Refiere la Ilíada en su noveno canto que cuando Áyax, Fénix y Ulises visitaron a Aquiles para persuadirle a que retomara las armas, el noble guerrero manifestó su desencanto por la guerra debido a las acciones injustas de Agamenón hacia sus hombres. Y no era para menos, pues hasta el mismísimo mirmidón había sido objeto de los abusos del rey. Las palabras de Aquiles en la obra reflejan una verdad meditada:
Ninguna ventaja me ha procurado sufrir tantos pesares y exponer mi vida en el combate. Como el ave lleva a los implumes hijuelos la comida que coge, privándose de ella, así yo pasé largas noches sin dormir y días enteros entregado a la cruenta lucha con hombres que combatían por sus esposas. Conquisté doce ciudades por mar y once por tierra en la fértil región troyana; de todas saqué abundantes y preciosos despojos que di al Atrida, y éste, que se quedaba en las veleras naves, recibiólos, repartió unos pocos y se guardó los restantes. Mas las recompensas que Agamenón concedió a los reyes y caudillos siguen en poder de éstos; y a mí, solo entre los aqueos, me quitó la dulce esposa y la retiene aún: que goce durmiendo con ella.
¿Cuáles eran los verdaderos motivos de la guerra de Troya? ¿Qué oscuros propósitos dirigían la empresa de Agamenón y Menelao? En El desencanto de Aquiles abordo este tema. Sin embargo, pretendo resignificarlo en estas líneas, dada la particularidad de la situación política en Colombia.
La mayor de las veces, una medalla o tres palmaditas consuela a quienes entregaron con honor una pierna en lugar de la vida.
Resultan innumerables quienes se entregan al fervor de la lucha por causas que consideran nobles: la defensa de los límites territoriales, de los bienes comunes, de los bienes privados. Integrantes de ejércitos diversos, todos ellos han sido miembros desfavorecidos de una sociedad co-gobernada por feudales y empresarios (nacionales y extranjeros) que recompensan sus servicios con los ideales simbólicos del nacionalismo, la igualdad de clases y el restablecimiento de la patria. La mayor de las veces, una medalla o tres palmaditas consuela a quienes entregaron con honor una pierna en lugar de la vida. El desencanto les sacude al comprender su estado de abandono por quienes antes habían sido beneficiarios de sus servicios.
Como Aquiles, comprenden que la guerra solo arroja utilidades a quienes la financian. Despojados de ideales sin asiento, se entregan al sicariato como medio de trabajo en la misma sociedad (co-gobernada por feudales y empresarios) que antes les había sembrado un sueño. Debido a este orden en mi razonamiento, me confunde el que cabecillas políticos de la extrema derecha colombiana afirmen que el partido opositor equipara al Ejército Nacional a los ejércitos guerrilleros; olvidan que líderes confesos de las Fuerzas Militares han ocupado tropas en la protección de carabanas de camiones en rutas de transporte al servicio del narcotráfico; olvidan que la alianza con el paramilitarismo fue bendecida por los mismos cabecillas políticos que los llevaron a co-gobernar en el Palacio de Nariño. El olvido selectivo, por supuesto, se corresponde con una de las máximas utilidades de la guerra.
Me confunde el que cabecillas políticos de la extrema derecha colombiana afirmen que el partido opositor equipara al Ejército Nacional a los ejércitos guerrilleros.
Agamenón y Menelao, hermanos en sangre y en fechorías, buscaban ampliar las rutas comerciales existentes y establecer nuevos mercados entre los pueblos asiáticos, poblaciones en las cuales los mercaderes de Príamo ya habían establecido sus negocios. Invertir en la hoy llamada Guerra de Troya justificó las matanzas que de ella se derivaron. Refieren que otras generaciones de hermanos, en sangre y en actos, se han tomado a pecho el ejemplo, esta vez en Colombia: los Ochoa Vásquez, Castaño Gil y Uribe Vélez, entre otros, han sido asociados en diferentes tiempos a investigaciones relacionadas con la creación, financiamiento y fortalecimiento de ejércitos paramilitares que brindan utilidades millonarias a todos, excepto a quienes, como Aquiles, son engañados con los ideales simbólicos del nacionalismo, la igualdad de clases y el restablecimiento de la patria.
Comentarios