Mis amigos, los amables lectores y mis colegas que leyeron “Los 10 errores más frecuentes al hablar”, me recomendaron escribir sobre los «10 errores a la hora de escribir”. Aquí van:
Primer error: no ponernos en los zapatos del lector. Cuando uno va a escribir, tiene que saber para quién va a escribir. Si tenemos claro cuál va a ser el destinatario de nuestra nota o artículo, de lo que vamos a escribir, podremos saber cuál es el mejor tono para comunicarnos con él. A veces ocurre que prima nuestro ego, nuestras ganas de hacer un texto que me agrade a mí, que me llegue a mí, que –como les digo, con humor, a mis estudiantes- parta la historia de la literatura o del periodismo en dos.
Cuando escribo para mí, cuando no me pongo en los zapatos de quien va a leer mi escrito, “me vuelvo un ocho”. Empiezo a escribir frases que me agradan a mí, me adorno, caigo en grandilocuencias, eufemismos o exageraciones; le doy vueltas al asunto y, en fin, escribo cosas interesantes para mí, pero no para mi lector. En definitiva, pierdo el foco.
Ponernos en los zapatos de nuestro lector significa, ni más ni menos, pensar en quien me va a leer. Y escribir para él, no para mí. Así como nosotros variamos el tono, la intensidad de las palabras, la complejidad de las mismas, su modulación, etc., dependiendo de con quien estemos interactuando, igual, al escribir, nuestro tono, nuestras palabras o la intensidad de las mismas dependerá del perfil del lector.
Segundo error: no organizar las ideas. Soy una convencida de que escribir es un ejercicio producto del esfuerzo, no del azar ni mucho menos de la inspiración. Cuando uno deja esta actividad al azar, a las hadas madrinas o a la varita de Harry Potter, les puedo asegurar que estaremos contemplando la pantalla en blanco del computador por largos minutos, e incluso horas. Intermitentemente. Nos sentaremos al frente del computador, nos levantaremos porque no llega la inspiración y repetiremos la escena varias veces antes de comenzar.
Lo mejor, entonces, es organizar las ideas: a dónde quiero llegar, cuál será mi mensaje, qué ideas manejaré y en qué orden probable. Esto último quiere decir que como no todas las ideas tienen el mismo peso, es decir, la misma importancia, tengo que darles un valor o, lo que es igual, una ubicación en mi escrito. Tengo que jerarquizarlas. Y eso lo puedo hacer en una hojita de papel. Puedo, de acuerdo con la importancia de las ideas que voy a manejar, ensayar, proponerme una estructura para el escrito. Estructura que, desde luego, no será rígida, sino que podré modificar. Esto es, si una vez hecho el artículo veo que una idea que está al final tiene más fuerza y que conviene subirla, pues lo hago. O al revés.
Esto de organizar las ideas es tan importante como definir la ruta cuando vamos de paseo. Es fundamental y muy útil, porque nos ahorra tiempo y esfuerzos.
Tercer error: escribir párrafos u oraciones largas. Un presupuesto sencillo para garantizar la lectura de cualquier tipo de texto es la brevedad. Brevedad en la extensión total, pero, también, en cada uno de sus elementos. Hoy, en el mundo de lo digital, escribir largo es una condena; ahuyenta a los lectores. Y como hay tanta oferta de artículos y tan poco tiempo, o tan poquísimas ganas de leer, peor.
Mis profesores en la universidad me enseñaron a escribir corto. Párrafos de no más de seis líneas (promedio), ojalá con un punto seguido por ahí, para descansar la lectura. Un párrafo de más de seis líneas dificulta la lectura, la concentración del lector. Y escribir, también, frases u oraciones cortas, sencillas, sin enredos. No intente soltar la historia en un solo párrafo. Dosifique las ideas y maneje dos o máximo tres ideas por párrafo, con buena puntuación, para darle fluidez al texto. Porque los signos de puntuación son como las señales de tránsito: si están bien puestos, el lector no se perderá.
Cuarto error: adornarnos innecesariamente: Una gran amiga mía, Olga Lucía de Pérez, filósofa ella y profesora de la universidad de La Sabana, solía decir, parafraseando a no sé qué célebre filósofo: “Dejad que la sencillez brille”. Cuando uno escribe –señalaba el escritor Javier Abad Gómez refiriéndose al oficio del periodismo, pero, por supuesto, consejo útil para todos los que queremos escribir bien- la regla de oro debe ser pensar en el menos culto de los lectores, pues “los más cultos saben apreciar la sencillez”.
¿Han visto cómo a veces cargamos de adornitos de todos los tamaños, colores y formas nuestro arbolito de Navidad hasta que su belleza desaparece; no la podemos ver? “Tanto árbol –dicen por ahí- no nos deja ver el bosque”. Tanto adorno enreda las palabras. Intentemos escribir con las palabras precisas, siguiendo el orden básico de sujeto, verbo y complemento, y no nos enredemos con adornos.
La belleza no está en la cantidad de palabras, sino en la calidad de las mismas; en que estas sean las precisas, en que sean claras, en que tengan fuerza, intensidad; en que sean capaces de mover al lector, de inspirarlo, de invitarlo a imaginar, a soñar, a viajar. Entonces, lo mejor es evitar la excesiva adjetivación (esa necesidad de calificar todo con el mayor número de adjetivos); los términos grandilocuentes, rimbombantes, que al final no dicen nada, y los eufemismos, esa urgencia de escoger la palabra más complicada, porque creemos que suena más bonito.
Quinto error: repetir palabras. Así como los párrafos largos agotan, distraen y ahuyentan al lector, la repetición de palabras también. Cuando esté escribiendo, lea y relea a medida que escribe. De esta manera se va autocorrigiendo: revisa si la construcción de la frase es clara, si está expresando lo que realmente quiere expresar, si está usando correctamente los signos de puntuación, si está siendo fluido o si está repitiendo palabras.
Para esto último –y en general como excelentes consejeros a la hora de sentarse a escribir- los diccionarios son de una enorme utilidad. Si duda sobre el significado de una palabra que está usando, búsquela en el diccionario de la Real Academia Española, RAE (lo puede bajar de manera fácil y rápida al escritorio de su computador). Si repite una palabra, busque un sinónimo en el diccionario de sinónimos y antónimos, que también encuentra fácil en la web. Pero, eso sí, nunca escoja el sinónimo más extraño. Busque el más familiar, el más sencillo, el que la mayoría de la gente comprenda.
Pero es necesario aquí hacer una salvedad: como me diría el profesor Fernando Ávila, escritor y experto en estos temas del idioma español, hay sinónimos que no se ajustan con precisión a lo que yo quiero expresar. Entonces, tendré que repetir la palabra, pero con enorme cuido de que esas repeticiones no estén cercanas una de la otra. Igualmente, si quiero ser enfático (esto ocurre sobre todo en expresión oral o a la hora de pronunciar discurso) también es muy válido reiterar expresiones.
Mis queridos, como no es bueno escribir largo, les debo las otras cinco cosas que creo que no debemos hacer a la hora de escribir. Se las cuento en mi próximo blog.
Recuerden, en Twitter: @nubiacamacho