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Este blog fue publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo en Desarrollo Efectivo

Por Arturo José Galindo

La misión del BID es acompañar a los países de América Latina y en el Caribe en el proceso de mejorar la vida de sus ciudadanos; sin embargo, no es fácil saber a ciencia cierta si se está consiguiendo o no ese objetivo.

 ¿Cómo tener la certeza de que los proyectos que apoya el Banco ayudan a que las personas tengan una vida más próspera?

Fuente: iStock

Responder a esta pregunta no es sencillo, sobre todo, porque medir una mejora en la vida tiene diferentes matices. ¿Cómo se puede hacer? ¿Haciendo un análisis costo-beneficio o una evaluación de impacto con metodologías experimentales de un proyecto específico? ¿Calculando reducciones de los niveles de pobreza? ¿Midiendo la satisfacción o la felicidad de los ciudadanos antes y después de la implementación de una política pública?

Recientemente, en la sede principal del BID en Washington DC, Gerardo Leyva, Director Adjunto de Investigación del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (INEGI), dio una charla donde nos mostró cómo en su país se están explorando nuevas metodologías para entender si se están mejorando (o no) las vidas de los mexicanos.

Por mucho tiempo nadie dudó de que el PIB fuera el indicador principal para medir el bienestar. Sin embargo, ¿es eso suficiente? ¿Es el PIB la mejor medida para capturar la satisfacción de los ciudadanos?  ¿Cuánto más PIB tiene un país más felices son sus habitantes?

En la búsqueda de respuestas a estos interrogantes nació el estudio de la “economía de la felicidad”, producto del trabajo conjunto de psicólogos y economistas alrededor del mundo  que desde los años 70 han propuesto mediciones alternativas conocidas como medidas de “bienestar subjetivo” o “medidas de la felicidad”.

A grandes rasgos lo que nos sugiere esta línea de investigación es que si bien el PIB captura muchas dimensiones del bienestar, no es suficiente para medir todas las dimensiones de la satisfacción y la felicidad.

El INEGI llevó a cabo un estudio de este tipo encuestando a más de 44.000 hogares mexicanos de los 32 estados federativos del país.

El estudio de Bienestar Autorreportado Ampliado, denominado así por el INEGI y conocido comúnmente como BIARE ampliado se llevó a cabo entre agosto y noviembre de 2014.

Este estudio combina medidas objetivas de pobreza del Consejo Nacional de Evaluación de Política de Desarrollo Social (CONEVAL) de México con medidas de bienestar subjetivo.

Dichas medidas incluyen la autonomía personal, el sentimiento de logro, de seguridad, los afectos, la familia, los amigos, o el sentimiento de propósito en la vida.

 

¿Se puede ser rico y desgraciado, y pobre y feliz? 

El INEGI analizó, entre varios aspectos, la correlación entre ser rico y ser feliz: ¿puede una persona de ingresos medianos (medida objetiva) ser infeliz o estar insatisfecha con su vida (medida subjetiva)? Y ¿puede una persona pobre o vulnerable ser feliz?

La investigación encontró que la satisfacción con la vida es menor en cuanto más carencias tenga un individuo, especialmente cuando se trata de carencias en alimentación. Y aunque esto le pueda parecer obvio, por primera vez tenemos un estudio que nos permite contrastar medidas de bienestar “objetivo” con medidas de bienestar “subjetivo” en México.

Los hallazgos del estudio nos brindan más elementos a la hora de diseñar proyectos que buscan mejorar vidas.

EL INEGI también encontró que cuanto mayor es el nivel de estudios de una persona, y cuanto mayor es su decil de ingreso, el ciudadano reporta mayor satisfacción con la vida.

Entonces, ¿da el dinero la felicidad? La investigación apunta a que no necesariamente. Estar casado, ser hombre, o tener amigos aumenta la felicidad. Los mexicanos casados son algo más felices que los solteros, y los hombres mexicanos lo son más que las mujeres de su país.

El estudio también mostró que la vida social y familiar de una persona es lo que aporta más a su felicidad. Se observó que los mexicanos que cuentan con cinco o más familiares en los que confiar y que tienen reuniones sociales frecuentemente están más satisfechos con su vida que el resto. Evidencia empírica para el  refrán: “quién tiene un amigo, tiene un tesoro”.

En cualquier caso, con los datos obtenidos se comprobó que si hay una gran asociación entre la insatisfacción con la vida y la pobreza extrema.

El estudio también reflejó una serie de datos de infelicidad para tener en cuenta.

Se reportó que los hogares en los que existen casos de violencia doméstica, discriminación, o donde uno de los familiares tiene una enfermedad mental, el nivel de satisfacción de vida es inferior a la del promedio. Lo mismo ocurre con los hogares en los que hay una o varias personas con problemas de adicción, como alcohol  y drogas.

 

¿Y ahora qué?

Algunos gobiernos europeos como Francia y el Reino Unido ya comenzaron a trabajar con este tipo de medidas de bienestar subjetivo impulsando la recolección de datos con estas características desde sus oficinas estadísticas estatales.

Estas medidas de bienestar subjetivo difícilmente sustituirían mediciones objetivas de ingreso o consumo para saber si estamos mejorando vidas.

Sin embargo, son un complemento especialmente valioso en proyectos o intervenciones que no afectan directamente medidas de bienestar como el empleo u otros canales de ingreso.

Un ejemplo de ello es el estudio de mi colega, Sebastián Martínez, quien con sus coautores evaluaron el impacto de piso firme en el bienestar de las familias en México. Usando preguntas del bienestar subjetivo, como las que utiliza el INEGI en su estudio, encontraron mejoras en la salud de los niños, reduciendo el estrés sicológico sobre las madres, y además un ambiente más agradable para vivir.

La información sobre el bienestar subjetivo puede ser de gran utilidad para evaluar políticas públicas.  Esfuerzos como el del INEGI deben fortalecerse combinando medidas objetivas y subjetivas de bienestar como en el estudio de Martínez.

Al fin y al cabo a la hora de mejorar vidas no existen verdades absolutas, todo es relativo al contexto y realidad de los países que acompañamos.

 

Arturo José Galindo es Gerente a.i. de la Oficina de Planificación Estratégica y Desarrollo Efectivo y Jefe la División de Desarrollo Estratégico del BID. Previamente fue Asesor Económico Regional para la región andina de la misma institución, Economista Jefe de la Asociación Bancaria de Colombia, Asesor del Ministerio de Hacienda de Colombia en materias financieras, Asesor en Asuntos Cafeteros del Gobierno de Colombia, Profesor de economía en la Universidad de los Andes, Economista de investigación del BID y economista del Banco de la República (Banco Central de Colombia). Cuenta con un PhD en economía de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, y una Maestría y una licenciatura en economía de la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia.

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El BID es la mayor fuente de financiamiento para el desarrollo de América Latina y el Caribe.

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