Este blog fue publicado por El Banco Interamericano de Desarrollo en Ciudades Emergentes y sostenibles
Uno de los indicadores fundamentales utilizado a escala global para medir el crecimiento es el PIB. Sin embargo, el marco económico como factor determinante del éxito de una ciudad no es suficiente. Es por esto que se ha desarrollado un índice que mide el desarrollo social de forma complementaria e independiente al PIB. El Índice de Progreso Social (IPS), creado por Michael Porter y Scott Stern, integra diversas variables que van de la mano con las económicas para comprender el éxito en las sociedades.
Este índice se basa en tres pilares: Necesidades humanas básicas, Fundamentos de bienestar y Oportunidades. Está estructurado por 12 componentes y cada uno cuenta con entre 3 y 5 indicadores exclusivamente sociales y ambientales ya que no busca utilizar aproximaciones económicas. El índice genera un puntaje de 0 a 100; donde 100 corresponde al puntaje más alto posible en todos los indicadores, y 0 al puntaje más bajo.
Los resultados obtenidos a escala global presentan importantes diferencias en el nivel de progreso. A pesar de la correlación entre el progreso económico y social, las disparidad en el desarrollo social entre países es considerable; incluso, para sociedades con un nivel similar de PIB.
Del mismo modo, a fines del 2015 en Colombia, se analizaron los Índices de progreso social a nivel de ciudades. El IPS Ciudades utiliza información recabada por la Red de Ciudades Como Vamos entre 2009 y 2014 para diez ciudades en las cuales vive el 40% de la población Colombiana: Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga, Cali, Cartagena, Ibagué, Manizales, Medellín, Pereira y Valledupar.
A partir de este estudio, se pudo observar brechas en las condiciones de vida de las ciudades siendo uno de los casos más notables en Bogotá y Manizales. La ciudad de Manizales ha registrado los niveles más altos de progreso social superando así a la propia capital Bogotá, a pesar de que su ingreso promedio es 1.3 veces inferior. Manizales con un puntaje de 75.52, es la única ciudad con niveles “altos” mientras que Bogotá, en cuarto lugar, presentó un índice de 70.33 catalogado como progreso de nivel “medio-alto”. El progreso de Manizales se encuentra altamente correlacionado con la buena prestación de servicios, incrementos en ingresos, disminución de la desigualdad y de la pobreza.
Analizando el ingreso per cápita, en Manizales este es de 0.723 millones de $COP anuales mientras que en Bogotá es de 0.999 millones de $COP. Con esto encontramos que Manizales presenta mayores niveles de progreso social que lo esperado dado su nivel de ingreso per cápita. Por otro lado, Bogotá presenta niveles promedio con una ligera tendencia hacia abajo en los últimos años. Esto nos permite concluir que el progreso económico no necesariamente se traduce en progreso social; además demuestra que Manizales ha sido más eficiente en el manejo de recursos destinados a incrementar el bienestar de su ciudad.
A diferencia del resto de ciudades, Manizales presenta fortalezas en el área de Oportunidades, donde registra progresos notables desde 2009, una ciudad que favorece la cohesión social, el ejercicio de libertades, con avances en educación superior. Además, presenta niveles “muy altos” en Vivienda, Agua y Saneamiento, y Acceso a Información y Comunicaciones. Sin embargo a pesar de sus fortalezas es preciso priorizar alternativas de transporte sostenible y revertir el deterioro de la ciudad.
Bogotá es la ciudad líder en Acceso a Cuidados Médicos Básicos, Salud y Bienestar, Acceso a Educación Básica. La agenda de progreso social debería centrarse en generar Oportunidades en donde presenta puntajes “muy bajos” de progreso social. La ciudad también ha quedado relegada en la satisfacción de ciertas Necesidades Básicas, como el acceso a Vivienda y a Agua y Saneamiento.
A pesar de la alta correlación entre progreso económico y social, el caso de Manizales y Bogotá nos demuestra que el progreso social no necesariamente es una consecuencia de altos niveles de ingreso. Es así que es importante replantear la forma de ver el crecimiento con miras a los siguientes años. Cabe preguntarnos si es que seguimos priorizando factores económicos permitiremos a la sociedad seguir creciendo y qué otras alternativas podemos implementar para mejorar la calidad de vida de las personas como principal enfoque y no como consecuencia.
En Latinoamérica es clave fortalecer la capacidad de gestión institucional. Sin ésta es poco probable que el flujo creciente de dinero mejore de forma automática la eficiencia del gasto y por ende el bienestar social. Por esta razón, es importante poder canalizar los ingresos para transformarlos en crecimiento inclusivo y con el apoyo de otras variables incrementar la calidad de vida de la sociedad.
En este sentido, aumentar el PIB no es la finalidad: llega un punto en que cada dólar adicional compra menos progreso social. Está claro que en sociedades menos desarrolladas un mayor crecimiento económico tendrá mayor impacto en el desarrollo social; aunque, si el manejo de recursos no es eficiente este desarrollo no prevalecerá. Es por ello que necesitamos otras alternativas para evaluar el progreso de nuestras ciudades, que midan no solo el crecimiento económico sino también el desarrollo social.
Adriana Elera se incorporó a la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles del BID en enero de 2016 como parte del programa de pasantías del banco. Pertenece a la Asociación de Estudios sobre las Naciones Unidas del Perú – AENU Perú y se encuentra trabajando en el proyecto Acción AENU, en donde es voluntaria del taller de Ciudadanía y Cultura. Adriana actualmente se encuentra siguiendo Ingeniería Empresarial como carrera de pregrado en la Universidad del Pacífico en Lima Perú.