El hombre de Neandertal empezó a vociferar sus tonterías retrógradas y entonces sentí como si alguien me hubiese arrebatado de estos tiempos y botado al mismísimo periodo de las cavernas. Algo así como una escena de Volver al Futuro, pero al revés… Porque sentía que me habían expulsado al pasado… al comienzo de los tiempos.
Lo veía, lo escuchaba, y no lo podía creer. El cavernícola, encorvado -como pintan los antropólogos a nuestros antepasados de las cavernas-, preguntaba a una de sus colegas de recinto: “¿Sabe usted qué papel ocupaban las mujeres en las olimpiadas griegas? Se lo digo yo, el puesto 800. ¿Sabe usted cuántas mujeres hay entre los primeros cien jugadores de ajedrez? Se lo diré: ninguna”.
Entonces, la pared que le servía de telón se me fue transformando en algo más oscuro, rocoso. ¡El hombre que hablaba, encorvado como nuestros antepasados, estaba realmente en una caverna! (véalo aquí: http://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/la-mujeres-son-mas-pequenas-mas-debiles-y-menos-inteligentes-segun-eurodiputado-video-682901).
Después sentenció: “Por supuesto, las mujeres deben ganar menos que los hombres porque son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes». Y les juro que en ese instante lo vi con el gesto perdido y hosco de nuestros cavernícolas, dando la vuelta con su mazo al hombro y caminando así, bamboleándose y pisando fuerte… como el hombre de Neardental.
El personaje se llama Janusz Korwin-Mikke y es un eurodiputado polaco. Intervino la semana pasada ante el parlamento europeo para decir semejante estupidez. No puedo imaginarme lo que pensarán de él las mujeres de su familia: su madre, si es que todavía vive (él tiene 74 años); su esposa, si es que alguna mujer tuvo la desgracia de cruzarse en su camino; sus hermanas, a quienes debe maltratar en todo momento, o sus hijas: signadas por la desdicha de tener un padre que no cree en ellas, en sus capacidades.
La verdad es que hay que reconocer, en el Día Internacional de la Mujer, que aunque el mundo ha avanzado en aquello de la igualdad de género, aún quedan hombres cavernícolas como este absurdo personaje que tiene el privilegio, además, de poder decir lo que dice nada más y nada menos que ante una institución seria y pluralista como el parlamento europeo.
¿O qué es, si no cavernícola, el hombre que le prohíbe a su esposa trabajar en estos tiempos en que ellas son parte fundamental de la fuerza laboral en el mundo? Quieren que no trabaje para que se encargue, como antaño, de “los deberes de la casa”: lavar, planchar, limpiar, cocinar, criar a los niños y no conversar con nadie. “Yo soy el que pongo la plata”, dicen. Sometimiento, capítulo 1.
¿O el que cada vez que llega de su trabajo la maltrata a ella, cientos y cientos de veces, porque sí o porque no, de forma física o verbal, mientras sus pequeños hijos observan, aterrados, a ese monstruo que agrede a su mamá? “Es que es una &%$?]#$%”. Sometimiento, capítulo 2.
¿O el novio hiperceloso, obsesivo-posesivo, que no permite que a “su mujer” la miren ni mucho menos que ella devuelva la mirada? “Es que es “mi mujer” y no tiene derecho de mirar a nadie más”. Sometimiento, capítulo 3.
¿O esos jefes, cavernícolas también, que se creen el cuento de Korwin-Mikke, y que están todavía convencidos de que las mujeres deben ganar menos porque son más débiles y menos inteligentes que los hombres? Entonces, en los consejos directivos siempre privilegian las opiniones de los hombres menospreciando las de ellas. Sometimiento, capítulo 4.
¿O esos hombres que, efectivamente, ven a la mujer solo como un objeto sexual y su vida se limita a sumar y sumar féminas en sus listas de conquistas? “Dios creó a la mujer para que nos dé gusto”, dicen. Sometimiento, capítulo 5.
¿O esos que le dicen a la mujer, sesenta veces por minuto: “Te quiero, te quiero, te quiero…”, pero no la acompañan en sus momentos cruciales ni la invitan a la esquina a tomarse un tinto? “Es que estoy muy ocupado… ¿Por qué no vas tú solita?”. Sometimiento, capítulo 6.
Hay algunos hombres cavernícolas todavía. Y mujeres que, de cierta manera, justifican el machismo: “Es que él me quiere mucho y por eso no le gusta que nadie me mire”. “Es que él llega muy cansado a la casa, muy estresado, y por eso se pone así de bravo”. “Es que, pobrecito, es el que trae la plata”. Consiente o inconscientemente, pero siempre atravesadas por el terror, conviven con el machismo de sus parejas.
A ellas, a las sometidas por los hombres cavernícolas, hay que recordarles lo valiosas que son, lo importantes que son, lo inteligentes que son, lo fuertes que son. ¿No será mejor continuar el camino solas que al lado de un machista enfermizo que no las valora?
Es mi mensaje, hoy, en el Día Internacional de la Mujer, para esas mujeres maltratadas. Y debo aclarar que ni soy feminista fundamentalista, de esas que piensan que los hombres son los culpables de todo lo que ocurre en el mundo y en su entorno, ni soy víctima del machismo ni en mi esfera laboral ni mucho menos en la personal.
Pero he visto de cerca, ¿quién no?, episodios protagonizados por hombres cavernícolas que, como el eurodiputado, están convencidos de que las mujeres somos más débiles y menos inteligentes que los hombres. ¡Pobres!
Adenda: Feliz día a todas las mujeres soñadoras, valientes, emprendedoras, amorosas, trabajadoras, madres, hijas, hermanas, compañeras, esposas, amigas…