Por: Lorena López-Galvis
Soy ingeniera agrónoma de profesión, la verdad no muy consciente de qué iba a estudiar asumí el rol de estudiante en el agro y allí me quede, soy sincera si digo que mi carrera la definió una moneda, fue un cara y sello entre la publicidad y el campo. Desde la semana de inducción me acuerdo que aparecieron los alumnos más ilustres contando lo importante que era nuestra formación en un país de vocación agrícola, también siempre oí que este gobierno reactivaría el campo, les hablo de que yo fui primípara en 1999 y si soy sincera otra vez, todavía estoy esperando ese Gobierno reactivador. Sin embargo, algo que sí marcó mi vida en esa primera semana de universidad fue encontrarme con estudiantes que estaban de pasantía o tesis en el exterior. Sí, tanto el exterior de la Sabana de Bogotá como el exterior de Colombia, alguno de ellos habían estado en Europa y otros en zonas verdes o remotas del país… en ese momento decidí que yo saldría del país a hacer algo.
Mi paso por agronomía fue fructífero, disfruté de la Universidad, de las salidas de campo en botas machita espantando mosquitos y sudándola en el campo, llegó el momento de la pasantía y me fui, no tan lejos como esperaba pero salí del confort de mi casa y no volví. Salí a ver el campo colombiano, y hoy hago la reflexión de que luego de más de 10 años no mucho ha cambiado. Inicié con una pasantía en el norte del Valle, trabajé en fertilización orgánica de frutas, un tema que aún hoy es muy interesante, pero que igual hoy no aplica en un cultivo comercial como en los que yo trabajaba, es decir, mi trabajo de pasantía quedó allí guardado en papel en 2003, como en muchos casos lo que no tiene continuidad se pierde, y desafortunadamente ese es el caso de la mayoría de pasantías, un entrenamiento corto que se va contigo y que otra persona seguramente repetirá en el siguiente ciclo. La pasantía me mostró lo duro de trabajar en el campo, las condiciones son difíciles, los resultados son inesperados y tienes que contar con muchas personas para poder hacer cualquier actividad experimental. Ese trabajo a sol y sombra durante la pasantía me movió a buscar la comodidad de ambientes más confortables, mudarme a hacer tesis de pregrado en laboratorio, con una linda bata blanca y lejos de las botas pantaneras. Sin embargo, mi realidad fue otra, mi trabajo era sobre tolerancia a estrés hídrico en frijol, es decir las plantas se sembraban bajo condiciones de invernadero y crecían sufriendo la falta de agua, yo hacía mediciones fisiológicas a pleno sol dentro de un invernadero a 38°C, la verdad era que yo también sufría la sequía. Sin embargo durante los ensayos ver plantas verdes y turgentes en condiciones de baja humedad de suelo mientras que otras plantas morían amarillas y deshidratadas, era el reflejo de que esas plantas tenían algo extra, tenían respuestas o mecanismos para usar menos agua, seguir vivas y ser productivas (López-Galvis L., 2013). Por fortuna este trabajo siguió en curso y ha dado muy buenos frutos como líneas mejoradas de frijol con tolerancia a sequía y calor (Polania, J. 2014).
CIAT (Centro Internacional de Agricultura Tropical) fue mi escuela en investigación, el estado del arte en investigación en plantas a nivel nacional estaba, creo que aún, está allá. CIAT me dejó impreso en la mente que en Colombia se puede hacer ciencia de muy buena calidad y ciencia que tiene un enfoque aplicativo a resolver problemas agrícolas reales. Esta escuela me dio el empujón para mudarme a lugares fríos y desarrollados, y finalmente cumplir ese sueño de carrera, salir del país a hacer algo, ese algo fue mi doctorado. Me fui a Europa, luego de aplicar a varias becas, Fullbrigth, Marie-Curie, aplicaciones directas con promotores en el Reino Unido y en CSIRO en Australia, la primera respuesta positiva fue de Bélgica y allá me mudé, afortunadamente estaba paga por el Gobierno Belga y no le debía plata a nadie en Colombia. La historia es mucho mejor porque mi compañero de viaje también logró una beca doctoral allá, así que empacamos maletas y nos fuimos a trabajar en otro mundo.
