En una visita en la que acompañaba a una delegación extranjera para conocer la operación del modelo Chile Crece Contigo en centros de salud, me tocó presenciar una situación que no es poco frecuente: de una de las oficinas de consulta pediátrica, salió una enfermera llamando a viva voz: “la mamita de Alfonso Quintanilla por favor, que se acerque. Le voy a dar las instrucciones para el cuidado del niño en casa”. Detrás de la enfermera se asomó un señor, el papá de Alfonso según pude comprobar, cargando al niño en sus brazos. Era él quien había entrado a la consulta, mientras su esposa esperaba afuera con otros dos niños. La enfermera, tras haber concluido el control de salud del niño en presencia del papá, decidió que era mejor dar las indicaciones del tratamiento a la mamá.
¿Estamos realmente preparados para promover una mayor participación de los padres en las tareas de cuidado y crianza de los hijos?
Probablemente se ha avanzado mucho. Ejemplo de ello es que, bajo la convicción de que los servicios de salud son fundamentales para acompañar la trayectoria de desarrollo de niños y niñas, especialmente durante la gestación y primeros años de vida y, que la presencia de las familias es fundamental, se ha tendido progresivamente a la incorporación cada vez más visible de los padres a los controles prenatales, al parto y a los controles de salud. A modo de ejemplo, el parto acompañado en el sistema público de salud de Chile llega actualmente al 80%. Pero esto no es suficiente. En salas cunas y jardines infantiles, la relación con la familia es mayoritariamente con las madres y, en ausencia de éstas, las abuelas.
¿Por qué es tan importante promover la participación activa de los hombres en las tareas de cuidado y crianza de los niños?
Hay por lo menos tres razones de peso: primero, su influencia en el bienestar de los niños. Diversos estudios han demostrado que un padre presente que establece un vínculo positivo con su hijo, constituye un beneficio para su desarrollo. En el post Amor de padre hemos hablado sobre este tema. Segundo, contribuye a revertir las disparidades de género que hay en la distribución de las tareas de crianza en el hogar y que recaen mayoritariamente en las mujeres. Y, tercero, porque es una cuestión de derechos. Los hombres deben gozar de iguales oportunidades para participar en el proceso de crecimiento y desarrollo de sus hijos. Esto puede ser contradictorio si se piensa en la alta proporción de hogares monoparentales que descansan sobre la responsabilidad exclusiva de la mujer. Sin embargo, hay una cuota importante de situaciones propias de la vida diaria donde, aún en presencia del padre, las tareas son asignadas o asumidas principalmente por las madres.
¿Qué es lo que tiene que cambiar?
Primero, hay cuestiones culturales que son imprescindibles modificar. Expresiones del tipo “es que los hombres no saben ni cambiar pañales” o “quién mejor que la mamá para cuidar bien al niño” o “él tiene buena voluntad, pero es tan torpe que prefiero hacerlo yo” abundan en la conversación de muchos hogares chilenos. Segundo, hay restricciones objetivas que entorpecen el ejercicio de una paternidad activa: un empleador difícilmente autoriza la ausencia temporal de un empleado para llevar a su hijo al médico o acudir a un taller para padres en el jardín. Y, tercero, es fundamental orientar actitudes y prácticas de funcionarios y funcionarias de los centros infantiles y centros de salud, para generar ambientes amigables a los padres y actuar con ecuanimidad de género en su vinculación con las familias. Sólo así se logrará aumentar la presencia de los padres y mejorar la calidad de su participación no sólo en el cambio de pañales, sino en todos los procesos relevantes para el desarrollo de sus hijos e hijas.
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Patricia Jara es socióloga en la División de protección social y salud del Banco Interamericano de Desarrollo. Su trabajo en el BID esta relacionado con políticas y programas dirigidos a poblaciones en situación de vulnerabilidad.
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