Nuestro planeta, un ser vivo en sí mismo: Gaia
En 1987, el biólogo Tony Cunningham, citó cuatro razones, conocidas como «las 4 E», por las cuales debemos conservar la biodiversidad: Primera, la razón ética, el derecho a la vida de todas las especies; segunda, la razón estética, preservar la belleza de las especies que se extinguen; tercera, la razón ecológica, el papel vital que puede desempeñar en un ecosistema la especie que se extingue, y cuarta, la razón económica, el interés para la industria farmacéutica o alimenticia que puede tener la especie que se extingue (Cunningham, 1987).
En un mundo ideal, perfecto y armónico, las dos primeras razones, serían en sí mismas, fuertes argumentos para la defensa y la protección de la biodiversidad, sin embargo, las constantes presiones económicas, sociales y políticas, características de un mundo postmoderno e industrializado, hacen imposible la conservación de la biodiversidad meramente por ética y/o estética. En este sentido, la población creciente, y debido a esto, las mayores demandas de alimentos, agua, refugio, materias primas y otros elementos de primera necesidad, han llevado a la destrucción y desaparición de un sinnúmero de ecosistemas naturales, siendo sustituidos por cualquier otro tipo sistema artificiales, desde inmensas extensiones de tierras para el cultivo de especies de interés alimenticio y económico, hasta inmensos complejos industriales. La conservación de la biodiversidad por las dos primeras razones postuladas por Cunningham, se hace aún más difíciles de seguir en un país como Colombia. Un país, en donde la desigualdad social, el conflicto armado y la falta de apoyo del estado, hacen que un desarrollo sostenible, basado en un equilibrio entre factores ecológicos, sociales y económicos sea difícil de seguir. Solamente cuando estos problemas básicos, relacionados en sí con los derechos fundamentales de todo ser humano, sean al menos abordados, podríamos pensar en la conservación y protección de los ecosistemas por ética o por estética.
Si reflexionamos un poco acerca de la frenética carrera industrial que estamos llevando, y acerca de sus consecuencias medioambientales tales como el calentamiento global, el efecto de invernadero, el cambio climático, el deshielo polar y los agujeros en la capa de ozono, es la tercera razón postulada por Cunnigham, la ecológica, la que resulta ser la más importante para plantear a las estrategias de conservación como medios para restaurar el equilibrio de nuestro planeta.
A inicios de los 70s, el meteorólogo y ambientalista James Lovelock, postuló una teoría que sostiene que la atmósfera y la parte superficial del planeta (la biósfera), se comportan como un todo interconectado, donde la vida, su componente característico, se encarga de autorregular sus condiciones esenciales tales como la temperatura, composición química y salinidad de los océanos, esto, básicamente mediante la producción y regulación de los ciclos biogeoquímicos como los son el del fósforo o el nitrógeno. Nuestro planeta, también denominado Gaia (por la diosa griega de la tierra que lleva el mismo nombre) se comporta como un sistema auto-regulador que se mantiene en equilibrio, un equilibrio que permite que las condiciones aptas para la vida se mantengan constantes, a pesar de que la tierra se mantenga expuesta permanentemente a eventos como la radiación solar, que van en detrimento de la vida (Lovelock, 1969). Este fino equilibrio, solo puede ser concebido como el producto de miles de millones de años de evolución y adaptación a condiciones específicas, que depende en su totalidad de la interconectividad de sus partes, es decir los distintos ecosistemas y las distintas especies que habitan en ellos. De una manera más sencilla, ningún ecosistema, ni las especies que en él habitan, se encuentra aislado de otro y cualquier acción en contra de un ecosistema en particular, tendrá consecuencias en otro, a miles de kilómetros de distancia o incluso a escala temporal en algunos años hacia el futuro. En este sentido, podemos acotar las palabras del ambientalista Español Joaquín Araújo, “En la biodiversidad, en el sistema ecológico, no va bien nada, si no va bien todo junto”. Un ejemplo claro de este argumento, es el deshielo polar a causa del efecto de invernadero; en este caso, un efecto local, está teniendo consecuencias globalmente. El derretimiento de los casquetes polares, no solo tiene como consecuencia el incremento en el nivel del agua de los océanos, también, el constante vertimiento de agua dulce al mar ocasiona disminución en la salinidad de los océanos, cambio en las corrientes marinas produciendo una disminución generalizada de la temperatura terrestre, causando así, un cambio climático catastrófico que causaría la desaparición de ecosistemas naturales completos, e igualmente, de áreas de cultivo que sustenta la alimentación de la humanidad.
Colombia como nación megadiversa rica en variedad de ecosistemas y por lo tanto fundamental dentro del sistema de engranajes que mantienen en equilibrio la homeostasis del planeta, tiene la responsabilidad de velar por la protección de su riqueza biológica y participar activamente de la concientización de sus ciudadanos en relación al rol que cada uno de nosotros tenemos, en el adecuado manejo de nuestros recursos naturales, esto debido a que cualquier acción en contra de la diversidad de nuestro país, tiene repercusiones no solo a nivel local, sino también a nivel global. Es por esto, que el respeto y manutención, tanto de las áreas protegidas como de todos los ambientes en los cuales nos desenvolvemos, como nuestro hogar o trabajo, es una prioridad que debe considerarse como un deber ciudadano más.
Los dejamos con una cita de Kofi Annan, premio Nobel de la paz, “Salvaguardar el medio ambiente… es un principio rector de todo nuestro trabajo como humanidad, y se sustenta en el apoyo del desarrollo sostenible; es un componente esencial en la erradicación de la pobreza y uno de los cimientos de la paz”. Por favor reflexionemos y tomemos conciencia de nuestras acciones, en últimas, todo está interconectado. No pensemos en el planeta que heredamos de nuestros padres, pensemos en el planeta que queremos heredar a nuestros hijos, tal vez así nuestro comportamiento cambie radicalmente.
Referencias:
Cunningham, A.B. (1987). Commercial Craftwork: Balancing out human needs and resources. South African Journal of Botany 53(4): 259-266.
Lovelock, J & Giffin, C. (1969). Planetary atmospheres: Compositional and other changes associated with the presence of life. Astronautical Sciences, 25, pp.179-193.