El VIB en Bélgica me entrenó en biología molecular, ahora sí solo laboratorio y bata blanca. Lo que ví en CIAT como plantas verdes en sequía correspondía a mecanismos como desarrollo de raíces más largas y profundas creciendo en el suelo, eran estomas que respondían rápidamente al efecto de cierre estomático causado por hormonas que traducen señales de estrés abiótico en la planta, era la acumulación de azucares y metabolitos con la trehalosa-6-fosfato. Entender que los fenotipos que reconocía a partir de mis ensayos en CIAT dependían del ADN y las proteínas de las plantas fue el complemento perfecto en mi desarrollo científico. El laboratorio donde trabajé era/es realmente bueno, con las últimas herramientas en tecnología, siempre encontrabas respuestas con tus colegas en el pasillo y si nadie allí sabía del tema que planteabas siempre habían conexiones con otros laboratorios para ayudarte a resolver la pregunta de investigación; no había restricciones en nada, simplemente pedías y tenías tus reactivos y demás. Eso es importante, encontrar un lugar de discusión y de argumentación, la competencia y el trabajo duro e inteligente motivan a seguir en ese ritmo. Realmente no encuentras la razón para dejar de estar en un lugar así, o para dejar de hacer “ciencia” bajo esas condiciones ideales.
Pero llegó el fin del doctorado y con él la pregunta de siempre ¿y ahora qué? ¿Qué voy a hacer? Mi respuesta era moverme a otro lugar porque quedarse en el mismo entorno siempre lo he considerado un poco vicioso. Opciones siempre había, era volver a iniciar como cuando busqué el doctorado, tocar puertas, buscar becas, convocatorias. Sin embargo, creo que hay que pensarlo bien, ver a futuro lo que queremos hacer, y esta la otra pregunta ¿quiero volver a Colombia? ¿Cuándo es tiempo de volver? Yo pensaba, un postdoc de tres años no me caería mal, otro rato en Europa tampoco me caería mal y seguir el ritmo en investigación no es para nada malo. De cierta manera gran parte de esa decisión de seguir o cambiar completamente de rol (porque el volver a Colombia es una caja de sorpresas) depende de las opciones que salgan, yo pienso que a veces el mundo es el que nos mueve más que nosotros mismos, de pronto tu líder de grupo te dice que te puede extender tu posición para que termines tu publicación o que este proyecto nuevo tiene fondos, pues qué afán para qué te vas a ir, te quedas un rato más y evades el miedo al cambio. Creo que yo andaba un poco en eso de quedarme afuera, pero mi pensamiento no era exactamente en seguir el rol de postdoc, porque a futuro la verdad es que la escala de ascenso es muy empinada, llegar a ser Investigador Principal se ve bastante lejos, aunque cabe decir que conozco muchos casos de colombianos que salieron a Estados Unidos y ahora son profesores asociados en universidades de allá; la otra opción era la industria, en mi caso trabajar con una multinacional en desarrollo agrícola, lo que sabía de ese tipo de trabajo era que el estrés era muy alto pero al tiempo muy bien pago, así que por qué no intentarlo. Pues, mi vida no era solo mi decisión, mi compañero de viaje el que hizo mi estancia afuera mucho más fácil y feliz, también había tomado su decisión de vida luego del doctorado. Él, a diferencia de mí, sí tenía claro el panorama desde mucho tiempo atrás, desde el colegio había tenido en su cabeza el oficio de ser profesor, y al salir de Colombia se imprimió en su ser el devolver algo de su conocimiento al país, por lo tanto para él ser PhD significaba que era hora de volver a Colombia.
Volver a Colombia fue para mí una decisión de corazón, aun al regreso los dos estábamos aplicando a convocatorias afuera, en caso de que el regreso no fuera como esperábamos. ¿Qué esperábamos? Trabajar y hacer una vida de nuevo en Colombia, habíamos salido del país siendo Asistentes de Investigación y queríamos volver a hacer eso pero a otro nivel. Sin embargo, Colombia no ofrece mucho, las opciones de trabajo son academia o centros de investigación, porque la industria nacional no está interesada en conocimiento; por donde se mire no es fácil conseguir plaza de trabajo ni en una cosa ni en la otra. Tal vez es mejor hacer esa búsqueda desde afuera, empezar a buscar contactos y hablar con gente para así volver con algo más seguro, como fue el caso de cerebros fugados que aplicaron a uno de los intentos de Colombia por atraer investigadores altamente calificados, programa que desafortunadamente no fue acertado en muchos casos.
La vida sonrió y ¡bingo! mi compañero de viaje consiguió trabajo en academia, en este caso fue la combinación de factores, como lo es estar en el momento justo y ser bueno en lo que haces. Con uno de los dos fijo y feliz en su labor, ahora me quedaba el turno a mí. Yo empecé recontactando gente, apliqué a posiciones abiertas en entes nacionales, privados, para ciencia o administración en ciencia, llené papeles, formas, hice entrevistas, presentaciones, ensayos, etc; el resultado no era nada positivo, ¿será que no estaba tocando las puertas correctas?, la experiencia de estas aplicaciones me dijo que son las puertas correctas si conoces a alguien que esté detrás de ellas. Así de esa manera no sintiéndome frustrada por no aprovechar acá lo que aprendía afuera, pero con la cabeza fría me dí cuenta que seguramente no haría “ciencia” en Colombia.
