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Pocas veces nuestro corazón se estremece ante el relato perspicaz de la vida de un niño diferente. Antes de leer Podene, la historia de un niño solitario, el más reciente libro de relatos de Gracián, la lectura de la rebelión de Cósimo, el niño temerario de El barón rampante, condensaba mi visión frente a la esperanza del hombre y sus deseos de progreso. Con la aparente sencillez del lenguaje que le caracteriza, Naudín Gracián nos acerca a una infancia no lejana, a la maravillosa comprensión de que nuestra niñez ha estado forjada por momentos nada felices ni festivos.

Compuesto por ocho narraciones breves, el libro de Gracián nos adentra en los temores de un niño marginado. Porque Podene, personaje que da su nombre al libro, es en realidad un niño marginado   Producto de una familia disfuncional, el niño atesora recuerdos poco gratos de su infancia. Su vida de temores se refleja en la agonía que padece en plena crisis del tabardillo, en el temor a ser desgarrado por una bestia merodeando el camino, en la leve cojera que le recuerda que en el sendero conducente a su casa la ponzoña de una serpiente podría estar acechándolo.

Los temores de Podene se corresponden con dos episodios que demarcaron su infancia: la mordedura de una serpiente y la separación de sus padres. El primero se menciona como al descuido en diferentes relatos del libro, aunque será en “En silencio” que la madre del niño nos dé a conocer con detalle los hechos (59):

El niño vino del patio llorando porque, según él, se había puyado con una flor de coco que estaba en el suelo. Al verle las gotas de sangre, pensé que la herida estaba muy arriba para que hubiera sido un puyazo. Le eché petróleo y se le hicieron dos bolsitas de un líquido amarilloso sobre la piel.

La miseria de la vida de Podene refleja la del poblado entero. Los hombres sin esperanzas alaban a un dios indiferente, asustan a sus hijos con historias de fieras apocalípticas mientras buscan para ellos un ‘mejorestar que nunca alcanzarán’ (p. 54). Debido a su defecto al caminar, Podene escudriña la vereda antes de dar cada paso, evitando otra serpiente. Para sus vecinos, Podene es cobarde; para su padre, inútil; para los niños como él, tonto. Sumido entre las burlas y la vergüenza, la esperanza para Podene resulta insuficiente. La actitud temerosa y, por tanto, solitaria del personaje no solo es producto de la agresión en momentos específicos de su infancia sino del acabose matrimonial de sus padres y la consecutiva repartición de los hijos. Así lo señala la voz del narrador expresada en un desprendimiento que de su propia narración hace (p. 54):
La vida no tendrá con qué pagarle aquel tormento inmerecido, producto de su soledad, de no tener quién le dijera nada agradable, quien lo protegiera de la ruindad de los que se burlaban de él y se divertían con su terror; producto de no tener una mamá que lo durmiera, unos hermanos o primos que lo hicieran sentir parte de un grupo familiar.

Como libro de relatos dirigido a un público mayoritario de niños lectores, la obra de Naudín Gracián cumple su propósito. Sin recurrir a las estrategias del lenguaje moralizante, despliega las carencias del niño marginado y cuestiona a un sistema (político, económico, social y religioso) que en lugar de velar por su protección lo abandona y lo mutila. El colofón de la obra sugiere cambios positivos en para Podene, resultantes del esfuerzo y el sacrificio por ser mejor. Podene, la historia del niño solitario, se traduce, entonces, en la historia del progreso del hombre en la medida en que éste se concientiza en vencer sus temores y buscar su propia felicidad.

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Gracián Petro, Naudín (2013).
Podene: la historia de un niño solitario.
Montería, Editorial Zenú. 93 páginas.



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Narrador y ensayista. Magíster en Literatura Hispanoamericana y del Caribe (Universidad del Atlántico). Director de REESCRIBA y de su Revista Electrónica de Estudios Literarios (ISSN: 2145-6844)

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