo
Por Jorge Srur
Flickr – Pedro Moura Pinheiro
Los resultados de la encuesta en este blog sobre la utilidad de sistemas videocámaras (lo que inglés se llama CCTV) para enfrentar el delito coinciden con la mayoría de las que se realizan entre ciudadanos alrededor del mundo: “sirven, pero…”.
Los que votaron en el blog las encontraron útiles, pero no siempre ni para todo. Opinan, por ejemplo, que sirven más para recoger pruebas sobre delitos cometidos(44%), que para disuadir a los delincuentes que pretenden cometerlos (11%). Y que son importantes para la prevención pero sólo si existe presencia policial.
Estudios que sistematizan las evaluaciones científicas sobre la eficacia de las cámaras parecerían dar razón a la percepción popular, con evidencias de reducción significativa de los delitos en playas de estacionamiento o transportes públicos y baja efectividad en parques y espacios públicos. Evaluaciones que parecen mostrar además una mayor utilidad para perseguir el delito que para prevenirlo, pero aún en ellos con limitaciones: la Policía londinense detectó en 2008 que sólo un delito por cada mil cámaras instaladas había sido resuelto en Londres gracias al soporte de las cámaras. Es decir: sirven, pero…
¿Cómo hacer para pasar del “sirven pero” al “sirven mucho para bajar el delito”? Un videoclip de Diego Maradona haciendo malabares con distintos tipos de pelota nos va a ayudar a entender una de las claves para lograrlo.
Y sí… el fondo del problema no es la pelota… sino el futbolista que juega con ella!!!
Obviamente, Cristiano, Neymar o Messi harán en la próxima copa del Mundo en Brasil muchos mejores remates con el “Brazuca” –el balón oficial del torneo- que con una naranja. Pero la razón de ello no será la pelota, sino su capacidad para aprovechar la mejor aerodinámica de esa pelota.
Lo mismo sucede con el crimen: poner cámaras de última generación pero manteniendo una policía mal entrenada, sin formación tecnológica y con patrullaje desconectado de los nuevos sistemas, no convierte una ciudad insegura en otra segura, sino, simplemente, en una ciudad video-insegura.
En muchas ciudades de América latina, invertimos más en videovigilancia que en videovigilantes. Y el mayor problema que tenemos hoy no radica en contar con el recurso tecnológico sino en saber usarlo adecuadamente, tanto para disuadir y anticiparse al delito como para perseguirlo, investigarlo y, eventualmente, lograr penas judiciales con evidencia sólida.
Es imperioso formar estrategas en video-prevención, no sólo en uso de cámaras para persecución e investigación, que es donde más se ha avanzado. Esto implica entrenarlos en técnicas y software predictivos del delito, análisis de contenido de video (VCA), biometría y otras técnicas que ayuden a combinar y usar data provistas por las cámaras con otras fuentes de datos (GPS, 911, botones de pánico, celulares inteligentes, los propios registros manuales de comisarías, reportes ciudadanos online). Y en la aplicación de ese conocimiento al diseño de la prevención local de la violencia.
Una videocámara de última generación con reconocimiento facial no transforma a un mal policía en un buen policía. Pero, con capacitación, puede ayudar a convertir a ese buen policía en otro mucho mejor.