Volví hace 4 años, soy profesora hora catedra en una Universidad, he hecho evaluaciones de proyectos, he sido partícipe del desarrollo de otros, y ahora soy postdoc de la Universidad de Tokio pero trabajo en Colombia. ¿Que cómo se ha dado todo esto? Por contactos y referencias. Alguien que te conoce, te referencia y así se da el proceso. Ahora, la historia de la Universidad de Tokio ha sido también una combinación de factores, estar en el lugar adecuado, ser bueno en lo que uno hace y que la persona indicada lo sepa. De esa manera mi trabajo anterior en CIAT me abrió la puerta y volví al agro colombiano, trabajo en fincas arroceras pero hago investigación, estoy en un proyecto de cooperación internacional donde el conocimiento japonés se quiere transmitir a los arroceros colombianos en pro de un mejor uso de recursos hídricos y nitrógeno ayudados de mejoramiento genético y tecnología agrícola. Regresé a trabajar al sol, sudándola en las botas pantaneras, no estoy de bata en el laboratorio pero puedo decir que algo de mi trabajo quedará en el país, que estoy aportando al desarrollo del campo y a fortalecer nuestra agricultura. Ahora bien, yendo al campo y viendo el efecto de la sequía en el campo, oyendo las noticias y aceptando que no hay agua para tantas hectáreas sembradas en el país, me queda la pregunta ¿dónde quedaron esas plantas verdes tolerantes a sequía con las que alguna vez trabaje? ¿O las raíces largas que buscan agua en perfiles profundos del suelo? ¿Dónde está el reflejo de esa investigación en el campo cuando se necesita? ¿sigue en los anaqueles de las revistas de las revistas de investigación o en los informes de resultados de los proyectos? Muy tristemente esa transición de investigación a aplicación real no se da efectivamente, porque muchos proyectos son de ciencia aplicada, la cual es financiada bajo la premisa de que esa investigación resultará en un producto para vender, y si se vende es porque hay una empresa detrás del negocio. ¿Será que hay empresas dedicadas a dar tecnología a la agricultura de subsistencia o al pequeño agricultor? Pues así como en Colombia no hay, en países desarrollados menos; la barrera para romper esas instancias y movernos a ciencia realmente aplicada está lejos de nuestro control.
Regresé al país y ha valido la pena… Bueno, aunque en mi caso la barrera de presupuesto para investigación no existe porque el dinero es japonés, sí lo es en infraestructura tanto física como administrativa, y más allá de eso en la barrera mental de nuestras instituciones. Aún nos falta tener metas claras, pensar objetivamente y entender qué es lo importante para el desarrollo agrícola, los funcionarios deben dejar de hacer papeleo y firmar para realmente pensar. Estoy muy positiva viendo que se está gestando un cambio en las instituciones que están detrás de la agricultura, están abriendo plazas para PhD y MSc que traerán sangre nueva y conexiones internacionales para darle un empujón fuerte al agro, han pasado 10 años desde que me gradué de agronomía y creo que ya es tiempo de cambiar.
Cuando se acabe mi proyecto con Japón volveré a estar en la realidad de cuando regresé del doctorado, a buscar trabajo a largo plazo, no sé cuál será mi fortuna, lo que sí sé es que mi pelea interna es por ser feliz. A veces viendo cómo Colombia está tan patas arriba, solo dan ganas de irse, yo no culpo a los que salen del país por la razón que sea y no quieren regresar, es mejor irse que quedarse a quejarse por todo y por todos, de pronto soy conformista y no me acuerdo que afuera del país puedo estar mejor, sin embargo para mí lo importante es ser feliz, y aquí, en mi hogar, lo soy.
Referencias
López-Galvis, L. 2012. ¿Qué le sucede a una planta cuando tiene sed?. Disponible en el Blog BIOGENIC http://biogenic-colombia.blogspot.com.co/2012/12/que-le-sucede-una-planta-cuando-tiene.html
Polania, J. 2015. Mitigando el cambio climático: desarrollo de fríjol tolerante al calor. Disponible en el Blog BIOGENIC http://biogenic-colombia.blogspot.com.co/2015/06/mitigando-el-cambio-climatico.html