Las muletillas son esas palabritas o expresiones de las cuales echamos mano cuando, al hablar, nuestra mente se queda en blanco, nos bloqueamos, nos perdemos, nos dispersamos, no sabemos más del tema, ignoramos cómo avanzar o cómo responder ante una pregunta, trastabillamos, “patinamos” o, en fin, nos sentimos inseguros al momento de decir algo.
Hacen parte, desde luego, del lenguaje hablado. El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua las define como “voz o frase que se repite mucho por hábito”.
Las hay de todo tipo, en todas las áreas de la vida y, como dirían los recursivos vendedores, “para todos los gustos”.
Están las que podemos considerar como las más recientes o Millenials: las famosas ‘como tal’ y ‘al igual’. Entonces, escuchamos frases como:
“Yo le puedo volver a marcar como tal. Pero no le garantizo nada”. O: “Al igual, tiene que repetir el registro y mandarlo ya mismo”. “Este es el precio como tal, pero yo puedo hablar con mi jefe para ver si le rebaja”. “Al igual, puede llenar el formato y enviarlo por correo”.
También está la tradicional ‘digamos’. Es la preferida de muchos políticos, intelectuales, académicos, profesores, etc. O su derivado “dijéramos”, ampliamente usada por Humberto de La Calle Lombana. En sus entrevistas radiales, el “dijéramos” salta entre frase y frase con inusitada frecuencia.
Está también la expresión que podríamos llamar ‘ablandaperiodistas’. Que no es estrictamente una muletilla, pero sí lo es para aquellos personajes que en una entrevista, sobre todo de radio, sienten que le formularon la pregunta más incómoda y más difícil. Entonces, le dicen al comunicador, intentando ablandarlo: “Muy importante su pregunta”.
En Caracol Radio, un corresponsal extranjero inserta con mucha frecuencia en sus reportes leídos la vieja muletilla “pues”, en un esfuerzo, seguramente, por eliminar el tono de lectura a su reporte y hacerlo parecer “como si fuera charladito”. “Darío, pues, el Portavoz de la Casa Blanca ha dicho, en reiteradas oportunidades, pues, que no hay ningún indicio de que, pues, el Presidente Trump haya elaborado, pues, junto con Rusia, un entramado para llegar al poder”.
Y la ‘mágica’ de los call center. Cuando a uno no le quieren solucionar el problema, sino darle largas, usan la fantástica expresión: “vamos a escalar su caso”.
-Muy buenos días, le habla Yurany Castellanos. ¿En qué podemos servirle?
-Gracias, señorita, resulta que la señal de mi televisor se interrumpe con frecuencia y quisiera que ustedes me ayudaran a saber por qué pasa esto.
– ¿Ya lo “resetió”?
– Sí señora… Pero nada.
– ¿Ya apagó y prendió el módem?
– Sí señora…Pero nada.
– ¿Ya revisó las conexiones eléctricas?
– Sí señora… Pero nada.
– Bueno… “Vamos a escalar su caso”.
Y está esta, de la que todos, en algún momento de nuestra existencia, hemos echado mano. Es la más usada, la más popular, la incondicional: “Eeeeeeeeh”. La usan los políticos, los profesores, los vendedores, las amas de casa, los estudiantes cuando exponen… Todos la usamos alguna vez.
Y mi ‘ñapa’: “marica”. Curiosamente es la expresión preferida por las jovencitas -más que los jovencitos- de hoy. Pero también la usan mujeres de 25 a 35 o 40 años, “marica”. Insertan esta expresión con una facilidad inusitada en cualquier conversación, de cualquier tema y a través de cualquier medio:
“No, marica, imagínese que la vieja llegó, toda sobrada, a la clase, con un montón de libros debajo del brazo, y nos dijo que había quiz, marica… Yo no sabía qué hacer… No había estudiado y acuérdese, marica, que yo llevo varias clases capando porque mi novio, el de los Vengoechea, me invitó a Melgar, marica. Eso fue tenaz, marica”.
Lo cierto es que, “como tal”, las muletillas o expresiones de cajón, “pues”, suelen evidenciar inseguridad. “Al igual”, uno las podría suprimir, “marica”. Pero….”Eeeeh”… no sé… “Digamos” que las podemos obviar. No es difícil. Y nuestra conversación sería más fluida y con menos distractores.